Betancourt: Estado, Eeducación y democracia (1908-1981)
Ramón Rivas A.
La nacionalización de la industria petrolera significó por un lado, el fin del nacionalismo petrolero y una forma determinada de examinar el quehacer histórico nacional. Y, por el otro, la expansión de una historiografía vinculada a los enfoques teóricos de las mentalidades, de los imaginarios, de las comunidades, de la cultura y de la vida material cotidiana. Hasta esa fecha histórica de trascendencia para el destino de la patria de Cecilio Acosta, la Venezuela moderna, la Venezuela del petróleo, fue interpretada por el pensamiento positivista, por el marxismo de la Tercera Internacional y el dependentismo.
Desde esa perspectiva, esas corrientes del pensamiento universal contribuyeron hacia la constitución de una historia nacional contra el imperialismo y el capitalismo dependiente. Las élites políticas y culturales se impregnaron de esas teorías y analizaron con espíritu crítico los efectos negativos de la penetración del capital mundial en la tierra de gracia. De manera, pues, los fenómenos históricos que se produjeron a lo largo del siglo pasado, fueron abordados por un conjunto de conceptos y categorías que representaron una creencia y una praxis política de contenido nacionalista contra las concesionarias extranjeras.
Asimismo, historiadores, sociólogos, antropólogos y economistas con sus artículos, sus libros y conferencias sembraron en la conciencia del país las nociones de centro-periferia para explicar el atraso y el subdesarrollo de nuestro país. Para esos profesionales del saber, el petróleo, una riqueza natural, explotada por las concesionarias petroleras se convirtió en un obstáculo que frenó el desarrollo económico del país.
Las universidades nacionales jugaron un rol de suma importancia en la conformación de una mentalidad anticapitalista y antimperialista. Dentro de ese horizonte, la historia de AD, como un partido de masas con un programa, una teoría y un proyecto de nación no escaparon al influjo de la teoría marxista y, como consecuencia, se propició un pensamiento intelectual contra el capitalismo petrolero. A pesar de las diferencias ideológicas entre los diversos partidos políticos, se desató una lucha ideológica contra el capitalismo mundial que permitió el auge de historiografía que estimuló las bases de un nacionalismo petrolero. Así, el Congreso de Cabimas (1971), privilegió la teoría dependentista para escudriñar los fenómenos históricos de la Venezuela Ccontemporánea. Aun cuando, seguramente, en el seno de las universidades nacionales se propusieron otras maneras de estudiar la Venezuela moderna, lo cierto es que se impuso la teoría dependentista como la única teoría que daría razones para explicar nuestro atraso y desarrollo. Por otro lado, la Academia Nacional de la Historia con sus discursos oficiales y sus publicaciones amplió una mirada historiográfica sobre el mundo colonial y republicano.
Por tanto, el año de 1976 se convirtió en una fecha histórica que planteó la necesidad de renovar los estudios historiográficos. La idea era propiciar otros horizontes para examinar la vida cotidiana de nuestra nación después de la nacionalización. No cabe la menor duda, que desde la década de los ochenta se desarrolló en forma sistemática la escuela de los anales para interrogar las pulsaciones y el ritmo histórico de un país en evolución con nuevos arquetipos: símbolos, imaginarios y mentalidades. Una riqueza histórica que desde distintas miradas se percibe a una Venezuela en cambio y transformación.
Por tanto, el presente artículo estudiará desde otra dimensión historiográfica el papel que le asignó Rómulo Betancourt a la al Estado y a la educación en la conformación de un sistema político de origen civil y democrático. Una mirada. Una mera interpretación que no agotara el tema. Todo lo contrario, una hipótesis que se modificará y se profundizará en la medida que se tenga un mayor conocimiento sobre este tema.
