Entre el olvido y el recuerdo: la presencia de José Ortega y Gasset en el espíritu de la Facultad de Humanidades y Educación Origen y Destino Vital

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Entre el olvido y el recuerdo: la presencia de José Ortega y Gasset en el espíritu de la Facultad de Humanidades y Educación

[Origen y Destino Vital]

 

Ramón Rivas Aguilar

 

 

El defecto más grave del hombre es la ingratitud. El ingrato olvida que la mayor parte de lo que tiene no es obra suya, sino que le vino regalado de otros, los cuales se esforzaron en crearlo u obtenerlo… olvidar el pasado, volverle la espalda, produce el efecto que hoy asistimos: la rebarbarización del hombre… Hemos heredado todos aquellos esfuerzos en forma de creencias que son el capital sobre el que vivimos… Tener conciencia de que se es heredero, es tener conciencia histórica (José Ortega y Gasset. Ideas y creencias. Revista de Occidente, Madrid, 1959, pp. 28-31).

 

Corría el año de 1955. Era el mes de junio. El mes que anunciaba la llegada de las brisas de los mares del sur y las nevadas arropando silenciosamente las altas montañas de la Cordillera de Los Andes. Mientras tanto, dos potencias fortalecían y consolidaban el poder nuclear y los vuelos espaciales. Era el reto de los científicos develar los secretos de la materia y, como consecuencia, potenciar una fuente de energía con fines pacíficos para de promover el progreso material y cultural de las naciones. Sin embargo, la primera explosión atómica, realizada en el desierto de Álamo, en el año de 1944, horrorizó la mirada inquieta del científico norteamericano Albert Einstein. Vio con temor en ese fragor endemoniado en forma de hongo la  destrucción  de la vida en la Tierra. Las potencias corrían el riesgo de un estallido nuclear con consecuencias devastadoras para el destino de la civilización occidental. Por ejemplo, la crisis de octubre en el año de 1962, la crisis de los misiles en Cuba, reveló la fragilidad de nuestra civilización.

 

Desde la conflagración mundial hasta los peligros de la inocente imagen del hongo nuclear, el hombre en occidente estuvo al borde del abismo y el precipicio. La ambición imperial, los odios ideológicos, la irracionalidad del mercado y el auge de los totalitarismos olvidaron los  ideales del humanismo, producto del renacimiento, de la ilustración y los enciclopedistas.  El hombre perdió el horizonte vital y sumergió en una profunda crisis histórica. No tenía la menor idea  de lo que significaría para los pueblos europeos los campos de concentración y el desprecio por  la dignidad humana. El hijo de Dios fue convertido en una simple ficha al servicio de un Estado total que evocaba la esperanza milenaria. Fue la insensatez, la arrogancia, la vanidad, la intolerancia y el fanatismo de unos hombres que hicieron de sus creencias verdades absolutas y totalitarias y convirtieron al Estado en el fundamento de  la vida individual y colectiva. El antropólogo Bronislaw Malinowski en su libro Libertad y civilización (1944), describió la naturaleza del  Estado totalitario:

 

Bajo el gobierno totalitario, el Estado asume la fiscalización de todos los credos adecuados, de la ciencia, de la educación y de las decisiones de la justicia. Así, suprime la autonomía efectiva y creadora de la Iglesia, la escuela, la investigación, las organizaciones religiosas, los tribunales libres y el debate libre. Suprime la independencia de la familia, la municipalidad y la libertad de asociación. En realidad, el totalitarismo es una tentativa, no sólo de controlar, sino en gran parte de aniquilar las demás instituciones y de sustituirlas por una fiscalización dictada por el Estado (Editorial, Claridad, Buenos Aires, 1948, p. 81).

 

 

Otro de los gigantes del pensamiento universal, Don José Ortega y Gasset, percibió con claridad la crisis histórica del proyecto de modernización que  se había iniciado en Europa con el fin de la sociedad medieval. Para él, el auge de la ciencia y la tecnología determinaron la barbarización del hombre y la pérdida de su capacidad creadora para estar en sintonía con los tiempos históricos. Las universidades acentuaron la especialización del saber y produjeron un  profesional sin sensibilidad vital por la cultura. Dejó en manos del estado y las muchedumbres su destino vital. Algunos pueblos europeos se habían estatizado y colectivizado. Por tanto, había que salvar a esas sociedades de la barbarie, de la mediocridad y la chabacanería a través de la cultura. Era ineludible instaurar en las universidades una facultad de la cultura con el fin de formar un hombre culto a la altura de las circunstancias históricas. Un buen profesional en capacidad de comprender las ideas básicas de su tiempo histórico. El propósito era devolverle su espíritu liberal como  fundamento de la existencia humana. Así, lo expresó en los años 30…“Desde hace dos generaciones tiende a desinvidualizarse…siente una lujuriosa fruición en dejar de ser individuos y disolverse en lo colectivo” (El Espectador, Tomo VII y VIII, Revista de Occidente, Madrid, 1964, p. 298).

 

Entonces, ¿Cuál era el camino? Para Ortega era educar al hombre de manera que se “sintiese único, responsable de si mismo en el goce, como en el deber y el dolor. Creer que cada ser humano debe quedar franco para henchir su individual y transferible destino” (Ob., Cit., p. 300).

 

Es decir, el hombre  capaz de decidir su destino vital sin la sombra del estatismo, del colectivismo y los totalitarismos. Dentro de esa perspectiva, junto con Julián Marías  promovió la creación del instituto de humanidades en el año de 1949 con el objetivo de propiciar. Una nueva forma de convivencia intelectual que permita y fomente la participación vivaz de muchas personas en el cultivo de las ciencias de lo humano. La base de todo ello es la historiología:

 

… Disciplina que nunca ha sido acometida en serio, dando lugar a que los libros de historia, cuales quera sean sus virtudes y méritos singulares, contengan materia tan vagarosa y sin compromiso y hablen del pasado como de algo ajeno a nosotros, siendo así que constituye nuestros propios entresijos. La historia tiene que tener razón, es razón narrativa, una narración que explica y una explicación que consiste en narrar. Es inadmisible la conducta habitual de la historia que se fatiga en probar, a veces con una superflua ostentación de rigor, los datos que maneja, pero no prueba lo que ella dice sobre esos datos y aún rehúye plantearse las cuestiones de realidad humana que anuncian, con lo cual resulta que siendo los libros de historia los más fáciles de leer son los menos inteligibles (José Ortega y Gasset. Misión de la Universidad. El Arquero, Revista de Occidente, Madrid, pp. 166-168). 

 

 

La creación del Instituto de Humanidades  a mi manera de ver tuvo una repercusión significativa en el auge de los estudios humanísticos en América Latina por los años cuarenta. Una generación de españoles en el exilio, de lo más granado en el pensamiento filosófico irradió con tanto entusiasmo esa iniciativa en algunas universidades de Hispanoamérica. Muchas de esas universidades como México, Costa Ricas, Argentina, Venezuela estimularon la idea de las humanidades como un camino para generar buenos profesionales y sensibilidad por la ciencia de lo humano en sus distintas perspectivas. Américo Castro, prestigioso historiador español, no desconocía la  creación del Instituto de Humanidades, cuando susurró al ensayista merideño Don Mariano Picón salas de la necesidad de los estudios humanísticos en la Universidad de Los Andes. Sin negar los aportes de la ULA, en ese campo, a lo largo de su historia, era necesario animar esa idea en perspectiva hacia la creación de una facultad de humanidades en la ULA con el fin de estudiar la vida del hombre en sus distintos saberes.

 

Fueron pasos fundamentales para la universidad estimular una iniciativa de tal naturaleza en la que se examinaría la ciencia de lo humano en sus distintas miradas. Un hecho trascendente, en un momento de la historia de América latina  en la que se sentía el peso de la bota militar. La Universidad de Los Andes se encaminaba, en definitiva, a estimular los estudios humanísticos. La idea se asomó un 20 de junio del año de 1955, cuando el Consejo Académico de la Universidad  hizo posible esa aspiración tan demandada por nuestra sociedad en general.

Por esos  caminos, el 20 de julio de 1955 el Consejo Académico de la Universidad de Los Andes, por decreto instaló la escuela de Humanidades, adscrita a la Facultad de Derecho. Una tarea gigantesca en uno de los Estados más hermosos de la Cordillera de los Andes. Aún cuando persistían los residuos agónicos de un régimen autoritario, legitimado por una ideología de origen bolivariano, la Escuela de Humanidades echó a andar con  limitaciones físicas y  penuria económicas en sus primeros cinco años de vida. Fue la pasión, el amor por las humanidades que se impuso poco a poco ante la complejidad de nuestra historia contemporánea. Luis Spinetti Dini, primer director de la Escuela de Humanidades, adscrita a la Facultad de Derecho, leyó las palabras el día de la instalación de la escuela de Humanidades; palabras que revelaron el sentido de los estudios humanísticos:

 

Las humanidades nos llevarán a conocer al hombre en toda su dimensión, en su dimensión espiritual, en lo que en él hay de permanente, en cuanto de él quedará cuando su cuerpo no exista ya más (escritos de Razón Distinta, Universidad de Los Andes, Mérida, Ediciones del Rectorado, 1972, p.155).

 

 

Más adelante, en una de sus páginas hizo un reconocimiento significativo al papel que jugó Américo Castro en tan hermosa tarea histórica. Terminó su discurso con un  párrafo que refleja las agudas reflexiones del maestro Ortega sobre el papel de las humanidades en el quehacer vital de las sociedades:

 

La escuela de Humanidades que hoy instalamos aspira a que Mérida vuelva por su vieja y muy pura tradición espiritual aumentar el acervo cultural de la República, formando profesionales en algunas ramas de la docencia o completando los estudios que se siguen en otras facultades. Que esta escuela, la más pequeña entre muchas que integran las cinco universidades venezolanas pueda algún día merecer las palabras que, referidas a la abeja, encontramos en el eclesiástico: pequeña entre los seres alados es la abeja, pero el fruto de su labor es riquísimo (157).

 

En efecto, el artículo 1 del decreto expresa en esencia la naturaleza de la escuela de Humanidades:

“Se crea la Escuela de Humanidades, dependiente de la Facultad de Derecho de esta Universidad, la cual tendrá por objeto principal formar profesionales en las ramas de la filosofía, la historia, la literatura y la filología a la vez que procurará integrar con un fundamento cultural amplio y racional los estudios profesionales que se siguen en las distintas escuelas de la Universidad” (159).

