La Venezuela post- rentista a la luz del pensamiento filosófico de Immanuel Kant

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La Venezuela post- rentista a la luz del pensamiento filosófico de Immanuel Kant



Mi eterna gratitud
A los maestros y filósofos
Del pregrado, post-grado 
Y doctorado de filosofía de la Facultad de 
Humanidades y Educación de la ULA
En mi ánima el quehacer vital  
Por el sendero de la filosofía

Ramón Rivas Aguilar
La ilustración es la liberación del hombre de su culpable
Incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad
De servirse de su inteligencia sin la guía de otro.
Esta incapacidad es culpable porque su causa
No reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor
Para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro.
¡Ten valor de servirte de tu propia razón! He aquí el lema de 
La ilustración (Kant, 1784)

Las reflexiones filosóficas de Immanuel Kant (1724-1804) sobre la moral y la ética, fueron el producto de un contexto histórico en el cual el capitalismo triunfó sobre el orden feudal. El capitalismo abrió caminos insospechables para impulsar el progreso de los pueblos europeos. Fue el triunfo de la razón sobre la fe y el auge de la ciencia y de la tecnología. El viejo orden medieval estuvo al servicio de Dios y de la Iglesia. En  la época moderna, el hombre se convirtió en el centro del universo y su guía fue la razón para explorar el origen de la sociedad y del universo sin  los viejos modelos del conocimiento.

 Por tanto, se considera a Immanuel Kant, hijo legítimo de la modernidad. Él, fue el filósofo más representativo de la  conciencia europea. Sentó  los cimientos  filosóficos de una ética para regir el comportamiento del hombre moderno. Una ética sin la impronta de la experiencia y sin estar sometida  a los vaivenes de los procesos históricos. Una ética universal y necesaria  para todos los hombres de la tierra.
En ese sentido,  la Crítica de la Razón Práctica (1791) y  los Fundamentos para la metafísica de la costumbre (1781), las bases de una ética no producto de la experiencia y de la vida cotidiana. Todo lo contrario, una ética proveniente de los imperativos categóricos cuyo fundamento último es la conciencia del hombre. Esos imperativos categóricos,  el resultado de un acto libre y autónomo de la razón práctica. Son necesarios y universales. De acuerdo a esos imperativos categóricos, Kant nos ilumina el camino recto que hace del hombre, un hombre de bien, libre, autónomo y responsable de sus actos y de sus acciones sin las mendicidades del mundo celestial  y terrenal. Es decir, según Kant la ética tiene que ver con un conjunto de condiciones necesarias y universales que derivan de la razón, de la conciencia y de la subjetividad.
Ahora bien, en qué medida esas reflexiones de Kant sobre la ética tienen   importancia histórica en una nación en la que su destino material y cultural ha dependido de una riqueza en manos del Estado. Ese rasgo geológico, jurídico e histórico, condicionó un tipo de desarrollo individual y social promovido por el Estado. Se ha producido un tipo de ética de carácter estatista y rentista en la que el venezolano perdió su individualidad. Sabemos que Kant, hijo del capitalismo liberal, un capitalismo en el que floreció una relación compleja entre la burguesía y la clase trabajadora, donde el terrateniente y la renta ocuparon un tercer lugar. El modelo de Kant y de Karl Marx no concuerda con un  Estado y sociedad, bajo la impronta del rentismo. Aun así, se pregunta sí los temas éticos kantianos son esenciales para repensar sobre un país que históricamente ha enajenado su voluntad individual y social al Estado.  
 