En este marco, un Estado que impulsó la difusión de la educación con el fin de erradicar la vieja creencia de que los venezolanos no estaban preparados para participar digna y responsablemente en la democracia. El tema educativo no es un problema simplemente de infraestructura; no. Es de espíritu. Es un enfoque para propulsar un conjunto de ideas y creencias que impulsópro mueve una elite política con el fin de encauzar a una nación hacia forma determinada de vida política e ideológica. Por ello, Rómulo Betancourt, con una generación, una teoría y un proyecto de nación se planteó la necesidad de cambiar el viejo sistema político de origen militarista y bolivariano por una nueva forma de ejercer el poder nacional, republicano y civilista. Fue una lucha tenaz desde el punto de vista intelectual contra un modelo de poder político que se legitimó mediante el cesarismo democrático (1908-1935); la democracia evolutiva (1936-1945) y la doctrina del ideal nacional (1948-1958). Se trataba una filosofía política que partió de la falsa percepción de que los venezolanos requerían de un gendarme, de un militar que encarnaba el sino bolivariano para regir la nación hacia un futuro reluciente.
Para los ideólogos del gomecismo, el hombre de La Mulera recibió el don divino y terrenal para cumplir la gran misión histórica: la construcción de una república como lo había añorado el libertador Simón Bolívar. De allí, que las reformas educativas y pedagógicas promovidas por Gómez, entre otras cosas, tuvo el propósito de estimular la imagen del César democrático. Los discursos oficiales pronunciados por sus ministros manejaron con habilidad e inteligencia la imagen de Gómez como el hombre de la rehabilitación nacional, escogido por la providencia y el Libertador para establecer la paz, la unidad, la tranquilidad y la seguridad. Esa imagen sutilmente se socializó hasta la caída de Medina el 18 de octubre de 1945. El positivismo y el gomecismo se inventaron un libro denominado El cesarismo democrático (1919) para legitimar la figura de Gómez como el hombre que garantizaría la unidad nacional. El gendarme necesario protegido por los laureles de la bóveda celestial y la grandeza de Simón Bolívar.
Para los defensores del positivismo y el gomecismo el país no estaba preparado para la democracia. Razones geográficas y culturales explicaban tal hecho. Desde el hogar, desde las escuelas y desde los liceos ese símbolo se difundió en forma sistemática. Se socializó en las calles, en las plazas, en la Iglesias y en los clubes. Por otro lado, después de los años veinte, los hombres del gomecismo vieron con peligro el influjo del anarquismo y el comunismo en Venezuela. Esas doctrinas ideológicas que se expandieron después de la revolución rusa, atentaban contra el destino de la patria. Acentuaron aun más la importancia del pensamiento político del Libertador para develar lo nefasto de esas doctrinas para el destino vital de la patria. Así, pues, las elites gomecistas hicieron de la educación un instrumento eficaz para persuadir a hombres y mujeres de que Gómez era la encarnación del genio universal: Bolívar. Por, tanto el hombre de la paz y la pacificación de la nación. Ese era el camino. La democracia era puro parloteo sin ningún efecto positivo en las multitudes. Una creencia que se propulsó por vía del sistema educativo.
Con la muerte de Gómez, el General López Contreras, un hábil político y militar, manipuló hábilmente el tema del cesarismo y el bolivarianismo con la creación de la ideología bolivariana y sus cívicas. Construyó una nueva noción política para solapar la vieja creencia del cesarismo: la democracia evolutiva. Esa tesis sostenía la idea de que los venezolanos aun no estaban preparados para participar plenamente en la democracia. Había que educarlos primero con el ABC de la democracia. Al mismo tiempo, creía que los partidos políticos de influencia extranjera eran enemigos potenciales del país. Mientras se preparaban a los venezolanos para la democracia, él, el general, mantenía el tutelaje militarista y bolivariano de la patria. No cabe la menor duda, de que el sistema educativo promovido entre 1936 y 1945 con sus reformas pedagógicas alimentaron en los niños y en los jóvenes el fervor por los valores de la patria y el amor por Bolívar como el conductor de la Venezuela moderna. Las praxis educativas expresaban la conducta, los usos y las costumbres que provenían del bolivarianismo para la justificación del solapamiento del cesarismo democrático. De allí, que las cívicas bolivarianas (1938), creadas desde el poder ejecutivo, fueron un instrumento fundamental para educar a las muchedumbres en esos valores y símbolos nacionales. Era un intento por llevar poco a poco a Venezuela hacia la democracia evolutiva. Sin embargo, la elite militar y política del lopecismo y del medinismo no creían en la democracia representativa y de partidos como alternativa para el futuro de la Patria del libertador. Allí residió la contradicción que se resolvió con el 18 de octubre de 1945. Ellos poseían una cultura no democrática, militarista y bolivariana. Alejandro Fuenmayor, uno de los teóricos de la educación del lopecismo y del medinismo, fue el diseñador de los programas y de los contenidos educativos en la que la figura de Bolívar constituía la representación del progreso de la nación.