 

El 11 de noviembre de 1955, el Consejo Académico de la Universidad de Los Andes, decretó la creación de la escuela de Humanidades e inició el funcionamiento de sus actividades académicas y docentes. En la Instalación del Acto académico fueron importantes las palabras pronunciadas por el rector de La Universidad de los Andes, quien resaltó la importancia de los estudios humanísticos para los nuevos tiempos. Asimismo, Alfonso Méndez, columnista de El Vigilante, en su Sección Despertar del Tiempo, escribió palabras significativas sobre el nacimiento de la escuela de Humanidades y su repercusión en la formación   espiritual de un nuevo profesional:

La Escuela de Humanidades de Mérida es ya una tangible y hermosa realidad. La Ilustre Universidad de Los Andes es propietaria de un inexpugnable baluarte para defender el anhelado sitial de la cultura, tantas veces maltratado por el egoísmo y la visión grosera. La creación de esta Facultad no es un hecho extemporáneo son todo lo contrario, un perfecto acertar en el preciso instante en que el hombre moderno sufre sed de espiritualidad porque se encuentra en la mitad del desierto subyugante del materialismo. El hombre mecanizado sentirá hervir el amor por sus semejantes. Serán más humanos los encargados de la justicia los enviados a curar enfermedades, los protectores del miserable atrapado por el frío y la desnudez. Ayudará esta facultad del seno de la sociedad venezolana todo el bagaje inhóspito y antihumano que destruye las energías y las esperanzas de la Venezuela del mañana (El Vigilante, 11 de noviembre de 1955, p. C).

 

No deja de ser interesante  el Editorial de El Vigilante sobre el influjo  de la Escuela de Humanidades en el destino  del espíritu del hombre:

 

Una nueva escuela como la de Humanidades… es como una puesta nueva que se le abre a la sabiduría y a la ciencia, como un camino real para las más limpias aspiraciones del espíritu humano (Editorial El Vigilante, 11 de noviembre de 1955).

 

En el primer aniversario de la instalación de la Escuela de humanidades, fue invitado  el Doctor Horacio Becerra, decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Central de Venezuela, quien pronunció un elegante discurso  y expresó con la claridad del filósofo  los fundamentos de las tesis de don José Ortega y Gasset  en torno a la necesidad de formar hombres cultos y buenos profesionales a la altura de los tiempos:

 Para evitar los conocidos tumbos a que está arriesgada toda disciplina cientificista, nada más saludable que una visión total de los problemas del hombre, una concepción del mundo menos rígida, más amplia y generosa que podemos adquirir mediante los estudios de las disciplinas filosóficas y las humanidades. Un humanismo modelado de acuerdo con nuestro propio ser y que a su vez, como tarea de cultura, nos vaya clarificando las ideas sobre lo que somos y podremos llegar a ser. S estamos empeñados en la búsqueda de un nuevo humanismo, cónsono con el alma venezolana, es muy oportuna la ocasión presente en que ustedes se inician en su conquista, para el respaldo de la mutua colaboración. Que la escuela de humanidades de Mérida vea y sienta siempre en la facultad de Humanidades y educación de la Universidad central, la mano cordial tendida para el mutuo apoyo, mutua comprensión y un parejo y fecundo ideal (Horacio Cárdenas. Mérida y su Escuela de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1956, pp. 8-10) 

 

 Poco a poco maduraba la idea de la creación de una Facultad de Humanidades en una Universidad que requería consolidar y profundizar los estudios humanísticos para ponerse a tono con una nación que demandaba cambios  y transformaciones. Al final de la década hirvió el espíritu libertario y el hombre de Michelena  emigró a otras geografías en la que  olfateó con delicia la espada de otros tiranos. El renacer democrático y el deseo de vivir el libertad, convirtieron a la Universidad en el factor fundamental para propiciar los valores democráticos y formar profesionales en sintonía con la evolución de la sociedad venezolana. Se aceleraron los esfuerzos institucionales para echar los cimentos de la facultad de Humanidades en la ULA Los estudiantes de la Escuela de Humanidades jugaron un papel  de importancia en esa  dirección. Basta leer la prensa de la época en la que se revela el ímpetu de unos jóvenes para conquistar tan maravillosa idea que fascinó al pensador  de la razón vital. Uno de los más ardientes defensores de la creación de la Facultad de Humanidades fue el poeta  Hernán Trac.   Fue el 12 de julio de 1958 cuando se elevó a la categoría de facultad la Escuela de Humanidades. Esta  se materializó con el gobierno Provisional de Wolfang Larrazábal y el primer rector de la democracia universitaria en la cuidad de los viejos cafetales y camburales. Don Pedro Rincón Gutiérrez, el 10 de octubre de  1958. La ciudad del sol de los venados acogió con entusiasmo el nacimiento de la Facultad de Humanidades y Educación que ha hecho historia y sigue haciendo historia con sus aciertos contradicciones, limitaciones y paradojas como parte natural del devenir humano.

 

Tendría aproximadamente diez años, cuando la ciudad de los emperadores vio nacer con entusiasmo la Facultad de Humanidades y Educación que se  ha proyectado intelectualmente a lo largo de más de cinco décadas. Olfatee sus primeros pasos en la década de los sesenta, cuando tuve el privilegio de culminar mi bachillerato en el Liceo Libertador. Un liceo que nació a la sombra de una dictadura y que logró estrechar profundos lazos intelectuales y espirituales con la Universidad de Los Andes. Cuando reviso la prensa regional de la época descubro una riqueza ideológica en la que se ponía a prueba el debate de las ideas en la Facultad de Humanidades y Educación. Así, descubrí la semblanza poética del Profesor Adelis León Guevara, un poeta que a cada instante añoraba  la magia del Llano. En esos años, el poeta sembró en el espíritu de la Cordillera de los andes merideños el esplendor y la belleza de los llanos de la ardiente Barinas.

 

La prensa nacional, regional y la historia oral revelaron por esos días la grandeza intelectual de la Facultad de Humanidades y educación que ha dignificado y espiritualizado un saber y se ha proyectado más allá de la provincia de Venezuela. Dentro de ese orden, se puede percibir la obra filosófica y religiosa del profesor de filosofía Marcovich. Una obra de alcance universal. Su Heráclito, un monumento del pensamiento, un texto  filosófico que recorre las más prestigiosas universidades del mundo.

No me cabe la menor duda,  que  Heráclito devela con su mirada tan hermosas páginas que aún persisten infinitamente en el espíritu del Planeta Tierra. Asimismo, la traducción al español del bagabaguita, una de las biblias del pueblo hindú,  expresa la profunda espiritualidad de este filósofo que nos trajo de la India tan hermoso texto religioso. Una obra que se desprende de sus páginas la fragancia natural de un pueblo acariciando con delicadeza los misteriosos senderos de la montaña andina. Se delinea el cruce entre la lejana civilización asiática y los caminos de la geografía de los bellos páramos..

 

José Manuel Briceño Guerrero, otros de esos pensadores, filósofo y filólogo, escarbando la complejidad del hombre latinoamericano. En sus obras filosóficas muestra el caos creativo del discurso salvaje. En su soledad radical se hizo la pregunta por el ser. Una mirada. Miguel Marcial, sabio y erudito, proveniente de las tierras colombianas, desde la vieja facultad, sombreada por sus hermosos pinos y escuchando el susurro melodiosos de las paraulatas, dejó en el espíritu de Occidente tal vez la más sabia interpretación de la celestina. Considerada una de las más eruditas de la literatura universal. En las altas montañas de los pirineos su autor Fernando Rojas ya no la ve como suya.

 

Por esos andares del saber, llego de la República Dominicana el político y escritor J. I. Jiménez Grullón, precursor de los estudios de pensamiento económico en la Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades y educación, un estudioso del tema universitario y de la biología. Uno de los críticos más agudo del pensamiento filosófico del pensador español Don José Ortega y Gasset. La facultad de Humanidades y educación editó dos libros  escritos por Jiménez Grullón  sobre Ortega y Gasset.

 

Aún disfruto con  fruición en el jardín de las palmeras, en la sabana verdosa de la Virgen de la Milagrosa, las sabias páginas de su libro Biología dialéctica, editado por la Facultad de Humanidades y Educación. El Doctor Tiller, erudito y estudioso de la mitología universal, dejó correr por los pasillos de la vieja facultad una galería de dioses y héroes que estremecieron el alma del pueblo griego. En su lento caminar y con su mirada inquieta dibujaba las peleas titánicas de aquellos gigantes que no daban paciencia a sus pasiones y deseos fervientes por la diosa Eros. Aún de pequeña estatura levantaba sus ojos hacia aquellas islas que sentaron los cimientos de la cultura Occidental. 

 

Cómo imaginar que en la vieja facultad se encontraba una discípula del pensador de Guadarrama la profesora de literatura María Rosa Alonso. Que delicia para el bachiller Adelís León Guevara escuchar en los salones de la vieja facultad de esta discípula Ortega sobre los temas literarios de la época de oro de la España Clásica. Asalta en mi recuerdo las lecciones filosóficas del maestro José Ortega y Gasset en aquella aula en la Universidad de Madrid, cuando sentada en uno de sus pupitres María Rosa intuía su destino vital. Cuando vio por primera vez la tierra de gracia, dijo con emoción: “llegué en silencio, con los ojos abiertos dispuesta a trabajar, a aprender y a esperar, que es, en serio, a lo que he venido a Venezuela” (Residente en Venezuela, Mérida, 1960, p. 9).  La obra residente en Venezuela  expresa  la conciencia histórica de una nación que ha sido fiel a su tradición libertaria, civilista y democrática. Sus páginas son pinceladas sobre figuras estelares del pensamiento que han recorrido misteriosamente la vida espiritual de la historia de Venezuela.

 

No dejo de recordar y escuchar en palabras del profesor Francisco Gavidia sobre el papel  de la  profesora de Argentina Tula Núñez en el desarrollo de los estudios históricos de nuestra Facultad. No dejó de pensar y se esforzó con entusiasmo para que examinarán  el  sentido de lo histórico en la vida humana. Asimismo, su esposo, otro de esos hombres preocupados por la necesidad de las lenguas modernas en nuestra Facultad.

 

En uno de esos días decembrinos, en la ciudad de  Mérida, emergió una gigante figura   de la antropología y la lingüística  y llegó  silenciosamente a las puertas de la vieja Facultad: Roger Bartra. Sus libros, sus escritos, sus ensayos y conferencias se centraron en explorar en toda su complejidad el hombre salvaje en América.

 

Por otro lado, solían hablar profesores y bachilleres de la  poética y novelística de Alfonso Cuesta y  Cuesta. Un gigante de la literatura ecuatoriana. Su novela: Los hijos retrata la vida cotidiana de hombres y mujeres en la vida del anonimato creciendo para dignificar  la existencia humana.

 

De igual modo, en esos días y noches de la ciudad de Mérida se hablaba de uno de los escritores latinoamericanos de mayor proyección en la vida espiritual parisienses. El hombre que en sus sueños le fueron apareciendo unos seres muy diminutos y flotando en el aire: los célebres cronoscopios. Asimismo, escribió uno de los relatos más extraordinarios sobre el norteamericano Charles Parker, músico, cuyo   ritmo y melodía   cambió radicalmente las partituras convencionales de la música Occidental. Asombrosa descripción de ese personaje con  su saxofón   provocaba continua y discontinuamente partituras musicales, audaces y atrevidas para el músico convencional: Julio Cortaza. Dio una conferencia en el auditorio que nos sorprendió con una minuciosa y detallada descripción sobre la historia del boxeo desde la antigua Grecia hasta la sabana de los dioses.  Sin embargo, la vieja facultad en las noches oscuras,   algunos profesores y bachilleres arropando la utopía le negaron el doctorado honoris causa al célebre poeta argentino Jorge Luis Borges. Una mancha de aceite, como diría el novelista colombiano Piedrahita en los alrededores de la ciudad donde  aún se siente aullidos de  lobos y perros.