Qué podemos hacer. Cómo provocar cambios significativos que propicien el tránsito histórico de una ética estatista y rentista a una ética individual, libre, autónoma y producto de la razón práctica. Lo que  significaría una profunda revolución ética  en el  ánima  de nuestra nación. Un  paso vital hacia la configuración de una sociedad libre en nuestro país en sintonía con los tiempos históricos. Ante un Estado rentista  como el nuestro, se requiere de un proyecto político en perspectiva liberal en la que el individuo se constituya en el centro de su propio destino vital sin las migajas del intervencionismo, del estatismo, del rentismo y del subsuelo. Un individuo sumergido en la ética kantiana. Es un ideal que se debe impulsar  a través de la educación. Se está consciente que la condición humana del venezolano ha estado sometida a un proceso estatista y rentista. No cabe la menor duda, que la educación sería el medio apropiado para transitar  la conciencia estatista y rentista hacia una conciencia libre, autónoma y responsable de su propio destino vital.
Por tanto, repensar el proceso histórico  venezolano desde una perspectiva ética, partiendo de los supuestos éticos kantianos. Un poco de historia. 
La  sociedad precolombina estableció una relación vital entre sus hombres y la naturaleza. De esa relación nacieron  unos hábitos que determinaron una forma de conducta entre los hombres  y su conexión con el medio. Así, emergió la moral tribal. Los indígenas sabían discernir lo  bueno  de lo malo. La cooperación fue una de las manifestaciones más significativas para lograr el bienestar material y espiritual. Sus dioses y los  espíritus de la naturaleza fueron las representaciones y símbolos que adoraron con respeto y  veneración. El cacique y el chamán, poder y religión, fundamento de  la sociedad tribal. El cacique, respetado por su sabiduría y ecuanimidad. El más viejo y el más sabio.  El hombre de  la guerra y la paz. El chamán, el sacerdote que mediaba  entre los espíritus y los hombres. 
En fin, la moral tribal provino de la experiencia y de la vida cotidiana. Posteriormente, el descubrimiento y la conquista de la provincia de Venezuela, un proceso histórico, complejo y traumático, que provocó el paso de la moral tribal a la moral imperial. Fue el tránsito de una sociedad de valores de uso a una sociedad de valores de cambio de origen mercantil. La monarquía impuso una ética imperial, teológica y religiosa. La espada y la cruz se convirtieron en los instrumentos para evangelizar  a los hombres salvajes. 
Los espíritus que animaban la vida del indígena y del cosmos fueron desplazados por la imagen de Dios y de Cristo de los evangelios. Los indígenas y los negros, considerados, pecadores hijos de Jehová. Para algunos  teólogos del imperio español, los indígenas y los negros eran seres salvajes que no poseían  alma. Por tanto, había que evangelizarlos mediante la palabra de Cristo. Sin embargo, en el interior del imperio español se produjo una polémica histórica sobre la naturaleza del indígena. Los sacerdotes y juristas de la Escuela de Salamanca (XVI-XVII), en desacuerdo con esa visión imperial que caracterizó al indígena como un bárbaro sin bondad y sin piedad. No. El precolombino lleva en su alma  los fundamentos del derecho natural. Son hijos de Dios. En todo caso, se impuso una ética imperial que convirtió al indígena, al negro y a otros grupos étnicos en esclavos parlantes que debían obedecer ciegamente al rey. No eran libres y soberanos. El rey era el amo  de las tierras y los hombres. Su poder derivó de la célebre doctrina del Derecho divino de los reyes. Tres siglos de dominio, de esclavitud y de servidumbre contribuyeron al desarrollo de una sociedad colonial y al nacimiento de una élite política y cultural, unas minorías creadoras, una generación que enfrentó con un proyecto ideológico al imperio español. Esta élite cuestionó al imperio y puso en tela de juicio los fundamentos históricos, políticos, jurídicos, religiosos y culturales de la monarquía absoluta. 
Desde la fundación de la Compañía Guipuzcoana en 1728 hasta el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811, fueron esas minorías creadoras las que construyeron un proyecto   de nación de origen republicano, liberal y civilista. Así nació un proyecto liberal fundamentado en la constitución de una república. Esas minorías asumieron la responsabilidad de liberarse del yugo imperial, sentar las bases de la República para promover el desarrollo material y cultural mediante la libertad individual. De igual modo la república impulsó el libre comercio sin las trabas del viejo sistema mercantil, absolutista  e  intervencionista. Sin embargo, el proceso emancipador  trastocó el espíritu republicano, generando formas de ejercer el poder  de contenido antifederal, centralista y dictatorial, personalista y caudillista. 