En esta misma dirección, el 24 de noviembre de 1948 se instauró una dictadura militar. El pensamiento bolivariano recobró una nueva mirada a través de la doctrina del ideal nacional. Un cambio intelectual significativo que preservó lo fundamental de las creencias anteriores; pero que le dio un nuevo sentido en una nueva perspectiva histórica para legitimar el poder militar bajo los valores de Bolívar. La figura de Bolívar se constituyó en el eje para fortalecer y consolidar una patria en sintonía con el hemisferio occidental. Para la élite política y militar del perejimenismo era vital renovar la moral y ampliar el horizonte geográfico del país para hacer una gran patria.
Se trataba de desarrollar un nuevo venezolano a tono con el proceso de modernización que adelantaba la dictadura. Un ciudadano que física y espiritualmente debía estar impregnado del espíritu de las razas extranjeras. El camino era el blanqueamiento. Asimismo, convertir la regalía, el ingreso petrolero en el fundamento de una geopolítica para la profundización del mercado nacional. El desarrollo de la vialidad como un todo orgánico en la que el país se integraría plenamente. Todo bajo el control del poder militar del hombre de Michilena, elegido como el hombre providencia con la protección sagrada del libertador Simón Bolívar. Estos tres aspectos fundamentales constituyen en esencia la doctrina del ideal nacional.
La semana de la patria y la célebre cartilla para propiciar en los niños y jóvenes el ideal de la doctrina nacional fueron los medios para educar a una nación con sentido patriótico bajo la tutela de un gobierno militar. La educación, además para formar otros saberes, jugó un papel importante en la difusión sistemática de la doctrina del ideal nacional.
Se trataba de persuadir a hombres y mujeres de esta geografía que ese era el camino favorable para el progreso espiritual y material de los venezolanos. Es decir, la democracia creaba caos, desorden y ponía en riego el destino de la nación con sus valores patrios .Por tanto, la figura histórica del General Marcos Pérez Jiménez representaba el espíritu de la unidad nacional, bajo la protección del manto divino del héroe de la patria Simón Bolívar. Una praxis educativa para internalizar en niños, jóvenes y adultos la imagen solapada del cesarismo democrático.
Pues bien, contra esa praxis política, ideológica y educativa se enfrentó el líder político de AD, Rómulo Betancourt. Se inventó un partido político, una teoría, un programa para combatir esas creencias en torno a una forma de ejercer el poder de origen militarista y bolivariano que históricamente fue encubierta con la teoría del césar democrático, de la democracia evolutiva y la doctrina del ideal nacional. Fue la ideología democrática, el rumbo intelectual para convencer a los venezolanos de que el camino era el mundo libre. Poco a poco el Estado y la educación se encargarían de erradicar esas viejas creencias y echar los cimientos de la democracia representativa y de partidos.