 

Cuando salí de Santa Rosa de Carvajal, la sabana de los dioses, remonté la cordillera del estado Mérida, cuanta sorpresa al contemplar una geografía de mestizos colores y de un cielo azul intenso. En un célebre autobús parecíamos flotar entre las nubes. Por vez primera sentí que mi fantasía parecía tocar los limbos de los cielos  montañosos. Que sensación tan maravillosa. Al llegar a la vuelta de Lola, comencé a descubrir una Mérida rural, telúrica y pastoril e inmensas casa de tapia de origen colonial en el año de 1968. Aún se sentía las brisas de los inmensos cañamelares y los viejos trapiches, lluvias y neblina que asediaban apaciblemente la vida cotidiana en la ciudad. Fue impresionante el percibir el resplandor del sol de los venados remontando el lomo de las inmensas montañas. Las nevadas eran imponentes como un cobijo arropando la cordillera merideña. Culminé el último año de bachillerato en el célebre liceo Libertador en el periodo lectivo 1968-69. En ese liceo se sentía el peso político e ideológico del liderazgo universitario.

 

La izquierda marxista y la democracia cristiana fueron las corrientes políticas más influyentes de una generación que deseaba fervientemente abrazar el paraíso y la utopía. Conservo en mi memoria las imágenes de amigos y de tres maestros que compartieron sus conocimientos con tanto amor con unos jóvenes impacientes por la política y con la esperanza de alcanzar el edén. Los profesores el Che Garrido, el Doctor Montes y Molina, profesor de matemática, física y química, respectivamente, dejaron en el pizarrón huellas significativas de las figuras melodiosas de Pitágoras; de la importancia de la alquimia para alcanzar la inmortalidad y del impacto de la física teórica en la evolución de la vida electrónica de los próximos tiempos. Asalta a mi memoria un joven estudiante con potencialidades intelectuales y defensor radical de la ecología: Miguel Valery. Así como también forro de urna, vampiro y carro loco. Posteriormente, ingresé a la facultad de Medicina en el año de 1970. Las muchedumbres se impusieron y comenzó la era de la masificación. Fracasé rotundamente en esa carrera que le pertenecía a Hipócrates, Vesalio y Paracelso. Tuve excelentes y competentes profesores con vocación, con pasión como lo fueron el doctor Klein, Rengel, Sosa, Manzaneda. Brillantes académicos que supieron dar lecciones maravillosas sobre la configuración y el funcionamiento del cuerpo humano. Parecían unos hombres del renacimiento cuando utilizaban  el pizarrón  para representar  las imágenes más hermosas de la anatomía humana. Cuando descubrí por vez primera en el pizarrón de la cátedra de Físico-Química que impartía el Dr. MaKoly, unas complicadas ecuaciones sobre la naturaleza y complejidad de la estructura molecular  para explicar la vida, asaltó a mi mente  las primeras representaciones de los libros de Oparin  y T. Chardín.  Asimismo, los doctores Sosa y Gonzáles en las clases de histología nos  hacía sentir como una simple brisa en el camino al observar en el  microscopio la simple y diminuta célula: flor de la vida.

 

 

 

 

Sólo quedó en mi archivo bibliográfico los libros cazadores de microbios; Historia de la embriología y teratología de E. Kleiss;  De Herófilo a Razetti de Luis Rangel Sánchez  y el célebre manual de disección y dibujo anatómico  de Rengel y Kleiss.    El doctor Kleiss y el poeta Adelís León Guevara  descubrieron en mi espíritu el hambre por el saber universal. Fueron directo: “bachiller su destino está al final de la avenida Universidad. Gracias amigos. Para el poeta toda mi admiración, gratitud, respeto y veneración. Con su fina ironía era capaz de estremecer los propios cimientos de las pirámides antiguas. Su palabra fecunda y sagrada sigue golpeando las miradas convencionales de hombres y dioses entre el cielo y la tierra.

 

En ese trajinar cotidiano en la ciudad de Mérida, inicié en el año de 1971 mis estudios en la escuela de historia en un ambiente político y académico marcado por el mayo francés, la renovación universitaria y de las propuestas audaces del sociólogo Darcy Ribeiro para estimular nuevos enfoques metodológicos y la  de configurar un perfil universitario a tono con el tiempo histórico. Seguramente, estábamos viviendo cambios profundos en la sociedad venezolana que requería una transformación de nuestras universidades para adecuarse a un proceso expansivo de industrialización y de urbanismo. Era el fin de la era rural, cediendo a la pujante sociedad urbana. En todo caso, imagino el primer día de clase, una mañana radiante y cálida, cuando vimos llegar a nuestro primer profesor: era una mujer elegante, de  bella sonrisa, que nos develó con sus enseñanzas los más hermosos misterios del cercano oriente, de la grandeza del pensamiento judío y del vasto imperio romano y su impacto en el nacimiento del espíritu de la ley y de la justicia en la cultura occidental. Y, sobre todo, cuando relataba con  detalle las luchas titánicas de aquel hombre en defensa de los esclavos en Roma: Espartaco. Aún conservo en mi memoria de Howard Wast: Espartaco. Era la profesora Lippolis. De mi Buenos Aires Querido, donde se le cantaba a la bella e indomable Patagonia. Nos leía párrafos del poema Gigalmet y del viejo y nuevo Testamento. Valoró en su justa dimensión filosófica el significado de la poesía en la reconstrucción de los fenómenos históricos en la Grecia Clásica. Fueron los poetas  con sus metáforas salpicaban de ironía  los rostros del mísero tirano. Ellos, temían a esos tejedores de imágenes que corroía con delicia el alma endemoniada del déspota. En esa tarea histórica  los profesores Sara Olmos y Homero Calderón  han contribuido significativamente  con el correr del tiempo  hacia el fortalecimiento  y consolidación de los estudios del mundo antiguo con sus clases, seminarios y las más diversas publicaciones  que denota el arte y la belleza de unos breves libros que expresan  con tan tanta riqueza espiritual las enseñanzas de su maestro. 

 

Otro día, entre el azar y el destino, se presentó en uno de los salones el profesor José Mendoza Angulo. De impecable vestir nos habló sobre el objeto y método de la Economía Política y de los más diversos temas del pensamiento económico. Poseía una disposición natural para expresar con claridad y precisión los conceptos más difíciles de la ciencia económica que tenían que ver con los aspectos monetarios, cambiarios  financieros. Era puntual, exigente, riguroso en sus clases y en sus exámenes. La Economía Política era mi pasión. De nuevo cursé esa materia en la facultad de Derecho, impartida por este profesor. En otra ocasión, en el edificio cacique,  frente de la vieja facultad, disertó magistralmente sobre los fundamentos teóricos del V Plan de la Nación y su impacto en el nacimiento de un capitalismo de estado en el que su destino dependía y sigue dependiendo del subsuelo. No olvido la célebre conferencia sobre la crisis del sistema monetario internacional que dio en la casa del MAS, ubicada en Belén, en el año de 1976. Una conferencia en la que se vislumbraba, en definitiva, el fin del dólar como símbolo clave de la economía mundial. Aun cuando su preferencia eran los temas laborales y le cautivaba el descubrimiento de América y los orígenes del capitalismo, tenía una predilección  especial por la historia del pensamiento económico. Y, sobre todo, en aquellas noches en su casa en la Urb. Santa María, impartió un seminario sobre el Tomo I de El capital. Malín Pino, Dámaso Ramírez ( alegría) y Ramón Rivas hojeando las páginas de ese complejo volumen que inquietó el espíritu conservador del mundo europeo a partir del año 1863. Se grabó en lo más hondo del alma de unos jóvenes la tesis de la teoría valor trabajo, de la enajenación y de la cosificación de la mercancía. En fin, eran las tesis del prestigioso filósofo alemán que en esas noches se pusieron al revés con  el agudo pensamiento del viejo moro,  que así lo llamaba cariñosamente su amigo del alma Federico Engels.

 

Por los pasillos de la vieja Facultad, se veía caminar lento y pausado, al profesor de Medieval, Santiaguito quien despertó en sus clases un interés por ese período histórico, satanizado por el enciclopedista Voltaire. Cuando percibí el mundo medieval con sus castillos, Iglesias, campanas, costumbres religiosas, tuve la impresión de haber vivido el medioevo en la sabana de los dioses, santa Rosa de Carvajal. En efecto, el mes decembrino,  la semana Santa y el día de los muertos, en esa sabana eran noches de ángeles y demonios. Una mañana, el profesor Santiago llegó triste y melancólico y dijo: se está desmoronando la Edad Media. La alborotó un protestante que provocó con sus 95 enunciados la caída de la bóveda celestial. Sin embargo, el mundo moderno no se puede comprender sin destacar la importancia del Medioevo que iluminó con su sabiduría los senderos ideológicos y filosóficos del  amigo Descartes.

 

Por otro lado, el profesor Santos Zambrano, profesor de la materia expansión europea, describió en sus clases la soberbia de los mares, de los océanos, de los continentes, del arte militar, del cañón en los descubrimientos geográficos de la era moderna. Según él, había una Europa que no quería estar sumergida en los sótanos del Medioevo. Las aguas comenzaron a agitarse entre los siglos XV y XVIII y a  lo lejos parecían verse duendecillos de otros mundos, unos filibusteros y piratas escarbando  con apetito  los tesoros materiales y culturales que se encontraban  al otro lado del Planeta Tierra.

 

El hombre de Pampanito, geografía del Estado Trujillo, desde Versalles vio con asombro el impacto de la revolución industrial en el auge del capitalismo inglés; el significado del socialismo utópico, de los avatares de la Revolución francesa y de los ímpetus imperiales de Napoleón Bonaparte. Asimismo, palpó en los archivos de Paris una relación silenciosa entre el gobierno francés y el gobierno de Juan Vicente Gómez, trajinando las tierras zulianas en búsqueda del oro negro. De vez en cuando leía unos pasajes bíblicos y retornaba con su mirada algunas figuras fugaces de la familia trujillana. Era el profesor Silvio Villegas.

 

José Murguey, profesor de historia contemporánea de Europa, de buen zapateo musical, desde la Bastilla olfateó los postulados de la conciencia burguesa y vio con asombro la turbulencia de las locomotoras unificando los espacios económicos del mundo europeo. Trajo en su mochila teorías y planos sobre los caballos de hierro y construyó un imaginario ferrocarrilero a lo largo y ancho de la provincia de Venezuela. Sin embargo, el General Gómez y uno de los teóricos de las vías de comunicación, Alberto Adriani, prefirieron los senderos del parque automotor como el camino más idóneo para movilizar cosas y personas en la tierra de gracia.

