El Cesarismo democrático (1919): fundamentos sociológicos del Gendarme necesario y el Estado Moderno en Venezuela

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El Cesarismo democrático (1919): fundamentos sociológicos del Gendarme necesario y el Estado Moderno en Venezuela

 

A propósito del 17 de diciembre de 1935

           

 

Ramón Rivas

            

A

Rafael Sánchez, Antropólogo venezolano

Que nos abre una nueva perspectiva historiográfica

Para comprender   el complejo proceso  histórico venezolano

 

En el año 2019 se cumplió un siglo de la primera edición  del libro Cesarismo Democrático, escrito por el pensador venezolano Laureano Vallenilla Lanz. El más lúcido de los ensayos sociológicos  que se haya escrito  en la historia intelectual  de la Provincia de Venezuela, Tierra de Gracia. Su propósito fue el de explorar  las causas sociales  que determinaron  la complejidad del proceso histórico nacional al borde   del caos y del desorden. La Venezuela de la violencia, de la barbarie y de las guerras civiles. En ese escenario que se generó en el siglo XIX,  fue  vital el gendarme necesario, hombre de Estado como garantía  del orden social,   de la paz  y de la  seguridad de los venezolanos, base de  la  prosperidad  material y cultural.

Un escrito sociológico a la altura intelectual de una obra  como la que escribiera, en la década de los 20,  el filósofo  español José  Ortega y Gasset: La Rebelión de las masas (1930). Dos pensadores de relieve universal, examinaron con espíritu científico los fenómenos sociales que delinearon  el papel que jugaría  el Estado  en el destino de las naciones. Dos miradas, dos pensamientos,  cada uno  desde su perspectiva; uno  desde el positivismo; el otro desde la filosofía: ambos en la búsqueda de la naturaleza social de los hechos históricos para develar el papel  del  Estado y las multitudes en la dinámica histórica.

Ortega  y Gasset desarrolló su teoría sobre el factor sociológico  que generó el poder  del estatismo y su relación con las muchedumbres  en el rumbo histórico de la civilización Occidental, en el siglo pasado. La presencia de las masas, en la vida social, como resultado del crecimiento demográfico marcó  la vida política y cultural de las naciones. Así, se construyó  a lo largo del siglo  pasado  la idolatría estatista como  el camino de la felicidad de los pueblos. Un adiós  a la espontaneidad social, al individualismo y a la acción humana. La cultura del subsidio embriagó el espíritu   tanto de Occidente como Oriente. El  estatismo,  las masas  y los partidos políticos de origen totalitario,  democráticos, reformistas y revolucionarios en la onda  del intervencionismo, del planismo y  del dirigismo como la solución mágica para resolver los problemas del hombre en la tierra. El fin de la historia, para bien  o para mal, cambió,  de forma radical,  esa creencia, con el paso de las naciones  hacia  la democracia,  hacia la libertad  y hacia el  libre mercado. La globalización derribó los muros de la utopía. Estamos conscientes  de lo que representa hoy  el populismo, el mesianismo y el fundamentalismo,  ideales que intentan por todos los medios  erradicar del espíritu  de las naciones   el fundamento último  que le ha dado  grandeza  intelectual y espiritual   a la Civilización  Occidental:  su amor a la libertad.

 

 

 

Asimismo,  el Cesarismo Democrático una obra a la altura intelectual  de El Leviatán  del inglés Tomás Hobbes, en palabras  del historiador Luís Caraballo Vivas,  profesor de la Escuela de  Historia de la Facultada de Humanidades y Educación, Universidad de los Andes. En efecto:  Guardando  las distancias  históricas, por cuánto las  comparaciones son peligrosas y nefastas,  lo cierto es  que la Inglaterra del siglo XVIII estuvo sumergida  en una guerra civil de  origen religioso,  que puso en peligro  el destino de  esa nación, de  una gigantesca influencia universal en el siglo XIX. La paz y la tranquilidad  solo era posible con  la construcción  de un Estado absolutista que pondría orden a costa de la libertad. Así, según los estudiosos  de la ciencia política  El Leviatán  representaría  un contrato social en el cual  los súbditos enajenarían su libertad por la seguridad que proporcionaría el monarca, con todo el  poder  para hacer la guerra y la paz, contando  con la bendición de Dios  para perpetuarse en el poder. De igual modo,   se le consideró  un libro   a la  altura intelectual  del príncipe de Maquiavelo.

En esa perspectiva,  el Cesarismo democrático, dio razones sociológicas para explicar la esencia del gendarme necesario, con sus notas esenciales cesaristas e igualitaristas, que revelan  en lo fundamental  el Estado moderno con el propósito  de canalizar  a las masas  hacia un orden social  de paz, de tranquilidad, de seguridad física y  jurídica tanto a los individuos y grupos sociales de origen nacional y mundial.

Para explorar  la naturaleza sociológica   del gendarme necesario y su expresión institucional el Estado moderno,  contó con la teoría positivista y evolucionista como herramientas teóricas  con sus  conceptos, nociones y enunciados explicaron el esquema de poder  y la filosofía social. Así, se puede apreciar una interpretación teórica, sociológica, étnica, geográfica e histórica  de la Venezuela del siglo XIX y parte de los primeros del siglo pasado. Un análisis de una Venezuela anárquica  que sólo era posible gobernar con  mano dura. La historia  de Venezuela sugiere ejemplos  para justificar  la imagen del jefe único y absoluto. Por lo que  la idea  de una Venezuela constitucional y formal no explica la Venezuela de aquella época. Hay una Venezuela  orgánica, enraizada en lo más  hondo  de lo histórico que reconoce el papel  del hombre fuerte para canalizar  a las masas bárbaras y primitivas hacia  un  orden social de  paz  y tranquilidad.