¿Cómo surgieron esas creencias en Rómulo Betancourt? Seguramente, en el hogar recibió las primeras lecciones de civismo. Sus lecturas de aventuras infantiles alimentaron el espíritu libertario del niño Betancourt. Tal vez en la escuela percibió en algunos maestros la imagen de esperanza para un país bajo la bota del militarismo y del bolivarianismo. Así, se formó de manera natural el idealismo y romanticismo en ese muchacho que trastocó el destino de la patria a partir el 18 de octubre de 1945. Culminó su bachillerato con una tesis, unas breves páginas sobre uno de los insignes civilistas de nuestra historia: Cecilio Acosta. Una tesis que recoge el papel de la educación como formadora de valores morales y de un saber práctico para que hombres y mujeres condujeran libremente sus vidas. Como estudiante universitario fortaleció ese espíritu libertario, idealista y romántico. Su participación junto con otros en la semana del estudiante significó un rechazo contundente al régimen absolutista del gomecismo. En el exilio, como muy bien lo dice en sus memorias descubrió las corrientes del marxismo, del socialismo, del comunismo, del pensamiento político latinoamericano, de las luchas sociales de obreros y campesinos, así como también las grandes revoluciones de Rusia y la mexicana. Ironía de la historia. En el destierro descubrió su obra política: Venezuela, política y petróleo. Se planteó una tarea gigantesca como era la de desmontar el mito del cesarismo democrático, del bolivarianismo, del personalismo y del militarismo. En Costa Rica develó por primera vez la Venezuela de los siglos anteriores al petróleo. Hojeó durante día y noche los tomos de Francisco Guinand: La historia contemporánea de Venezuela. Fue un lector voraz y un periodista provocativo y polémico que no le dio tregua a los dogmatismos ideológicos, a los gobiernos del gomecismo, del lopecismo, del medinismo y del perejimenismo. Tanto en el exilio como en la vida legal (1931-1941) contribuyó junto con una generación democratista a la fundamentación de un partido político de masas, con una doctrina y un programa de gobierno. En esos documentos el tema educativo tuvo una gran importancia política e ideológica. Por supuesto, no se obviaba el tema de la infraestructura física y la formación del recurso humano.
En ese orden de ideas, Rómulo Betancourt se opuso de manera radical a las teorías educativas y racistas del totalitarismo. No cabe la menor duda, que el 18 de octubre de 1945 derivó en una ruptura histórica, en un cambio discontinuo. Fue el inicio del fin de las viejas creencias de gobernar y el nacimiento de un nuevo sistema político, republicano, civilista y democrático. A partir del trienio, se acentuó la profundización de la secularización de la educación. En tal sentido, los decretos 321 y el 324 provocaron un conjunto de reacciones significativas tanto en el sector privado como en el sector religioso. Estos grupos tuvieron el temor de perder los privilegios que habían preservado por muchas décadas. Los editoriales de EL diario católico, de El Vigilante fueron escandalosos y provocativos. Divulgaron la idea que se estaba estableciendo en Venezuela un Estado totalitario en el que la familia y la escuela privada desaparecerían. El objetivo central de la junta revolucionaria de gobierno presidida por Rómulo Betancourt era que el estado tenía que asumir la responsabilidad histórica de la educación como un todo orgánico, no sólo con el propósito de propiciar diversos saberes sino la educación como un instrumento para propiciar la democracia como el norte fundamental de la patria.
Con la Constitución de 1947, aparece por primera vez en la historia de Venezuela la noción de democracia como el camino para dirimir los destinos de una nación en el marco de la civilidad y la convivencia. Sin duda alguna, tanto como el gobierno provisional como el gobierno constitucional de Rómulo Ggallegos ampliaron la infraestructura física y los recursos humanos del sistema educativo. Por otro lado, creó el patronato nacional de alfabetización (1946) con el fin de eliminar ese flagelo histórico del analfabetismo y así fomentar la conciencia cívica y democrática. Es decir, la ideología democrática en el sentido de la alternabilidad y la representatividad que no estuvo presente en los gobiernos anteriores. Por tanto, el propósito de la educación y el desarrollo de la pedagogía era crear una praxis democrática, una paideia para la libertad.