 

 

 

 

Don Mario Bossetti, desde la Italia de Garibaldi, evocó las aventuras geográficas de los grandes viajeros universales. Sus lecciones de geografía permitieron alcanzar nuestra mirada hacia lo más profundo del planeta Tierra. Dedicó una parte de sus trabajos de ascenso hacia esos héroes, esos quijotes de los océanos, que se atrevieron a fantasear alrededor del globo terráqueo. No dejó de recordar su entusiasmo por Hannon el Cartaginés, quién recorrió la costa occidental de África en la antigüedad. 

 

Con las clases impartidas por el  profesor García Quintero, cariñosamente llamado Chua, se ampliaron los horizontes de las relaciones internacionales. Un ferviente bolivariano. Aprendimos la importancia de la geopolítica y su influencia  en las relaciones planetarias. En su hablar paciente y con una leve sonrisa, dibujaba aquella Europa que se dejó impresionar en el Congreso de Viena y en el Verona y significó el retorno al absolutismo y a la legitimidad de los monarcas. Sobre la liga de las naciones, el Tratado de Versalles y otros organismos supranacionales, el profesor García Quintero se lucía con destreza y habilidad intelectual. Dio un peso fundamental a las relaciones internacionales en el origen y destino de las naciones tanto de Occidente como de Oriente. En su silencio su fantasía se embriagaba de poesía y de relatos que describía el corazón de su terruño.

 

Don Luis Spinetti Dini, en sus lecciones de la Introducción al Derecho, hacía gala de su erudición para discernir la naturaleza y la diferencia entre el fenómeno jurídico y el fenómeno ético. Asimismo, recorría con su mirada sonriente  el mapa institucional que sentó las bases del imperio, de la ley y de la justicia de la Roma de Julio César. Decía: estamos hablando sobre la génesis de unas instituciones que marcaron el espíritu de la cultura occidental.

 

Sobre el arte, tal vez uno de los camino más hermoso para comprender la complejidad de la existencia humana en todas sus facetas, el profesor Juan Astorga en sus clases de Arte I y II, con la palabra recia y la diapositivas nos adentraba hacia el mundo artístico desde el hombre prehistórico hacia el romanticismo. El arte burgués y las pinturas de  la Croes, le fascinaba poderosamente. Era un adicto a la música clásica.  Uno de sus más predilecto discípulo, el profesor de Arte, Simón Noriega, de un verbo latigante, incisivo y provocador, de  sueños aristocratizantés,  ha hecho contribuciones de importancia  sobre el mundo del arte  en la vida cultural de la Venezuela de gracia. Un conocedor a fondo de las artes plásticas que se han desplegados por los más diversos rincones geográficos de un país que  añora su destino  con la magia del oro negro.  En sus conversaciones  en la vida cotidiana de la cuidad del sol de los  venados, afinca su mirada  hacia los hermosos museos europeos en la que el arte adquiere unas dimensiones que devela la  riqueza espiritual  de los grandes genios que desafían la ira y la soberbia del pobre mísero y mortal, sumido en la banalidad y la frivolidad. Entre otras cosas,  mantenemos una polémica interesante sobre el arte y su importancia  en la Revolución de Octubre y la Década Militar.

 

Márquez Carrero, Oriundo de la cultura Tatuy, profesor de gramática, nos asediaba con los signos y los sintagmas de sus amigos Amado Nervo y Andrés Bello. De este último, el hombre elevó la palabra en Hispanoamérica y sacudió un idioma servil al servicio del imperio. Rescató la obra de Julio César Salas, de la cultura Tatuy, y se metió en problemas con otros historiadores sobre la fecha de fundación de la ciudad de los caballeros.

 

Don Luis Cipriano Rodríguez, estimado y respetado profesor,   con el don de la paciencia nos entretenía con el aparato metodológico, la teoría dependentista y los aconteceres históricos de los Estado Unidos. De vez en cuando se asomaba por el gomecismo y se ha dedicado por mucho tiempo a explorar el anticomunismo a lo largo del siglo XIX. Por otro lado, fue lectura obligatoria en la materia de los Estado Unidos el libro de Tocqueville La democracia en América. Lo devoramos en menos de un mes. Despertó en nuestra juventud un interés por el espíritu americano. Qué ironía.  Uno de sus hijos predilectos El Br Guillermo Matera, la voz de oro, culto en las melodías de ayer y hoy, de una voz recia y vibrante, se entusiasmó por el fascinante mundo de las metodologías. Por otro lado,

 

 

 

 

Dejó en manos del amigo y colega  Otoniel Morales el destino del vasto imperio norteamericano. Uno de los más estudiosos de la historia de los estado Unidos en la provincia de Venezuela. Su vida académica, política e intelectual la ha dedicado a explorar la génesis y la proyección de la gran nación que no deja americanizar el mundo y crea molestia  y envidia a los   defensores del edén.

 

Sobre la historia contemporánea del siglo XIX, la Venezuela épica y caudillezca, la Venezuela heroica de Eduardo Blanco, los profesores Muñoz Oraá, Mercedes Ruiz y Vitaliano Graterol dejaron imágenes significativas en la historia del tabaco, del cacao y del café que aún se  deslizan misteriosamente por la cordillera andina. El poder civil, el símbolo del tabaco, del cacao y del café representaron lo más granado en la enseñanza de estos colegas en la vida intelectual de la Escuela de Historia. La presencia del historiador Germán carrera Damas fue vital en la formación de los profesores Mercedes Ruiz y Vitaliano Graterol. Desde luego, el papel del historiador español Miguel Izarra fue de gran ayuda en los destinos de los estudios coloniales en nuestra Facultad. Sin embargo, el profesor Vitaliano Graterol  abrió caminos para examinar  la construcción  del Estado moderno a partir de la figura estelar de Antonio Guzmán Blanco y su relevancia en los gobiernos  de Gómez y Betancourt. De igual modo, inquieto y persistente en el tema de la cultura, examinó  el punto en la obra del novelista Arturo Uslar Pietri. Finalmente, escarba con interés la silenciosa y compleja relación geopolítica de los Estados Unidos, Brasil y Colombia ante  la  lánguida  y maltrecha  tierra de gracia.

 

El periodista e historiador, Muñoz Oraá, un estudioso del siglo XIX venezolano, hizo contribuciones valiosas sobre la Intendencia y la monarquía española-. Sin embargo, tuvo un interés particular sobre los comuneros y escribió un bello libro sobre el tema. Sus clases eran eruditas y excepcionales. En sus conversaciones informales, gratas y respetuosas hacía mención de un largo poema sobre los comuneros de los escritos merideño difíciles de encontrar en las bibliotecas de la Universidad de Los Andes. Durante una cuanta década me ocupé de encontrar ese bendito poema en los más diversos archivos de la Universidad. De repente una tarde, olfatee sus páginas en la sala de Libros antiguos, ubicada en el edificio Administrativo. Vaya sorpresa, que poema. El profesor que sin temor y prejuicio inició una bella exploración por las rutas indígenas y coloniales de aquella nación que  desafió la ira inglesa y la doblegó  a tomar el té en los puertos de  Boston. Cuando  recuerdo  con tanta delicia las películas  un caballo llamado hombre y el regreso de un hombre llamado caballo,  protagonizadas por el lord inglés Richard Harris, saltan a mí memoria las clases de la Historia de los Estados Unidos que impartía con tanta pasión el Profesor Muñoz Oraá. El sacrificio como el valor sublime que fortalece y consolida el espíritu del hombre, una hermosa lección histórica que le llegaron las tribus americanas al más grande imperio de la historia de la humanidad.

 

Orlando Monsalve, el negro Monsalve, como solíamos llamarle, elegante y de fina ironía. De buen vestir. Compañero de viaje. Sereno y generoso. Afincó su mirada historiográfica sobre los finales agónicos del siglo XIX y sugería como lectura obligatoria los 15 volúmenes de la historia contemporánea de Francisco Guinán y de Ramón Veloz: Economía y finanzas (1830-1934). Política y economía, los símbolos de ese siglo. Aún más, no dejen de estudiar el libro de Ignacio Andrade La caída de la revolución restauradora que escribió en el exilio. Una de sus obsesiones fue el tema de la guerra federal y su impacto en la región de Los Andes. Sus esfuerzos dieron frutos con una investigación histórica titulada: La Guerra Federal en el Estado Mérida. Lo que representó una contribución historiográfica sobre los estudios de la Guerra Federal en nuestra región.

 

Horacio López Guedez, inquieto y de aguda mirada, corrediza y misteriosa,  escarbó los misterios del vasto imperio español. Se dejó llevar poco a poco hacia ese pasado, hacia esos siglos cuando ese imperio fue armando a tientas un inmenso marco institucional para el dominio y el control absoluto de las provincias de Hispanoamérica. Se fue a los archivos históricos de ese vasto imperio para hojear miles de folios y develar como buen poeta del llano el entramamiento jurídico que inventó esa España para imponer la cruz, la espada y el afán por el metal a una América que aún sumergía entre bosques ríos, montañas y cordilleras. Sus libros, sus trabajos de ascenso, artículos y conferencias revelan una obra histórica sobre las instituciones, inimitable e insuperable. Le asignó un valor literario al quijote y al Lazarillo de Tormes como fuente histórica para la reconstrucción de esos días en el que el imperio se ufanaba de ser inmortal .Si queréis comprender el quehacer vital de esa España profunda, hojead el libro de Angel Ganivet Ideario español. Esa España que impuso el  espíritu medieval y sacrificó la modernidad. Insistía: Hoy, seguimos merodeando y olfateando la fragancia natural del medioevo español. Gracias amigo, tarde llegué a comprender sus lecciones y sus clases sobre la complejidad histórica de esa España que se aisló y se encogió históricamente en el siglo XIX y estalló en mil pedazos con la Guerra Civil. Esa España que enloqueció y utilizó el día de la raza como emblema par impedir la expansión del imperio americano hacia Hispanoamérica en el año de 1898.

