Una
Interpretación Cuántica del fenómeno histórico
A
Ramón
Rivas Aguilar
José Iraides Belandria
Conversaciones
maravillosas en aquellos años de cielos rebosantes de millones de estrellas, picoteaba el
sendero cuántico en el ánima de un mortal donde lo histórico
transcurría en dimensiones gigantescas
en un atajo en que nada parecía tener
origen y fin. En ese camino, un tejido incierto, misterioso y mágico donde todo brota
caóticamente de la nada. Una
realidad compleja e
incierta. En esos días, las primeras intuiciones de lo histórico con el tejido desbordante de
lo cuántico. Mi gratitud para mi amigo y compadre, que tocó
en mi ánima el fascinante y cautivante mundo de lo cuántico. Lo sorprendente es lo misterioso, mágico, azaroso,
aleatorio y probable. Allí, en esa
dimensión maravillosa la noción de causalidad
ausente.
El
fenómeno histórico ha sido
objeto de estudio a la luz del
pensamiento judeo-cristiano y del pensamiento
helenístico. Es decir, la
historia lineal y la historia cíclica, respectivamente. En ese sentido, el filósofo ruso, Nicolás de Berdadiev, en su libro “sentido de
la historia” describe una visión sintética de ambos enfoques para abordar los eventos históricos
mediante la concepción cristiana
y la concepción griega. La primera, representa la historia como
resultado de la providencia,
donde el tiempo es parte vital de la divinidad. Lo temporal y lo divino en un acto único e irrepetible. Así, la imagen
de Eloim y de Cristo,
la génesis y proyección
de los eventos históricos con una carga
religiosa y teológica. La
eternidad, lo divino en lo temporal marcan el ritmo de lo histórico con un
propósito final: la espera del
mesías para alcanzar la gloria celestial. Dentro de esa dimensión vital, nace la
historia como fruto de la caída del pecado, el proceso de purificación espiritual y la espera del mesías
para conquistar la salvación eterna. El pasado, el presente y el futuro en la
línea del tiempo. Lo histórico
impregnado de la divinidad. El hombre se mueve entre lo temporal y la eternidad.
En otras palabras, solo existe lo
histórico en la mirada judeo cristiano.
Subyace en esta visión, una filosofía de la historia teológica,
religiosa o laica. Todas las filosofías
de la historia están impregnadas del espíritu
de un esquema lineal de la
historia. La escuela del
romanticismo, la escuela hegeliana, la escuela positivista, la escuela marxista, llevan en su
seno el sello lineal de la
historia. La noción de escatología,
de apocalipsis, de catástrofe, de
mesianisnismo, de la espera, de la
llegada del hombre divino terrenal y los salvadores de la humanidad del pecado.
Todas en su ánima
el espíritu de la utopía en el cielo
o en la tierra. Es el fin de la historia de Francis Fukuyama. Los
estudiosos del tema examinan esta
manera de los eventos históricos desde una mirada celestial, según ellos, nace con las profecías de Daniel.
Daniel como el inspirador y el mentor
de esa representación teológica y
religiosa para develar el transcurso
del tiempo como parte de lo temporal y lo eterno. Una metafísica de lo
histórico con una determinación profundamente teológica. Con el pensamiento judeo-cristiano nace la
historia, el tiempo, la finitud, el
pecado, el drama del hombre, su temporalidad y el deseo de alcanzar la
eternidad. Lo histórico en lo divino y
lo divino en lo histórico. La utopía es el final de la caída del hombre en la
tierra que trasciende su finitud
para lograr la intemporalidad.
Así, las ideologías políticas, están imbuidas
de esas creencias y el fin
de la historia en el ámbito de la
libertad o el ámbito del comunismo. Es decir, el enfoque histórico desde la perspectiva celestial y terrenal tiene
como denominador común el fin de la historia: libertad o totalitarismo.
Esta
dos formas de mirar el fenómeno histórico, el esquema
del retorno eterno y el esquema lineal, sin duda alguna, marcaron y siguen marcando
los enfoques historiográfico por
más de
dos mil años. Sobre todo el enfoque
judeo-cristiano que se nutre de elementos religiosos y teológicos del
antiguo y nuevo testamento. En ese sentido, El fin de la historia comienza
con la llegada del mesías
que revelará el camino del
paraíso y el encuentro con la
inmortalidad y la eternidad. La espera
es un signo del fin de los tiempos.
La esperanza milenaria en el ánima
del mortal. En el mundo laico, la historia
expresa el signo del progreso, de la evolución hasta alcanzar
el bienestar material y espiritual. Dentro de esa mirada múltiple, el edén
es posible tanto en el mundo
divino y temporal. La otra expresión no histórica, el eterno retorno, la noción de lo histórico y el tiempo en una
dinámica circular donde el presente, el pasado y el futuro no tienen origen y fin. Se mueven eternamente en forma circular.