Por otro lado, se creó el Estatuto Nacional de Universidades (1946), resaltando con ese estatuto el espíritu orteguiano de la misión de la universidad: Formar buenos profesionales y hombres cultos. Al mismo tiempo, el estatuto estableció como punto nodal la autonomía universitaria.
Dentro de ese panorama de transformaciones educativas, la Junta de Gobierno Provisional promovió la apertura de la Universidad del Zulia (1946), nombrando como rector al distinguido filósofo y jurista Jesús Enrique Lozada. Su discurso inaugural constituye una pieza histórica, intelectual e institucional que hubiese fascinadoa al pensador a José Ortega y Gasset. Un discurso que aún no ha sido superado con el correr del tiempo. La tesis central que aparece en ese discurso era formar hombres cultos y buenos profesionales. Un saber especializado y estar atento con los tiempos históricos. Es decir, incorporar la ciencia y la tecnología de los nuevos tiempos y participar libremente en un esquema de gobernabilidad, civilista y democrático.
Finalmente, en el mes de noviembre de 1948 el gobierno constitucional de Rómulo Gallegos promulgó una nueva ley orgánica de educación que eliminó el monopolio de la educación en manos del sector privado y eclesiástico. Las críticas de la Revista SIC, dirigida por los jesuitas, fueron exageradas y conservadoras. Esa ley, según esta revista, dio al sistema educativo un poder absoluto como en los Estados totalitarios: todo para el Estado. Asimismo, la ley contempló las directrices fundamentales del sistema educativo: el Eestado docente, las ramas de especialización y el humanismo democrático.
No obstante, el fervor revolucionario y jacobino que se desató con la revolución de octubre se esfumó con el golpe militar del 24 de noviembre de 1948. Se impuso una férrea dictadura. Entre las primeras medidas que tomó la Junta de Gobierno fue la creación del Estatuto Provisional de Educación (1949) que derogó la Ley Orgánica de Educación, promulgada por el Gobierno Constitucional de Rómulo Gallegos. Argumentaron que esa ley tenía un sesgo partidista e ideológico. Posteriormente, se aprobó una nueva ley de Educación, el 22 de julio de 1955, que tuvo el fin de erradicar los vicios del partidismo y la necesidad de formar un venezolano apto para desarrollar la capacidad productiva del país. De igual modo, la Junta de Gobierno eliminó el Estatuto de Universidades Nacionales y creó como sustituto un consejo Reforma de la Universidad Central de Venezuela .Fue una intervención directa del poder ejecutivo .Dicha intervención la justificaron con el siguiente argumento: la Universidad Central de Venezuela se había convertido en un centro de anarquía, desorden y bochinche. Se eliminó la autonomía universitaria y se aprobó un artículo que señalaba de que tanto los profesores, como los empleados y trabajadores eran funcionarios públicos y, como consecuencia, de libre remoción por parte del poder ejecutivo. Este Consejo de Universidades desapareció con la promulgación de una nueva Ley de Educación en el año de 1951. El gobierno militar amplió significativamente la infraestructura física y la formación y capacitación del recurso humano en el sector educativo. Asimismo, dotó al país de un conjunto de innovaciones educativas y pedagógicas con el propósito de generar una educación de calidad. Las universidades sufrieron el peso de la dictadura. Lo vital es destacar que la doctrina del ideal nacional estuvo presente en el espíritu del sistema educativo venezolano. El propósito era difundir por vía de la educación la grandeza histórica del General Marcos Pérez Jiménez como el hombre que les preservaría la seguridad y la tranquilidad a los venezolanos. Lo consideraron el hombre providencia, protegido por el Libertador Simón Bolívar. La semana de la patria fue la motivación histórica, simbólica y representativa para crear la sensación de que el General de Michelena era el gran salvador de la patria. Es innegable que el sistema educativo pretendía formar gerentes y técnicos para estar en sintonía con los cambios y transformaciones que se estaban gestando en el país. Para la elite militar y política, las universidades no estaban cumpliendo con ese propósito. Ellas se habían convertido en un escenario para el bochinche partidista e ideológico. Así, la exposición de motivos para justificar la creación del Consejo Superior de Universidades lo señala con precisión y claridad.