 

Desde   los Urales, cruzando inmensos océanos y continentes, llegaba a la cordillera de Los Andes, a la ciudad de Mérida, a la escuela de Historia, el profesor de Historia Universal, Martín Szinetar. Elegante y de un bigote abrumador, revisaba el fichero de la Biblioteca Gonzalo Picón Gutiérrez, de la Facultad de Humanidades y educación. Así, lo conocí por primera vez e iniciamos una conversación informal sobre la escuela y el tema de la historia desde el materialismo histórico. Un ortodoxo marxista de la escuela de Moscú, formado en la Universidad Lomonosov. Discutimos intensamente sobre Lenin, Trotsky y Stalin sobre el socialismo en un sólo país y el peso de la industrialización en la economía soviética. Fue un defensor radical del socialismo soviético. Con el tiempo, se dedicó a examinar en forma sistemática la historia contemporánea de la Venezuela del siglo XX y llamó poderosamente la atención la década militar. No obstante, como el oscuro Heráclito inició una exploración profunda sobre la psiquis humana desde las teorías de Freud. Como el viejo Sócrates pregunta e interroga sobre el origen de la historia y la religión desde una perspectiva psicoanalítica. Agudo pensador. No me cabe la menor duda, que ha hecho hallazgos valiosos para comprender en su justa dimensión el tema de la historia de la religión desde esa dimensión. Son temas polémicos y controversiales. He bebido de sus reflexiones y he intentado desde esa mirada examinar la historia de Venezuela. Las tesis de Freud son herramientas teóricas útiles para los historiadores abiertos hacia otras miradas, exploren sin prejuicios el quehacer histórico desde esa dimensión sin dejar los documentos en los archivos en la mudez y en el silencio. Dentro de esa perspectiva universal, los profesores Evelin Merchad y Romer Cornejo  ampliaron los horizontes del saber  hacia otras geografías que jugaron un papel significativo  en los orígenes y consolidación y fortalecimiento de los procesos civiliza torios. Los continentes asiáticos y africanos perfumaron con su fragancia natural    los salones y pasillos de la vieja facultad. Lo que significaba un crecimiento cultural sobre esas civilizaciones excluidas de la filosofía de la historia en el pensamiento hegeliano. EL  mundo se  ampliaba y se enriquecía en una generación que no dejaba de sorprenderse  sobre las rutas  históricas y geográficas de esos vastos continentes tan hermosamente descrito por viajeros y exploradores. Un día, el más inesperado de los días, ambos profesores  abrieron caminos hacia otros horizontes y desplegaron sus inquietudes con el fin de ahondar y abordar esas civilizaciones que tanto nos cautiva los programas televisivos de Discovery Channel. Desde la Ciudad de México, Romer Cornejo y familia  disfrutan con su mirada la portentosa muralla China. Una muralla desconcertante con el avance de una civilización mercantil que  se había dormido milenios entre la vana esperanza de no ser  occidentalizada y americanizada. El amigo Confucio fascinado  con las inmensas torres que representa el capitalismo salvaje  de su vieja nación. Los necios y arrogantes  del izquierdismo infantil apuestan  a la  derrota del imperio americano  con el avance de la mundialización económica del vasto continente asiático. Es lo más natural en la historia de la vida material de las naciones. No han leído  la célebre tesis del desarrollo desigual y combinado de León Trosky. En otro orden de ideas, en mis viejos papeles, amarillentos y enmohecidos,  descubro unas notas de la materia de la historia de las ideas, impartidas por el profesor  Hocevar. Encantado con el modelo autogestionario de Yugoslavia y creía que era el modelo ideal para derrotar el comunismo soviético y así liberar a su país del estatismo y del partido único que agobiaban y asfixiaban las libertades individuales. A  lo largo de sus disertaciones descubrimos el significado filosófico del liberalismo y de los derechos naturales del hombre como  fundamento último del nacimiento y  expansión  y mundialización del capitalismo. El espíritu liberal clave del progreso material y cultural de las naciones. Disfrutaba  sus clases cuando analizaba con detalle la revolución gloriosa de 1688 y  la revolución de Norteamérica. Es decir, era el poder del hombre frente a los poderes del  estatismo y despotismo. Por esos  senderos, devele en la Biblioteca de la vieja facultad las obras completas de Juan Germán Roscio, quién desde una perspectiva teórica y política socavó los fundamentos filosóficos y teológicos  de la doctrina del derecho divino de los reyes que tanto animaba a los  monarcas del imperio español. No obstante, el  profesor Hocevar, acá en la tierra de gracias, percibió con asombro la dualidad incestuosa entre el petróleo y la agricultura. Desde los crepúsculos a mundo Barquisimeto, de repente la profesora de ideas políticas, se iluminó con  la vieja pregunta de Heidegger por la cosa y la embalsamó con el discurso salvaje. Una multiplicidad de ideas y creencias en las más  lúcidas mentes del pensamiento universal y su picoteo incesante en las muchedumbres.

 

Desde la España imperial, sumergido en el subsuelo  medieval, merodea por la Venezuela de gracia, el joven Germinal Zurana, con el bagaje de la escuela del mundo vasco. Percibió los primeros fogonazos de la Revolución de Octubre que cambió el destino político de un pueblo en manos del personalismo y el militarismo. Sus padres, en una oleada de inmigrantes, fueron parte fundamental en la creación de la agricultura moderna en la Venezuela rentista. Españoles y portugueses transitaron el camino del conuco hacia la empresa capitalista en el campo. Incursionó en la sociología y trabajó con ahínco en trabajos comunitarios impulsados por CORPOANDES. Un sociólogo de campo que no tuvo prejuicios al recomendarnos la lectura del libro de Gino Germani Política y sociedad en una época de transición: De la sociedad tradicional a la sociedad de masas. Gino Germani y su rol teórico y práctico en la modernización de América Latina. En sus clases de sociología, el profesor Germinal Zurana, Gino Germani era lectura obligatoria. Asimismo, nuestro amigo Germinal por unas cuantas décadas se paseó por el marxismo y posee un testimonio de interés sobre el desarrollo capitalista en el campo y los acontecimientos políticos de la Venezuela turbulenta y asediada por el comunismo cubano. Por otro lado, nos hablaba con mucho cariño sobre la figura de Jorge Ahumada, José Agustín Silva Michelena y otros, como precursores del pensamiento sociológico de la UCV. Al final de sus clases, comentaba, no dejen de hojear el libro de Jorge Ahumada “En vez de la miseria”, 1958. Cómo formar la conciencia civil y como atacar el problema de la pobreza en Chile sin los dogmas de la utopía, fueron el eje central de ese libro. Cuando los atardeceres se deslizaban misteriosamente en el ocaso de la ciudad del sol de los venados, evocaba con delicia el azar y el destino de una nación entre 1945 y 1980. Un testimonio importante para comprender la historia contemporánea de Venezuela desde la historia oral. Ha tenido la inteligencia y el sentido común de combinar la academia con el mundo empresarial. Sus conocimientos sobre la agricultura y la ganadería son de un valor extraordinario para analizar la economía agropecuaria en las últimas décadas del siglo pasado. Sin embargo, no deja de contemplar en su fantasía la biblioteca de su padre cuya fragancia natural desprende unos aires frescos que parecieran recorrer los levantamientos gloriosos de Cataluña en el año de 1934. Un buen amigo y un conversador de esta Venezuela contemporánea que ha estado expandiéndose y desarrollándose con el símbolo del oro negro.

Don Mario Espinetti Dini, en su modesto vestir y con su sonrisa inocente y picaresca expresaba una belleza espiritual que lo hacía un hombre digno`, bondadoso y generoso. De un vasto saber que supo compartir con colegas y bachilleres. Perteneció a esa generación de apellidos que cruzaron el atlántico y le inyectaron espíritu europeo a la ciudad del sol de los venados. Se le veía caminar a cada momento por los pasillos de la Facultad y recordaba con tanta emoción la vieja Italia y de aquella Mérida, la Mérida que se encogía al sentir con delicia los fríos de las altas montañas. Fue el alma de una Facultad que supo erigirse con voluntad para conquistar el espíritu de la Cordillera andina. En su cubículo recetaba de memoria hermosos trozos del Decamerón de la Divina Comedia y la gigantesca obra filosófica de Pico de Mirándola. Cuando murió y fue enterrado en el cementerio El Espejo, Don Tablante Garrido, maestro de maestro, sintetizó en una frase el espíritu de Don Mario Spinetti Dini. Fue un hombre de bien. Dejó un legado histórico que aún se encuentra desparramado por esa ciudad que tanto amó.

 

El profesor Pérez Baptista olfateó los caminos de la historia universal y contempló con sorpresa el militarismo en América Latina. Fue insistente y reiterativo en sus clases la descripción de la otra mirada de la cortina y de hierro. En la madurez percibe la magia de las piedras sagradas y siente nostalgia por aquella América arrebatada por la americanización del coloso del norte. Cuando creíamos estar convencidos de las grandes especulaciones para examinar la naturaleza de los procesos civilizatorios en la mirada de Toynbee, el profesor Mogollón de la Facultad de geografía, profesor de Estadística y Matemática, de calva pronunciada, nos atemorizó con unas representaciones gráficas en el pizarrón, una figurillas en forma de barra en la que se describía promedios, funciones y porcentajes para medir el aleteo caótico del devenir histórico nacional. Nos miramos las caras y expresamos en silencio: Otra vez los números. Desde la infancia veíamos en los números y en las figuras geométricas una especie de castigo por los pecados que habíamos cometidos en una época en la que predominaba la imagen del bosque. Era el terror a los símbolos pitagóricos. Sin embargo, con el tiempo comprendimos que las matemáticas y las estadísticas eran de suma importancia para estudiar en forma sistemática en términos cuantitativos y cualitativos el origen y el destino de la sociedad en general. Por ejemplo, el célebre matemático francés Turner se inventó unas cuantas ecuaciones para explicar la naturaleza de las catástrofes en las transformaciones de las sociedades. Para él las catástrofes son económicas, necesarias e ineludibles. ! Qué cosas!

 

Por otro lado, tuve la percepción de que la criminalidad en Los Andes tenía una relación directa con el fenómeno urbano tal como lo interpretó el ginebrino católico en su libro el Contrato Social. Para él la tragedia del hombre provenía de los vicios y las malas costumbres que se producían en la ciudad. Sin embargo, cuando la profesora Milagros Contreras nos encaminó hacia el mundo de la paleografía hicimos un descubrimiento que puso en tela de juicio las tesis radicales del católico ginebrino. En efecto, al hojear una cantidad de folios reveló la conducta criminal de unos cuantos hombres en Lagunillas de Urao entre el siglo XVII y  XVIII. Tamaña sorpresa. En esa geografía de comunidades indígenas y españoles aún no se percibía la época de las luces a la que tanto temía el joven Rousseau. Lo cierto es que se desataron una serie de dudas sobre el libro El Contrato Social: gracias a la paleografía. Benditos garabatos.

 

Los sacerdotes del pesimismo, aquellos alegóricos que anuncian el Apocalipsis a cada rato, se han encargado de profetizar una hambruna que provocará un estallido global y, como consecuencia, el fin de la vida en la Tierra. Son los nuevos neomalthusianos que se han dedicado a revivir la célebre fórmula que indica que ante el incesante crecimiento geográfico la Tierra no está en capacidad de producir tantos bienes como para clamar a miles y millones de bocas. Otra vez Malthus. No obstante, la profesora de demografía Ana Hilda Duque, de una belleza exuberante, en sus clases disipó tan terrible profecía. Para ella, la ciencia y la tecnología eran herramientas poderosas que estimularían el potencial productivo del planeta Tierra para satisfacer las necesidades y expectativas de millones de hombres y mujeres. En todo caso, era un problema de orden educativo y de orden económico para atacar los problemas de la pobreza y de la población. Los libros del profesor Josué Castro eran atemorizantes y peligrosos. De verdad que sentí una honda satisfacción al escuchar a la profesora Ana Hilda sobre un destino feliz de la humanidad. Sin esa preocupación la profesora Ana Hilda Duque ha dedicado esfuerzos importantes hacia la pequeña historia desde una perspectiva religiosa a lo largo y ancho de la vida andina.