Pues
bien, en la era de un nuevo proceso
civilizatorio, la era de la sociedad de
la información y del conocimiento como
el fundamento de la riqueza material y espiritual, la
teoría cuántica es la seña que explica en última instancia
los impulsos vitales
de ese proceso civilizatorio que está cambiando la naturaleza de la especie humana: su historia,
su biología y su espíritu. La mecánica
cuántica está enmarcada en unos
postulados teóricos que trascienden la mecánica clásica, la causalidad, la predicción, el orden y las leyes
que explica el origen y el fin de los fenómenos naturales. Eso no es posible en la mecánica cuántica. Aparentemente, pareciera
que la que presencia del mundo
sub-atómico que se comporta de
forma caótica y desordenada se
mueve en un ritmo no causal, no lineal,
incierto, complejo y difícil de prever.
Todo pareciera surgir de la nada en ese mundo microscópico.
Dentro
de esa perspectiva cuántica, es
posible que se pueda abordar el hecho histórico que nos permita visualizar los procesos
históricos de una forma no causal, no lineal, sin origen y sin destino. Caos, desorden, complejidad e incertidumbre
pareciera ser la realidad que hoy
vive el mundo histórico global.
Se mueve sin origen y sin destino, como un planeta errante en lo más gigantesco y complejo
del universo, que se mueve y se expande
hacia unos horizontes sin razón y sin propósito. Se percibe un proceso
de globalización cuántica. Es una mirada, un chispazo, un fogonazo. Solo
eso: una mirada. Incierta, caótica y fantástica.
Por
lo tanto, hay que renovar los esquemas
historiográficos desde una
perspectiva cuántica para examinar desde esos postulados teóricos
la manera no casual y no
lineal de un mundo global como historia que se
concentra, se dispersa, se diluye, se atomiza, se desintegra y retorna a una unidad caótica sin
causalidad y horizonte y revela su complejidad. Es el inicio y el fin de la certidumbre.
Estamos viviendo en la era de la
complejidad y el fin de la certeza. Las generaciones del tercer milenio tienen en sus manos
la posibilidad de mirar el proceso histórico venezolanos desde una dimensión cuántica. Esa
generación lleva en sus cromosomas el
ADN de un proceso civilizatorio que trasciende las fronteras
del viejo orden histórico y las fronteras de la tierra con la
fuerza vital del mundo cósmico e intergaláctico.
Como
se ha señalado en párrafos anteriores, la historia en una mirada cuántica. Una posibilidad. Un intento.
Desde luego, sobre estas reflexiones no
existe la última palabra. La Royal
Society, “la sociedad científica más antigua del mundo”, tiene como
lema: Nullius In verba: “No confíes en la palabra de nadie”. Frase que tiene origen en una de las epístolas del poeta romano
Quinto Horacio Facio: “No me vi obligado a jurar por las palabras de maestro alguno, me dejo
llevar como huésped de paso a donde me arrebata la tempestad”.
Hoy, la más bella aventura del hombre, en
un estadio gigantesco de una civilización, que se mueve entre
lo complejo, lo incierto, el desorden cuántico, en la que el mundo de lo pequeño y lo grande,
lo natural y lo social, emergen como
arte de magia sin saber cómo y porqué. Rige la no causalidad, la no
predicción y la probalidad. Es el
nuevo proceso civilizatorio que está marcando y delineando
el futuro de una humanidad,
dejando en el pasado los escombros de la prehistoria. Estamos
presenciando la era post-historia, cuyo fundamento último
descansa en la cuántica.
Así,
la Inteligencia Artificial, el nuevo paradigma civilizatorio, la
oportunidad de hacer uso de ella para manipular, alterar, transformar, cambiar, mutar, acelerar y retroceder y avanzar los procesos históricos del pasado, del presente y del futuro. Asimismo,
la neurociencia nos habla de
la cuántica de la mente. Entonces, por
qué no la cuántica de lo histórico. Lo histórico, producto del azar, de lo
caótico, de lo complejo, de lo incierto,
de lo probable, sin origen y destino. Se
plantea la posibilidad de introducir en ella,
en lo histórico,
nuestras fantasías, nuestras pasiones, nuestros deseos, nuestras
acciones, convirtiéndonos en protagonistas en los eventos históricos que
quedaron en nuestra memoria. En fin, el fenómeno histórico y su análisis
desde los parámetros teóricos no clásicos de la física que trascienda
el enfoque lineal y circular
del hecho histórico.