Mientras tanto, en el exilio Rómulo Betancourt y su generación de acción democratistas cuestionaron la dictadura militar y utilizaron la prensa para denunciar las torturas, los asesinatos, y, como ese gobierno, títere del imperialismo, estaba entregando las riquezas naturales al capitalismo petrolero mundial. Crearon los periódicos la República y La Venezuela Democrática con el fin de atacar el régimen y demostrar que el sistema democrático era el único camino para el bienestar material y cultural de Venezuela. Y, en tal sentido, la educación era el sendero para formar una clase media en ascenso en un mundo libre. Para ellos, la educación, en la dictadura militar, fue una educación elitesca, racista y excluyente.
En el año de 1956, el Fondo de Cultura Económica editó su obra histórica, política e intelectual: Venezuela, Política y petróleo. Una obra intelectual que sintetizó el proyecto político de la Venezuela democrática. No fue una obra académica y científica. De ninguna manera. Fue una obra política e ideológica que nació a la luz de las luchas sociales contra el gomecismo, el lopecismo, el medinismo y el perejimenismo contra los terratenientes, contra la burguesía parasitaria y, contra las compañías petroleras. Un diagnóstico de la Venezuela contemporánea en el que presenta una propuesta para salir de la barbarie, del militarismo y del bolivarianismo: la ruta democrática.
El 23 de enero de 1958 puso fin a una dictadura militar y el país recobró el camino de la democracia. La Junta de Gobierno, presidida por Wolfag Larrazábal y Edgard Sanabria, respectivamente, jugó un papel de suma importancia en la estabilización política del país. Echó los cimientos institucionales, las reglas de juego para la constitución de la democracia representativa y de partidos. En tal sentido, enfrentó tres golpes de Estado. Al mismo tiempo, promulgó un nuevo estatuto electoral con el fin de iniciar las elecciones presidenciales, previstas para diciembre de 1958. Por otro lado, los partidos políticos consideraron la necesidad de buscar un candidato único, extra partido e independiente con el fin de evitar las consecuencias políticas que se derivaron del 18 de octubre de 1945. Como muy bien le comentó Betancuort a Ramón J. Velásquez sobre el 18 de octubre de 1945: SE HABIA GOBERNADO PARA EL PARTIDO Y NO PARA LOS VENEZOLANOS .Fracasó la propuesta del candidato extra-partido. Se inició la campaña electoral para la presidencia, a partir del mes de septiembre de 1958 con sus tres candidatos principales: Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera (COPEI), Wolfang Larrázabal (Alianza de partidos URD, PCV). Para evitar la dolorosa experiencia que provocó la Revolución de octubre, los tres candidatos principales firmaron el célebre documento del pacto de punto Fijo (octubre de 1958) y el Programa Mínimo de Gobierno (7 de diciembre de 1958). Fue un compromiso histórico con el fin de fortalecer la constitucionalidad y el desarrollo económico del país.
La Junta de Gobierno impulsó un programa educativo que se tradujo en una extraordinaria campaña contra el flagelo del analfabetismo. En esa campaña, estudiantes y profesores universitarios del país contribuyeron con tan encomiable labor. Asimismo, lo que Esto representó una esperanza en la democracia con aquel símbolo: abajo cadenas. De igual modo, se creó el INCE (1958) con el propósito de formar el recurso humano en las más diversas actividades de la economía del país. En el ámbito de las universidades, la junta de gobierno promulgó en el mes de diciembre de 1958 la Ley de Universidades, una conquista histórica en la que el Estado otorgó la autonomía universitaria.
Cuando se revisan las memorias y cuentas del Ministerio de Educación, correspondiente, al año de 1958, se observa el gran esfuerzo de la junta de gobierno para desarrollar la infraestructura educativa y la formación del recurso humano.