 

Aun cuando la memoria frágil y deteriorada por el incesante mudar del tiempo, a vuelo de pájaro salpican imágenes del cuarteto de Alejandría en la vieja Facultad. Unos académicos y revolucionarios que divulgaron en los salones, pasillos y auditorios y en los más diversos recintos de la Universidad la célebre teoría del dependentismo. Impregnaron el contenido de los programas de sus respectivas materias con los elementos más representativos de tan fascinante teoría. El subdesarrollo y atraso económico de los pueblos de América Latina se debía a la explotación enceguecida de los grandes capitalistas mundiales. Centro y periferia dos símbolos que explicaban el complejo proceso histórico de América Latina. La culpa: el imperialismo. En consecuencia, la solución era la construcción del socialismo para alcanzar el paraíso y  las metas de la revolución cubana. No deja de ser interesante que al cuarteto de Alejandría le llamaba poderosamente la atención la teoría del foquismo. Los profesores Etanislao González, Julio Tallaferro, el poeta Adelis León Guevara y el bachiller Ismael Villalobos, eran las cabezas notables que defendían cuerpo a cuerpo el encanto mágico del  centro-periferia. El profesor de Historia Contemporánea de Venezuela, Estanislao González recitaba de memoria los textos del historiador marxista Brito Figueroa. De buen pico y excelente académico animaba las clases con la tesis del asalto del imperialismo a partir del 18 de Octubre de 1945. Estuvo en el gobierno socialista de Allende incitando a los estudiantes contra el capitalismo a través de las lecturas de El Capital de Carlos Marx. Se fue a la UCV y allí continuó memorizando las viejas tesis del dependentismo. Con el tiempo, se convenció que el socialismo era una soberana estupidez histórica. Un buen amigo, de grata conversación y de una visión de la historia de Venezuela desde la perspectiva del materialismo histórico. Julio Tallaferro profesor de Historia de América III y IV relataba desde la perspectiva del dependentismo el origen y la evolución de la historia de América. El texto de Pedro paz sobre el subdesarrollo era uno de los textos fundamentales en sus clases. Por otro lado, en la UCV tuvo como maestro a Salvador de la Plaza y lo entusiasmó por las cuestiones agrarias y trabajó en el proyecto histórico sobre Chuao. Así, examinó con detenimiento el tema de la tierra en estanques. Sorprendió cómo y de qué manera se levantó una comunidad agraria sin seguir las pautas y los patrones del imperio español. Los  primeros emprendedores. Incursionó sobre el tema del Estado, el capitalismo y el café en Colombia. En Nueva York con el profesor Heilbroner trabajó con El Capital de Marx. Asimismo, se ha dedicado a estudiar los símbolos patrios y el federalismo en Estado Mérida. Por cierto, de repente florece en forma fugaz las clases del profesor Trompis, profesor de la Cátedra Historia de América II, un estudioso del dependentismo. Un ortodoxo. Un competente profesional en el campo de la historia de América.

 

El poeta Adelís león Guevara,  de sonrisa picaresca, hilaba con inteligencia la forma de estudiar el mundo social. Sin caer en el realismo socialista  desde la literatura y la poesía le dio un hondo significado al tema de la política y su rol en la transformación de la sociedad venezolana. Como estudiante universitario, en la década de los sesenta, escribió sobre los temas de la pobreza y no dejaba de coquetear con sus célebres glosas que aparecían periódicamente en el periódico universidad. Asomó por esos años en un  atrevido discurso en el que resaltó la imagen histórica de Julio César Salas. Hasta cuando Don tulio, una frase lapidaria e irreverente en el poeta. Claro. Estaba muy muchacho. Aún así, esa tarde en la ULA y en la ciudad del Sol de los venados se comenzó a conocer la titánica figura de Julio César Salas. Julio César Salas, pionero de la economía de mercado en Venezuela. El poeta mantuvo siempre a libro abierto la Historia de la estupidez humana: caben más, caben más, en aquellos años de turbulencia universitaria. Profesor de Literatura hispanoamericana en la que tuvo presente la novela y la poética de los años dorados. Hoy, sus reflexiones se sumergen en la importante obra teológica y religiosa de San Juan de la Cruz. En la Academia Regional de Mérida, el poeta Adeliz dejó una vasta erudición que cruzó los cinco continentes del planeta Tierra desde una mirada desde la pequeña biblioteca Ichu. El hombre en defensa de la pureza de la lengua castellana,  fecunda y sagrada recorrió con sus amigos y colegas los senderos geográficos más hermosos de Oriente y Occidente.  Amigo, el amigo que no deja de sonreírle a la existencia humana como el escalón más profundo que ha deparado la historia del universo.

 

El bachiller Ismael Villalobos, un aventajado estudiante y de una sólida formación marxista. Lo recuerdo como un joven sonriente y de una preocupación por los estudios de la literatura y por la política. Por lo general, en uno de los escalones de la vieja facultad nos leía párrafos del Manifiesto Comunista con indicaciones precisas en torno a la lucha de clases como motor de la historia. Un entusiasta del socialismo. Optimista. Estamos cerca del darle un golpe al imperialismo nos decía con tanta seguridad. Aún permanece en su memoria y en su archivo una novela que nunca salió a la luz pública. Su gran amor lo alejó poco a poco y se fue silencioso hacia las aguas del lago en aquellas oscuras noches  de la tierra del sol amado.

 

 

Una tarde, cuando la lluvia asomaba insistentemente por los alrededores de la vieja facultad, en uno de los salones de clase tropezamos con un profesor, tal vez el más elegante del cuerpo docente de la escuela de Historia, cuya sonrisa se prolongaba hasta alcanzar los bellos jardines de los misteriosos páramos, el profesor de geografía de Venezuela y geografía económica José Manuel Briceño Monzillo. Uno de esos profesores que en su sangre hervía esa pasión por enseñar lo que tanto cautivó en sus escritos al periodista e historiador Enrique Bernardo Nuñez: la geografía de Venezuela. Henchía de emoción y comenzaba a hojear los hechos geográficos con sus célebres mapas. Tenía el don del maestro. Era el Eliceo Reclus de los Andes. El hombre que poetizó la geografía universal, para expresar con sus palabras sencillas y emotivas el mundo de las fronteras y sobre aquel recurso natural que mueve y sigue moviendo el aparato industrial del planeta: el petróleo. !Qué pasión, qué fuerza vital en un hombre como José Manuel Briceño Monzillo que formó tantas generaciones sobre la Venezuela geográfica y el lugar que debería ocupar en concierto de las naciones. José Manuel era una pasión, un maestro que tuvo la paciencia de dibujar la historia de las fronteras y de cómo fuimos despojados a lo largo del quehacer histórico nacional. Él y su geografía, sus fronteras, uno de los venezolanos que poseía una verdadera conciencia geográfica sobre esa Venezuela que arrolló y fascinó al quijote de los océanos en un agosto de 1498. Cuando llegaba en las mañanas a la vieja facultad, Siempre hacía un comentario pertinente sobre la figura estelar del pensamiento petrolero nacional Pérez Alfonso. Admiraba al padre de la OPEP. Cuando el atardecer se oscurecía en el ocaso, José Manuel nos invitaba a unas ideológicas: gratas conversaciones en las cuales los ríos, los mares, los océanos y las fronteras se disipaban silenciosamente tarde de la noche. Su pasión: Venezuela. Entre otras cosas nos hizo una broma grata. En el examen final de su materia los bachilleres ramón Rivas Aguilar y Luis Caraballos aprobaron con una nota de catorce puntos. No nos pareció justa   ante un maestro de tal naturaleza, una puntuación muy baja a nuestra manera de ver como resultado de nuestro bajo rendimiento. Nos presentamos a su cubículo y le manifestamos  que  deseábamos con todo corazón cursar de nuevo su materia: se paró de la silla pegó una carcajada y nos dijo: ! Están locos! Tal fue nuestra insistencia que aceptó nuestra petición y al final del  examen la nota  fue de doce puntos. !Qué ironía! Nos encontramos en el pasillo y nos dijo con la sorna trujillana: !Bachilleres desean cursar de nuevo la materia! Nos miramos y se impuso un silencio sepulcral. Nos dejó a medio camino ese hombre que cultivó hasta el final de su vida la amistad como el don más hermoso de la existencia humana.

 

 

 

El peregrino de la sultana del Mocotíes, la geografía donde aún persiste la fragancia natural del cafeto persa, desde las calles de Versalles el catedrático de Economía Política José Luís Rondón Nucete (pepito) en una vieja maleta trajo los libros de la teoría de la planificación y de la propiedad en el socialismo del célebre economista y marxista Charles Betelheim. Una figura de importancia del pensamiento marxista y mantuvo una rica polémica con el ex ministro de economía en Cuba, Ernesto Guevara sobre la teoría de los incentivos materiales y de los incentivos morales. Una polémica histórica que le dio la razón al economista francés. Las clases del profesor Pepito Rondón fueron interesantes sobre la naturaleza de la propiedad en el socialismo. La posesión real de los medios de producción estaban en manos de la burocracia y de la  nomenclatura del

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Partido, a pesar de que jurídicamente la propiedad era de todos los trabajadores. Contribuyó a despejar con claridad y precisión la distinción teórica y práctica entre el modo de producción y la formación social. Una contribución significativa en los estudios del pensamiento económico en la cátedra de economía política en la Cátedra de Economía Política, en la Facultad de Humanidades y Educación. Fue pionero de las investigaciones sobre la historia económica del siglo XX desde la perspectiva del teórico francés. Los trabajos presentados por los alumnos de su materia revelaron la capacidad de esos jóvenes para operar con tales conceptos en la realidad venezolana. No deja de ser importante señalar que las lecciones impartidas por este profesor se extendieron hacia los pueblos cercanos de Tovar, en la que hombres y mujeres descubrieron ese don para expresar con ideas claras y distintas las ideas económicas del Alberto Adriani, Simón Rodríguez y Andrés Bello. Por ejemplo, en Zea fue una bella oportunidad para disertar sobre la grandeza intelectual de Alberto Adriani, el hombre que le dedicó su vida teórica y práctica a profundizar la conciencia fisiocrática mediante la revalorización cultural y económica del café. Asimismo, dio una conferencia significativa en Nueva Bolivia sobre las ideas económicas en Simón Rodríguez. De igual modo, nos tocó hablar en un bar en Nueva Bolivia sobre la política internacional de Carlos Andrés Pérez. Después de culminar la conferencia tremenda rumba. Entre otras cosas, acompañamos al pueblo de Zea contra la contaminación de las moscas provocada por la gallinaza. Nunca imaginé al profesor Pepito Rondón desde el púlpito de la Iglesia de Zea denunciar con tanta fuerza lo que estaba sucediendo. Parecía un monaguillo de altura. De igual modo, se dio una pelea de importancia  contra  las trasnacionales que querían apoderarse de las minas de zinc ubicadas en Bailadores, cuyas consecuencias hubiesen terminado como los célebres pueblos petroleros en la desidia y en la muerte. Por esos días, leíamos a los campesinos a los alrededores de Zea las páginas más hermosas de Miguel otero Silva, Casas Muertas. !Qué Aventura, qué osadía en aquellos años! Cuando la OPEP iniciaba su última batalla contra las siete hermanas. Dónde estás amigo. De vez en cuando hojeando páginas de Gramsci y olfateando algún tubérculo por los alrededores de El Morro y Tabay.