Es decir,  la ética republicana surgió en el seno de la sociedad colonial. Fue el resultado de unas minorías creadoras que enfrentaron las ideas, la acción política y militar del Imperio español junto con la espada, el oro y la cruz mediante un proyecto liberal. Fue el predominio del imperio sobre nuestra provincia que impidió el desarrollo individual de nuestra sociedad en general. El resultado final de ese proceso histórico fue el triunfo de la libertad sobre el despotismo, citando la obra política de Juan Germán Roscio. Fue  el triunfo de la soberanía popular sobre la teoría del derecho divino de los reyes. Así, nació una ética de origen republicano, cuyo fundamento  último descansó en la libertad individual. No obstante,  la dinámica emancipadora produjo unas consecuencias imprevistas  con efectos negativos   a lo  largo del siglo XIX.
Aun así, la promulgación de una nueva Constitución Nacional, en el año de 1830, permitió un camino esperanzador  para  retomar las bases  de la  república. El año de 1830, el inicio de un periodo histórico en la que se estimuló la paz, la seguridad y la riqueza pública mediante un gobierno liberal que defendió la libertad política y económica para impulsar el libre comercio. Se aprobó en el año de 1834 la Ley de Libertad contratos. Una ley que permitiría un proceso de acumulación de capital, clave para dar el salto hacia  una fase inicial de industrialización. Lamentablemente, se vino abajo el proyecto republicano causado por conflictos derivados entre el mundo militar y el mundo civil. La rebelión de las reformas (1835), el asalto al congreso en 1848 y la crisis económica contribuyeron al desenlace final con la Guerra Federal (1859-1863). En ese trayecto histórico surgió una moral de origen  personalista,  militarista y  caudillista. El caudillismo se impuso sobre la vida civil a lo largo y ancho de la geografía nacional. Este fenómeno representó el rumbo político de cada una de las regiones del país. Era el jefe, el épico, el guerrero, el carismático y el propietario de tierras y de ganado. El personalismo se erigió en el poder de decidir qué  era lo bueno y qué era  lo malo. Hubo un  respiró histórico  con la Guerra Federal y el desarrollo de un marco institucional que recuperó    el federalismo y los derechos naturales del  hombre (constitución de 1864). Entre 1864 y 1899, un proceso histórico  complicado que no hizo posible una sociedad auténticamente libre. 

Se inició el siglo XX.  El 23 de mayo de 1899, sesenta hombres comandados por los Generales Castro y Gómez llegaron a Miraflores, iniciando  una nueva  fase en la historia política de Venezuela. La revolución restauradora puso fin al caudillismo y sentó las bases de un Estado moderno con la creación del ejército nacional, la centralización del poder y la unificación económica y geográfica del país a través de una política de vialidad. Se instituyó la paz y la seguridad que fortaleció y consolidó una sociedad bajo la tutela de un régimen autoritario. Por otro lado, la riqueza pública minera fue explotada por el capital internacional y fue el periodo en que consolidó y fortaleció la industria petrolera. En la sociedad gomecista  el mandón único, el General Gómez representó al poder absoluto y contó con el apoyo económico de la renta petrolera. Así, nació una moral paternalista y estatista, bajo el poder del jefe único con el símbolo más representativo de los valores patrios como lo  fue la imagen de Simón Bolívar. Una moral paternalista y estatista que se fortaleció y consolidó con  el oro negro. Así, el  petróleo dividió la historia económica y social de Venezuela: la Venezuela agraria y  la Venezuela urbana y minera. En ese tránsito histórico emergió una moral estatal y rentista a lo largo del siglo XX. El Estado, el petróleo y una voluntad política se convirtieron en el motor de la modernización del país. El Estado fue el artífice de  nuestra sociedad y cimentó las bases de  una moral derivada del intervencionismo y el planismo. 
 Por lo que  no es  casual que La V república y el proyecto bolivariano, con un partido, un jefe único y una democracia comunal expresan en forma absoluta a ese Estado rentista e intervencionista que pretende dominarlo todo. Un Estado rentista negador de toda noción individual. Un Estado que pretende borrar toda imagen de libertad individual, de representatividad y de alternabilidad de los poderes. En esencia, es un Estado anti kantiano porque niega al individuo y al mercado. Abramos un compás a la historia de la Venezuela contemporánea. 