En el campo económico, la Junta de Gobierno propulsó la tesis de compre venezolano con el fin de proteger la industria nacional. En ese lapso, nació Pro Venezuela cuya instalación se dio en la Universidad Central de Venezuela en la que participaron un conjunto de intelectuales y empresarios. Constituyó uUn organismo empresarial en defensa de la vida cultural y material de la patria.
En materia petrolera, la junta de gobierno eliminó el 50/50 con la modificación del impuesto sobre la renta, el 31 de diciembre de 1958. Lo que significó mayores ingresos petroleros para las arcas del tesoro nacional.
El triunfo del candidato de AD, en las elecciones de diciembre de 1958, fue un paso vital para la consolidación y fortalecimiento del sistema democrático. Dentro de esa perspectiva, la política educativa, impulsada por el gobierno constitucional, tuvo entre sus fines no sólo la de ampliar la infraestructura y ampliar los recursos humanos sino también la conformación de una poderosa clase media cuyo proyecto de vida se desarrollaría en el ámbito de la democracia. En sus más diversos discursos presidenciales Rómulo Betancourt resaltó el hondo significado de la educación para fortalecer los valores de la democracia. No dejó de cuestionar la vieja creencia de la ideología cesarista y bolivariana de los gobiernos anteriores. Había que erradicar por medio de la educación esa imagen nefasta de que Venezuela era una Venezuela bárbara y que no estaba apta para ser libre. Para esa teoría, los venezolanos constituían una raza atrasada y sin aspiraciones históricas. Fue una lucha dura de Rómulo Betancourt para persuadir a la nación y al gobierno de los Estado Unidos de que si era posible el camino de la democracia para Venezuela y para el resto de América Latina. Un hombre tan radical como lo fue Ernesto Guevara (El Che) le expresó en una oportunidad a Domingo Alberto Rangel (1960) de que era una locura la tesis de la lucha armada contra un gobierno que había sido elegido democráticamente. Le comentaba a Domingo Alberto Rangel de que Venezuela era un país con vocación democrática. Por otro lado, la subversión en Venezuela olvidó un discurso que diera Fidel Castro en enero de 1959, en un lugar de la Habana, “los gobiernos malos se eliminan con votos, con democracia”, que ironía.
A pesar de la crisis fiscal, de la implementación de dos controles de cambio, del atentado de 1960, de varios golpes de Estado, de los peligros del comunismo cubano, Rómulo Betancourt con las Fuerzas Armadas y el pueblo se fajó en defensa de la democracia. A pesar de que en su gobierno constitucional tuvo un presupuesto muy limitado, no dejó de encauzar una Porción significativa del gasto corriente en el desarrollo del capital humano: educación, salud y vivienda.
Estuvo consciente que tanto el sector medio como en el universitario era complicado por razones políticas e ideológicas. Sobre todo el sector universitario que poco a poco se convirtió en un baluarte de la subversión marxista. Lo que determinó una situación compleja de violencia entre el estado y los revolucionarios. Que hubo intervenciones a la universidad, cercos, violencia, barbarie y violación de los derechos, desde luego que si. Era un proceso político bien díficil en que la subversión se planteó la liquidación del orden constitucional. A pesar de tal circunstancia, el gobierno no dejó de promover la educación y la diversificación de los institutos y las universidades. Por ejemplo, así creó la universidad de oriente y un conjunto de institutos politécnicos y universitarios con el fin de formar los recursos técnicos que demandaba el país.
En consecuencia, el surgimiento de Rómulo Betancourt como un líder político, fue una proeza histórica. Desafió la ira del ciclo andino, de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y de la subversión. Construyó un partido de masas con un programa, un proyecto de nación y una praxis política en la que se planteó la liquidación del césar democrático y su solapamiento y la creación de un sistema político civilista y democrático. En tal sentido, la educación se convirtió en un instrumento fundamental para cimentar en el espíritu de los venezolanos la ideología democrática. Una paidea, una praxis para la libertad. Una mirada.