 

De los campos petroleros del estado Zulia donde el relámpago del Catatumbo coqueteaba con los mechurrios del Lago, llega a la Universidad de Los Andes a estudiar  economía el líder Acción Democrática David Fermín. Un líder y aguerrido universitario, se graduó de economista y se dedicó a la docencia a la cátedra de Economía Política, en la escuela de Educación en la Facultad de Humanidades y Educación. Tenía un talento natural para la comprensión del funcionamiento de la economía capitalista. Amplió las esferas del saber en el campo de la educación y los teoremas de los enfoques del marginalismo. Por vez primera tuve la oportunidad de apreciar con mis propios ojos en el pizarrón el juego mágico y maravilloso de la teoría de la microeconomía en unas gráficas y curvas en que se expresaba con nitidez la competencia perfecta. Hasta ese momento, no tenía la menor idea sobre la naturaleza económica del enfoque marginalista. Era la matematización del comportamiento económico de la conducta humana. El libro titulado Lección de Economía Política del profesor Pesenti fue de lectura obligatoria en su cátedra. La teoría marginalista y neo marginalista expresada por el profesor David Fermín, una mirada subjetiva y la causa que aceleró la caída del comunismo a lo largo del planeta Tierra. La utopía despreció ese lado oscuro de la praxeología humana. Creía que con la reingeniería social podían extirpar el deseo y el goce sobre el consumo como parte del bienestar de la sociedad en general. Hoy, las corrientes del marginalismo y del neomarginalismo son estudiadas con tanto interés en los países ex socialistas con el fin de promover la riqueza económica. En otro orden de ideas, junto con la profesora Dulce Monagas escribió un intenso trabajo sobre el origen del capital humano en la obra económica del economista escocés Adam Smith.

 

Aún recuerdo con fascinación al profesor de Antropología, el profesor Camero, de un vuelo imaginativo extraordinario, en un mediodía nos habló magistralmente sobre el libro de Jack Monot titulado El azar y la necesidad y su influjo en el campo de las ciencias biológicas y humanas. Una exposición exquisita sobre el significado de este libro en el estudio de la evolución de la vida humana. En unos cuantos minutos la mente de un joven se deslizó misteriosamente con cautela hacia lo más profundo de la prehistoria del hombre. Fue el libro que marcó el espíritu intelectual en una época histórica en la que la biología molecular y la genética abrieron caminos hacia la comprensión y la complejidad de la vida humana. Aún conservo en mi biblioteca unas cuantas ediciones de este texto. De igual modo, el profesor de Etnología Reinoza  Ventura, el célebre bailarín de la época dorada,  trajo en su maletera  el más hermosos bagaje cultural de la azteca de Pancho Villa. Junto  con otros etnólogos impulsó los estudio arqueológicos  en la región de los Andes y en su incesante andar olfateó las primeras huellas del parque jurásico por los alrededores de la Laguna de Urao. Por esos años, un discípulo del historiador Miguel Acosta Saínes, el etnólogo Adrián Lucena, descubrió en la cuidad del sol de los venados  unas imágenes significativas  sobre los misterios y la magia de las tribus indígenas en la sierra de los Andes. Es un estudioso de ese mundo y le encanta arropar senderos por algunos lugares de la guajira y de la Amazona. Sus conversaciones  sobre su maestro son  fascinante por cuanto retrata  en su justa dimensión humana la riqueza espiritual e intelectual de un hombre que transformó los estudios etnológicos y antropológicos  a partir de la década de cuarenta en un momento histórico  en que nuestra  nación respiraba profundamente  el perfume oloroso y penetrante del oro negro.  Es un auténtico defensor de la cultura precolombina sin los aspavientos y arrogancias de aquellos que suelen creer   que han devela una gigantesca  civilización  por las rutas de Vega Sol  y convencidos de que aun  sus dioses  permanecen en el exilio. Sin embargo, el profesor Alvarado tenía el deseo  ferviente de encontrar en los paisajes de la geografía trujillana alguna pisada de las primeras civilizaciones precolombinas que se enfurecieron  contra la España Imperial. Aun espera con paciencia en las altas montañas trujillanas algún indicio que le permita olfatear  las primeras huellas del paraíso.

 

El Che Rivas, de grata sonrisa, proveniente de las tierras de Borges, del encanto y de la profunda soledad de las Pampas de Martín Fierro, profesor de Historia Económica de América Latina y de Integración. Su rostro y su mirada siempre sonriente y de un despertar alegre sobre la vida. Pausado en sus clases  no dejaba de indicar en perspectiva la necesidad de estudiar la vida económica de América Latina y su rol integrador en el concierto de las naciones. Como los viejos cuáqueros de la Inglaterra de los Tudor, apostaba con fe y esperanza al porvenir de América en los próximos tiempos bajo el influjo de la integración. Era el camino para ocupar un lugar de importancia en las relaciones económicas internacionales. Un día, como cualquier otro, el Che Rivas desplegó su mirada hasta husmear el país de Perón. Aun cuando los recuerdos  se    deslizan misteriosamente en el olvido,   a retazos  emerge como hormigueo caótico  la sonrisa silenciosa del profesor de filosofía, Burgos, quién por unos cuantos años  mantuvimos conversaciones informales en torno al mundo sagrado del ají, de la botánica y, sobre todo, la erudición que desplegaba sobre los catorce tomos del historiador A. Cuanta sabiduría de este modesto y sereno maestro  al relatar con tanto detalle el origen  y decadencia de Las civilizaciones en la perspectiva del historiador inglés. No bastan los salones y los Pasillos para alcanzar la docta ignorancia. En esos días, como disfrutaba con el profesor Burgos sobre sus brillantes conversaciones en torno al esfuerzo intelectual  A. Toynbbe para evitar la caída histórica de la última civilización, la civilización judeo-cristiana. La profesora Ana Rita, de  belleza excepcional, estimuló  la compresión  de los enfoques del funcionalismo como una mirada para discernir la complejidad del  tejido  social  como parte del proceso de modernización  que se había acentuado en América Latina  a partir de la década de los cincuenta. A pesar  de que provenía de la escuela marxista y dependentista de la Universidad Central de Venezuela, mantuvo una postura racional y serena sobre las tesis de Talcott Parsons,  uno de los funcionalistas más prestigiosos de la sociedad americana. Con el fervor femenino que la ha caracterizado, la profesora Ana Rita describía con delicia  las notas esenciales de los célebres libros de Wright Mills y de Karol Kosel: la imaginación sociológica y La dialéctica de lo concreto.  Unos libros maravillosos que nos permitía examinar  la sociedad con unas herramientas teóricas  no convencionales. Era una manera de interpretar el rol de las élites políticas en el avance o  retroceso de las sociedades en general. Con el tiempo, afincó su mirada sobre el tema de la propiedad en la perspectiva del   economista y filósofo francés Y. Atali. Fueron largas conversaciones con la profesora Ana Rita en  torno  a la vida académica y humana en una época histórica en la  que se palpaba los signos de un proceso civiliza torio que había explorado el economista Radovan  Van Richata en su clásico libro La  civilización en la encrucijada, editado en el año de 1972. La  ciencia  y la tecnología iluminaron los senderos de una civilización cuya base fundamental descansaría en el saber. Por esos andares de la vida cotidiana, la poesía y la fragancia natural de los cañaverales embriagó el espíritu de esta joven  que  a cada momento le canta a la vida. Entre otras cosas, hierve en su alma la pasión por la dramaturgia. Al fin: la vida es un teatro en que se esparce por todos lados  máscaras y  rostros oscuros y silenciosos. Que momentos aquellos de tantos testimonios, vivencias y recuerdos en una cuidad  que se dejaba mirar por el  resplandor del sol de los venados remontando el lomo  de las inmensas montañas. El  tiempo, esa fuerza misteriosa que ha fascinado a los poetas, filósofos y científicos, golpea día y noche   al mortal  y éste debilita su mirada y desvanece los recuerdos con  el simple vibrar de las brisas del paraíso en el viejo  bosque de la virgen de la milagrosa. Sin embargo, aun persiste  en esa memoria resquebrajada por el  incesante mover del tiempo, la figura imponente de José Manuel Briceño Guerrero, oriundo de San Fernando de Palmerito del Estado Apure. Seguramente, en esa sabana golpeada con el látigo incisivo de los rayos solares, salpicaron   sus primeras preguntas por la cosa. Es la inocencia del niño interrogando a su madre por  el origen del día y la noche. Es la pregunta vital que  hacíamos  en aquellos días de juegos y placeres mundanos. Caminó por la cuidad de Viena, donde sus ojos develaron  la belleza de la filología y la filosofía. Allí, estudió una riqueza filosófica que enaltece la grandeza intelectual  de esa nación que tanto cautivó al filósofo español Don José Ortega y Gasset. Vino América y en su silencio vital hizo la pregunta y desnudó con su discurso salvaje  la complejidad del ser latinoamericano. Su pasión: el estudio de las lenguas.  Una vereda que le ha permitido escarbar en la palabra el sentido y el significado del quehacer vital de la existencia del hombre en  los avatares complejos de la historia de América Latina. Está convencido de que el sendero liberador de la América Profunda reside en sus múltiples manifestaciones espirituales y artísticas. Es una mirada. En su seminario Historia de las ideas en América Latina,  que realizó en el año de 1973, en la escuela de Historia de América y Venezuela,  olfatee la posibilidad de iniciar una investigación histórica sobre los orígenes del pensamiento económico en las figuras estelares  más importante de la vida intelectual del siglo xix y del siglo pasado. En  efecto,  escribí un breve y modesto artículo  al profesor Briceño sobre las ideas económicas en Simón Rodríguez. Un borrador en manuscrito en  la que resaltaba el contenido agrarista del maestro de Bolívar. Nos acompañó en esta faena intelectual, con entusiasmo y  fervor poético el profesor  Acevedo, quién culminó el seminario sobre la historia de las ideas en América.  El poeta le imprimió  a ese seminario el perfume y la fragancia natural  que se deslizaba misteriosamente por el llano, acosado por las lluvias  y el despliegue maravilloso de sus pájaros.  