A partir de 1936, el Estado venezolano asumió en forma sistemática la responsabilidad de canalizar los recursos petroleros. La célebre tesis de Arturo Uslar Pietri “sembrar el petróleo”   refleja exactamente esa visión. Se estableció una política económica con el objetivo de optimizar  los ingresos petroleros mediante un esquema de planificación para organizar las fuerzas materiales del país. Había en la élite política la idea de impulsar una sociedad capitalista de origen agrario. En ese proceso histórico se consolidó y fortaleció un poderoso capitalismo de Estado y una economía privada de origen rentista. El Estado rentista impidió el desarrollo de una burguesía autónoma y libre y con voluntad de impulsar la creatividad y la innovación y asumir responsablemente el riesgo. Todo lo contrario, se formó un capitalismo privado encadenado inexorablemente a las fuerzas económicas y políticas del Estado. Una ética empresarial de contenido estatista y rentista no pudo seguir el camino clásico europeo y el de Norteamérica. Hubo un intento por romper ese enfoque en el segundo gobierno de CAP. Este gobierno impulsó una reforma económica y política en la que el libre mercado, el libre comercio y la descentralización constituían los fundamentos para promover una sociedad menos estatista, menos intervencionista y menos rentista. Sin embargo, el viejo país y dos golpes de Estado suspendieron la política económica de CAP y se volvió al viejo capitalismo estatal. Por su parte el gobierno provisional de Ramón J. Velázquez y el segundo gobierno de Rafael Caldera compartieron el viejo esquema estatista. 
Esta cultura estatista y rentista fue heredada por el gobierno bolivariano que ha hecho esfuerzos gigantescos para convertir al Estado  el motor del desarrollo nacional. La Carta Magna de 1999, las leyes habilitantes y la aprobación de decretos y reglamentos tuvieron el propósito de convertir al Estado en el  organizador de  las fuerzas políticas y económicas de la nación. Se  impone una ética que proviene del jefe único, del mandón único y del Estado rentista. Es un Estado anti-mercado y anticapitalista que niega el mérito individual y que propicia la colectivización de las actividades económicas y culturales. Fue  el  intento más audaz por forjar un hombre nuevo, el hombre masa, el hombre colectivo, el hombre Estado. Éticamente malo es el individuo, bueno es el Estado y las muchedumbres. 
En definitiva, ese Estado rentista y absolutista pretende extirpar todo vestigio de mercado, de capitalismo, de representatividad y de alternabilidad. Ahora bien, de nuevo nos preguntamos ¿Acaso dentro de esas consideraciones que hemos señalado anteriormente tiene sentido las reflexiones éticas del filósofo Kant? ¿En un país donde su vida económica depende del modo de ser del Estado, hay cabida para Kant? ¿En un país en el que su destino está sumergido en los sótanos de la naturaleza? ¿Para qué Kant? La respuesta es   compleja. Es un reto para las élites políticas del país. Cuál sería el tratamiento correcto. Cuando el Estado de manera radical quiere organizar colectivamente nuestras vidas, nuestros sueños, nuestras fantasías y nuestros deseos en ese momento vital de nuestra historia, cuán significativas son las reflexiones éticas de Kant.  Es un novedoso camino que nos ayudaría a promover un tipo de individuo que asuma su destino vital sin los símbolos del rentismo y del estatismo.
Por tanto, es  fundamental impulsar una reforma intelectual para persuadir al venezolano del proyecto liberal y de la necesidad de una ética individual, libre y autónoma que lo libere del peso del Estado y del subsuelo. Una ética  arraigada en el más profundo de su conciencia; una ética no sujeta a los vaivenes y caprichos de los gobernantes y de los sótanos de la naturaleza. Una ética individual cuyos actos y acciones se convierten en una máxima universal y que los imperativos categóricos sean determinados por la naturaleza de la subjetividad. 
Ser kantiano en un país post- rentista, significa por un lado, que los empresarios obren libre y responsablemente para producir bienes y servicios bajo los parámetros del mercado y de la competencia sin los condicionamientos del estatismo y el rentismo. Y por el otro, ser kantiano significa ser hombres dignos y responsables como un acto puro de la conciencia sin la vulgaridad y la chabacanería para dirigir su  destino vital  sin la protección de los poderes celestiales y terrenales que pretenden  convertirlo  en  esclavo  para alcanzar la gran utopía. Nada de eso. El hombre libre responsable  de sus actos y acciones sin la cultura del subsidio. Un intento. Un sendero. No la única.  No hay  palabras finales.

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