El 23 de enero de 1958: tránsito histórico de la tiranía a la democracia (1958-2023)

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El 23 de enero de 1958: tránsito histórico de la tiranía a la democracia (1958-2023)

Ramón Rivas A.

El 23 de enero de 1958, un evento histórico  que revela el republicanismo y el civilismo de millones de venezolanos. Una creencia  anclada en lo más profundo del quehacer vital de la provincia de Venezuela. El signo que define   la esencia del proceso histórico nacional:  la pasión libertaria contra las formas de ejercer el poder de manera arbitraria, ilegal, autoritaria, tiránica, dictatorial, absolutista y totalitaria, respectivamente. Uno   de los pensadores más prestigioso  de la Venezuela del siglo xx,  Don Mijares, en su bello libro… señala la importancia política  de ese sentimiento democrático que ha determinado la naturaleza de la historia de Venezuela. Así,   lo expresó  con un  tono optimista.

Asimismo, otro de esos  pensadores de la Venezuela del siglo pasado, Don  Enrique Bernardo  Núñez, en su discurso de incorporación a la Academia Nacional de la Historia, precisó la nota que  expresa   el ser  del   hecho histórico de  Venezuela:  la defensa   de  la  libertad  contra  la tiranía, la opresión y la maldad de quienes han gobernado  el país con el  afán inútil de perpetuarse en el poder. Es decir, el 23 de   1958   parte vital de la  fortaleza política de una nación  que se ha opuesto históricamente a todo tipo de  ejercicio  del poder  de origen autoritario.  

Un poco de historia. Los orígenes del 23 de enero de 1958 y su proyección en la era democrática (1958-1998,)  se remonta aquella semana, la semana en la que una generación, la generación del 28, unas minorías de jóvenes, unos estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, producto del proceso  urbano,  hicieron de la poética    la senda para mostrar  la opresión de un régimen y mirar  en el horizonte el resplandor libertario. A partir de ese  acontecimiento político-artístico emergió la Venezuela Civilista que se ha inmortalizado en el devenir. La Venezuela  civilista que lleva en su ánima la tradición libertaria de su quehacer vital. Lo que generó  una lucha histórica  entre la conciencia republicana, civilista y democrática  y la conciencia personalista y militarista y bolivariana entre  1928 y 1958. En esa batalla histórica,  el  triunfo de  la libertad sobre  la tiranía. 

Dentro de esa perspectiva política,  la hegemonía andina cumplió su cometido histórico (1899-1945): la pacificación del país y la modernización de  Venezuela que jugó un papel significativo en el concierto de las naciones. Sin embargo,  en el espíritu de las élites gomecistas y post-gomecistas predominó   una filosofía política positivista sobre la fatalidad histórica del gendarme necesario como  garante de la paz y la seguridad de la nación. El peso del personalismo, del militarismo y del bolivarianismo, las creencias  fundamentales  que picoteó  el ánima de esas minorías para justificar el poder de la institución castrense como el único poder que permitiría la estabilidad política  y jurídica  de país. Para ellos, la democracia significaba caos, desorden e ingobernabilidad. Así pues, la  democracia era incompatible con el proceso histórico nacional que solo era posible  su permanencia bajo la impronta del césar democrático. La semana del 28 y el proceso libertario que se desató  a partir de la muerte de Gómez, desencadenaron  las fuerzas históricas que dieron  origen al 18 de octubre de 1945. l 18 de octubre de 1945, un golpe cívico-militar, significó una  ruptura histórica contra  el   de ejercicio  el poder de origen personalista, militarista y autocrático. Al mismo tiempo, la génesis y la  proyección  de la democracia en el devenir. A pesar, de una breve  pausa  de una década de dictadura (1948-1958),   la Venezuela republicana y civilista  recuperó  la senda democrática,  ocupando un lugar  gigantesco en el concierto de las naciones. Unas  élites civilistas hicieron  de la democracia, del petróleo y  de la geopolítica,  un baluarte histórico en defensa de la civilización  occidental  contra todas aquellas potencias y naciones que pretendieron encauzar  el destino del planeta  hacia el comunismo. Con su grandeza y sus  miserias,  un bello legado histórico que debe permanecer  en la memoria de los venezolanos.

No obstante, las élites políticas no fueron capaces de renovar y profundizar  la democracia  venezolana hacia una nueva perspectiva histórica que se avizoraba desde la década de los setenta. Entre 1968 y 1983, el momento histórico  para promover las reformas estructurales que contribuirían  a que la nación  se movería hacia una democracia vinculada a sus estados, a sus regiones y a sus gentes.  Era el   punto crucial para que las regiones levantaran su mirada  hacia el  federalismo. De igual modo,  la posibilidad de transitar hacia una economía  de libre mercado. En efecto.  La COPRE (1984)  y las reformas políticas y económicas  impulsadas en el segundo gobierno de CAP (1989-1993), constituían  las iniciativas políticas para emprender las grandes reformas que transformarían  la república  hacia una nueva era histórica. Sin embargo,   esas élites políticas  no fueron capaces  desde el punto de vista intelectual  comprender la tarea que le correspondía asumir para  impulsar la Venezuela del futuro. Se impuso  la contra reforma y la revolución. Las consecuencias de no  asumir el reto político de renovar  el sistema político venezolano están a la vista: la ruina  total  de la nación. Cuando en el futuro  los hijos y nietos  que dejaron las viejas y nuevas generaciones, se pregunten con  asombro y perplejidad  como una nación tan rica y  con una importancia política en el concierto  de las naciones,  en total bancarrota en menos de dos décadas.  Aún más: en un ambiente  histórico sin conflictos étnicos, religiosos,  sin guerras, cómo fue posible que dejarán destruir la república, la democracia. La respuesta no solo recaerá sobre  los gobiernos del chavismo y del madurismo sino  también sobre  la frivolidad, la cobardía y la irresponsabilidad   de  unas élites políticas  que no tuvieron a la altura de sus circunstancias histórica.  Es decir,  tuvieron la oportunidad política  de transformar  el sistema político venezolano para estar en sintonía con el devenir. No lo hicieron. La historia  oh reclamará la  postura moral ante el descalabro de la república.

En fin,  el 23 de enero de 1958, un acontecimiento político que marcó en los venezolanos la ruta  del civilismo como el camino para el progreso material y cultural de la nación. No obstante, Las élites políticas  olvidaron las lecciones históricas  de aquel discurso del ensayista  Don Mariano Picón Salas que escribiera para  dar lectura  el día  de la inauguración del INCIBA, en el año de Venezuela 1967.Lamentablemente,  murió cuatro días  antes de  leer el documento histórico de mayor relevancia intelectual  que se haya escrito en el siglo pasado,  para definir el rumbo político del país, en las próximas décadas. 


La cultura la clave para promover el dialogo y la convivencia pacífica   contra la mediocridad,  la chabacanería, la vulgaridad,  el ruido, el odio, el fanatismo y la intolerancia.  La  cultura para develar  en los venezolanos  la responsabilidad   de construir  una nación para todos  contra todo tipo de prejuicio histórico. De lo contrario,  continuará en el ánima  de un país  el hombre masa,  el hombre ruido,  que no  tolera  el silencio y la serenidad para cultivar la belleza  del espíritu para enaltecer la grandeza histórica de nuestra nación. Un profeta que  anunció  a la patria  estas palabras que fueron olvidadas en el tiempo: “No es ningún pleonasmos decir que todavía  falta en nuestro proceso democrático  una pedagogía de la libertad que no torne ésta  en derecho  al grito y al frenesí, sino que practique el diálogo y el respeto a las diferencias! 

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