 

 

Es grato recordar entre otras cosas,  el encuentro literario que se dio en la cuidad del sol de los venados  en la que participaron  la Universidad de los Andes, la Facultad de Humanidades y Educación y la  Escuela de Letras. Un acontecimiento cultural  en la que destacaron figuras descollantes de la Literatura Iberoamérica los días 8 y 10 de agosto de 1967. Qué momentos aquellos en la que Jóvenes del quehacer literario de Hispano-América, como Mario Vargas Llosa, el Gabo, Alfonso Cuesta y Cuesta y otros, relataron los avances  de la grandeza del arte de escribir de una América que picoteaba  silenciosamente el realismo mágico. La prensa regional, en particular la Opinión,  bajo la dirección del periodista y poeta Alfonso Pino, reveló la envergadura intelectual  de la Literatura Iberoamericana que asomaba  por aquellos días los senderos de la grandeza de América en el espíritu literario planetario. Un privilegio para quienes tuvieron la oportunidad de escuchar en el  Paraninfo de la Universidad de los Andes las voces de algunos novelistas que recibieron el premio Nobel en una Europa que  no deja de contemplar la saga de los Vikingos.  Gracias al tesón y a la pasión del director de la Escuela de Letras, el crítico literario Domingo Miliani, fue posible tan hermoso evento cultural que despertó temblorosamente el ruido  del vuelo de las cinco águilas blancas. Aún recuerdo como hoy  la disertación del profesor Domingo Miliani sobre el Mayo Francés, en su casa, la Parroquia, en los inicios de los setenta, cuando el necio de Darcy Ribeiro se le metió en la cabeza incitar el movimiento  morboso de las muchedumbres estudiantiles  con las tesis de la reforma universitaria. No  deja de ser interesante destacar la importancia de la ilustre Universidad de los Andes en la difusión de una edición especial en memoria de los cincuenta años  de la muerte  del hombre de las letras de los Andes y la nación Don Gonzalo Febres Picón, en el año de 1968. En ese  homenaje participaron los profesores Lubio Cardozo y Carlos Muñoz Oras,  quienes  hablaron sobre las dotes literarias y venezolanista de tan imponente figura de las letras que tanto cautivó  la mirada artística de don Mariano Picón Salas.  Una valorización histórica en el espíritu de las humanidades que entusiasmó a unos jóvenes que desafiaron la ira y la arrogancia de aquel imperio que acosaba con sus bombas a la pequeña aldea de Vietnan. Continuando por ese quehacer del pasado histórico de la Facultad de Humanidades y Educación, es fundamental resaltar  la importancia  de un nuevo pensum en la Escuela de Historia, aprobado en el año de 1974, bajo  la dirección del profesor Francisco Gavidia, quién jugó un papel esencial. Un defensor de la reforma curricular para unos tiempos históricos que demandaban nuevos saberes para comprender la complejidad de un planeta que iniciaba la ruta de la globalización. Es decir, el esplendor del nacionalismo tercermundista y su agotamiento prematuro ante el picoteo  incesante del mundo mercantil que provocó en la década de los ochenta y noventa el desvanecimiento del viejo paraíso. Una reforma que impulsó los más diversos horizontes del saber hasta salpicar por los continentes del mundo asiático y africano. Se desataba una gigantesca crisis historiográfica a escala universal  en que la Escuela de Historia de la Facultad de Humanidades y Educación no pudo escapar. Agonizaban los enfoques de historia nacional y se revalorizaban  las corrientes históricas  ligadas a lo pequeño, a alas mentalidades y a la cultura. Por otro lado, se instauró en el año de 1980 la Cátedra Simón, Bolívar bajo la coordinación del Profesor Luis Caraballo Vivas, quién le imprimió  un cambio profundo a la vida intelectual de nuestra Facultad. A lo largo de unas cuantas décadas,  la Cátedra Simón Bolívar mediante ciclos de conferencias y bautizos de libros consolidó y fortaleció la vida intelectual de nuestra institución. Conciencia histórica como lo manifestaba con tanto placer  el pensador de  Guadarrama. Fue una revolución cultural que proyectó intelectualmente a la Universidad de los Andes y a la Facultad de  Humanidades y Educación  más allá de las fronteras nacionales. En ese escenario cultural, en la vieja Facultad, se llegó a husmear otras miradas, otros mundos, otras civilizaciones a través de la palabra, fecunda y sagrada, de quienes recorrieron el continente hasta alcanzar ver las delicias naturales de la cuidad de los venados. De igual modo, nuevas generaciones de estudiantes acariciaron otras maneras de interpretar los fenómenos históricos mediante la intrahistoria, los imaginarios, las mentalidades y formas de ver la vida material  sin la presencia arrogante de los héroes y guerreros. La vida material como parte de la construcción de una nación, en la que miles de hombres y mujeres en el anonimato la forjaron con sus manos con el deseo de hacer grande la patria de Cecilio Acosta. De la misma manera,  se percibe cambios significativos  en el estudio  de  la historia de la Universidad de los Andes en sus distintas perspectivas acorde con   la mirada inquisitiva de sus propios investigadores. Asimismo, la imagen digital y  fotográfica constituye herramientas valiosas para explorar el significado  de los fenómenos históricos. Un nuevo campo que se está impulsando en la Escuela  de Historia. Desde otra dimensión histórica, la creación del Centro de estudios de África, Asia y Diásporas Latinoamericanas y Caribeñas  José Manuel  Briceño Monzillo,  revela la madurez intelectual  de una institución que ha incorporado a  sus saberes  la riqueza cultural y espiritual  de vastos continentes y cuya magia y misterio  embriagan  la vida cotidiana de nuestra universidad y la cuidad del sol de los venados. El profesor  Hernán Lucena, su coordinador,  ha logrado con tesón, pasión y disciplina una tarea gigantesca en la que debemos sentirnos orgullosos de contar con un Centro de tal naturaleza en la que podemos apreciar esas inmensas civilizaciones recorriendo los bellos pasajes naturales de la Cordillera de los Andes. Los grandes imperios del Lejano Oriente penetrando silenciosamente con su cultura y vida mercantil la cuidad que tanto fascinó a Julio César Salas.  Con el correr del tiempo histórico, la Facultad de Humanidades y Educación impulsó de forma sistemática los estudios filosóficos a  través de la implantación del Pos-grado y Doctorado de Filosofía. Lo cual representa un avance significativo  en la evolución del espíritu humano como parte fundamental  en el saber cómo totalidad. La filosofía como una herramienta valiosa para abordar los fenómenos históricos desde la metafísica. Es un campo fértil   para las nuevas generaciones  se  propongan estudiar el devenir histórico desde el pensamiento filosófico. Así lo comprendí con maestros que han dedicado décadas para la formación filosófica de sus alumnos: Ángel Capeletti, Pompeyo Ramis, Eduardo Vásquez, Víctor Martínez, Miguel Montoya. Siempre me ha entusiasmado la filosofía y su  inspiración  se la debo a unos grandes pensadores  de la Historia Universal: don José Ortega y Gasset. Sin negar la influencia de José Manuel Briceño Guerrero, Guzmán y del irreverente profesor de Filosofía de la Historia el legendario Otto Maduro. Este último, desconfiaba del esquema filosófico hegeliano  y se dio  a la difícil tarea  de conciliar la imagen bondadosa y piadosa  con el temperamento y el discurso radical y violento del viejo moro. En esas veleidades religiosas, teológicas y revolucionarias, Otto Maduro y otros se encaminaron a fortalecer y consolidar la teología de la liberación como el camino para construir en América el reino de Dios. Qué vanidad de los mortales la necedad de imaginar  utopías para ocultar su hastío y aburrimiento como parte vital de la soledad radical. Cuando le preguntaron al pobre Marcuse que sí le encantaba la vida cotidiana: no supo responder. Vivía de abstracciones y mantuvo a  lo largo de  muchas décadas su  fe  en la llegada  de la vieja utopía que tanto  acarició en el desierto el amigo   Moisés. Como podemos apreciar, a lo largo de estos cincuenta años de la fundación de la Escuela de Humanidades  y su evolución hasta alcanzar la categoría de Facultad de Humanidades y Educación, ha sufrido cambios significativos y  cuyos frutos revelan la grandeza de los estudios humanísticos como contribución intelectual y espiritual en una nación como Venezuela con vocación republicana, democrática y civilista. Es innegable  la importancia del pensador Don Ortega y Gasset en la consolidación y fortalecimiento  del humanismo en la Universidad de  los Andes.  El historiador español Américo Castro  fue clave en el inicio de tan hermosa iniciativa histórica.  No escapó al influjo  filosófico e intelectual del maestro que cambió el rostro espiritual de una España anclada en un en un pasado embriagado del alma medieval.  Dentro de ese Horizonte, los años de 1955 y 1958 y2010 son fechas históricas que representan   el nacimiento, el auge y la expansión de las humanidades a lo largo y ancho  de la geografía andina y venezolano. Sus pioneros, profesores, maestros,  estudiantes, secretarias  y trabajadores de servicios constituyen  parte fundamental  en esa obra histórica  que se ha prolongado a lo largo  de más de 55 años de existencia. Es una herencia  histórica  que está embriagada del bello espíritu de Don Gonzalo Rincón Gutiérrez. Cuanto tesón, pasión y amor  de este historiador y  periodista venezolano  en  la formación de  generaciones   con el deseo de alcanzar el título de licenciado en historia y continuar con esa faena inquisidora  en el devenir del tiempo. Su nombre permanece en los salones y pasillos de la vieja y nueva facultad. Con sus  aciertos, limitaciones, contradicciones y paradojas, la  Facultad de Humanidades y Educación   constituye el más hermoso patrimonio histórico, intelectual, espiritual  y cultural que las nuevas generaciones han heredado para continuar la tarea  de los nuevos retos y desafíos que demandan nuevas maneras de concebir  quehacer históricos en las más diversas perspectiva del saber sin perder el fundamento último del humanismo. Lo asomó Ortega por los años treinta y lo retomó con la sabiduría de los dioses andinos el novelista y poeta ecuatoriano Cuesta y Cuesta, cuando lo señaló en un discurso-homenaje al decano y poeta venezolano Carlos César Rodríguez:

 

Más de un siglo ha pasado de cuando  Don Andrés Bello nos entregó su obra. Desde el fondo del tiempo su voz no llega intacta y nos deleita y a veces nos sobrecoge porque rebasa nuestra época. Y hablaba -permítasenos decirlo así- en otra era. ¿Qué decir en la nuestra, comparable, pero sólo de algún modo, a la de la revolución astronómica del siglo XVII? Por qué !Con qué armonía se movían entonces los astros y las letras! ¿Cómo obrar ahora ante el desequilibrio creciente entre las ciencias exactas y las del espíritu? ¿Entre la ética y la técnica? Hombre y planeta: Sísifo y su roca. Sólo las humanidades salvará la especie. Sólo ellas detendrán la roca al borde mismo del abismo, llevándola hasta el círculo de la eterna armonía (Homenaje al decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes: Doctor Carlos César Rodríguez, Mérida, Venezuela, Euro América impresores, marzo, 1968, pp. 12-13)




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