Así, pues, el cesarismo democrático una síntesis sociológica  del líder y sus multitudes, con su imaginario cesarista e igualitarista, lo uno y lo otro,  en una unidad  dialéctica, contradictoria y paradójica,  como  son  los eventos del hombre y su inserción  en los hechos históricos. En ese sentido,  Laureano Vallenilla Lanz vio  en Juan Vicente Gómez,  la figura histórica ,  el gendarme necesario, el hombre providencia, que pacificó el país  mediante una estructura de poder, el Estado Moderno,  tal  como  lo definiera el sociólogo  alemán  Max Weber: un Estado moderno se caracteriza por  poseer el monopolio de la violencia organizada,   de las armas, de  las leyes,  del  tesoro nacional y   de las ideas. El príncipe moderno, en palabras del marxista italiano Antonio Gramsci y el constructor del Estado Moderno, en la mirada del historiador  Manuel Caballero.

Por eso, es importante  mostrar   sin prejuicios   las consecuencias históricas que  se produjeron a partir   de la construcción del Estado moderno,   en manos del gendarme necesario para el destino de nuestra  nación: fin de  las guerras civiles en el año de 1903. Al mismo tiempo, un conjunto  de reformas globales que  aceleró  a   Venezuela hacia su  modernización y su inserción en la historia universal del siglo pasado. Es decir, un orden social  que garantizó la presencia del capitalismo mundial y  su influjo en el porvenir del país.    La  idea  de que  Venezuela llegó tarde en el siglo XX con la muerte de Gómez,  una idea simplista y superficial. No resiste el menor análisis histórico. Veamos.

La pacificación del país  representó un paso  gigantesco  en la nación   que impulsó la entrada del  capitalismo con  un impacto extraordinario del petróleo en  el tránsito histórico de una sociedad agraria  a una   sociedad urbana.  En perspectiva histórica, el nacimiento de una  Venezuela Moderna   que enjuiciaría  la obra intelectual  del   célebre libro el cesarismo democrático. Sí. Se pacificó y modernizó el país. Al mismo tiempo,  los cimientos de  una sociedad civilista más allá del cesarismo, del igualitarismo y del democratismo.  La generación  del 28, expresión sociológica del mundo urbano y la muerte de  Gómez (1935), significaría  que la sociedad venezolana estaba madura para transitar el camino democrático y civilista sin el tutelaje del gendarme necesario. 1936 y 1945, un periodo histórico en el cual  se desató una pugna política e ideológica  entre las fuerzas  del cesarismo y del  bolivarianismo  y las fuerzas civilistas y democráticas.  En ese horizonte vital, Los gobiernos de López y Medina, que provenían de la cultura gomecista,  fueron muy  hábiles para darle una nueva  connotación intelectual a la figura del CESARISMO DEMOCRÁRTICO,  con el  diseño de una forma determinada de democracia de carácter  evolutivo y orgánico. Asimismo, con  el respaldo  de  una ideología de origen bolivariano  con  la pretensión    de  conducir a la nación   hacia el ABC de la libertad. Dos mentores  fundamentales que cimentaron el nuevo esquema democrático, fueron el diputado  José Ignacio Lares y el educador y pedagogo Alejandro Fuenmayor. Este último, responsable de la obra editorialista de todo lo que representaría la nueva democracia  con el signo bolivariano.  La nueva democracia, bajo la tutela militar y  un  cuerpo de  ideas  alimentado  con el pensamiento político del libertador. Para ello,  contaron con dos instrumentos políticos  que le permitirían  fortalecer  la ideología bolivariana y el control político paternalista y empresarial del  país: la cívica bolivariana (1938) y  el PDN (1943). De igual forma, el soporte  ideológico en manos  de una institución  como lo fuera La Sociedad Bolivariana (1938).Teóricamente, la difusión  del pensamiento político del Libertador Simón Bolívar  como el arma  fundamental para  resaltar los  valores  de la venezolanidad más allá  de los partidos políticos  de extrema peligrosidad  para la unidad nacional.  Es decir,  manejaron con   inteligencia, cautela y rigor  el esquema social  del cesarismo democrático, en el devenir histórico.

Así, la imagen  del cesarismo democrático  se transformaría   en una imagen democrática y evolutiva que parecía  dar la sensación en el país de alternabilidad y representatividad, esencia del republicanismo.  Aun cuando  existían razones históricas  que impedían  que el venezolano   lograra  en lo inmediato la madurez civilista, lo cierto es     que era  necesaria su preparación  espiritual con los símbolos bolivarianos y, como resultado final,  un venezolano  a la altura de los tiempos.  Mientras tanto, el poder  seguía en sus  manos con todos los privilegios  que emana de la institución castrense. El tipo de democracia que impulsaba esa  estructura  poder, era una democracia tutelada por el factor militar. Por lo que  el peso cesarista, personalista y militarista fueron los factores históricos   impidieron en  esas élites y  sus gobernantes  dar el salto  político  hacia la democracia. No  fue   posible un cambio radical en la mentalidad  de una estructura social  que  tuvo en sus manos el monopolio del poder, del tesoro y de las ideas por más de  45 años. Como generación histórica habían cumplido  con lo que  la Venezuela  le había exigido con sus aciertos, alcances, límites,  contradicciones y paradojas: pacificación y modernización  de la nación. Otra Venezuela,  había nacido, con otras generaciones y perspectiva políticas e ideológica,  como resultado de unos cambios que anunciaban  la génesis y proyección  del urbanismo, de la ciudad,  del  ágora  para la diversidad  y la pluralidad  de los proyectos y de las ideas,  que era imposible en  el ánima  de aquellas  generaciones  que se cultivaron   con el ideal  militarista y bolivariano en la que no hubo cabida  para  la noción de  democracia.  No estaban preparados  para competir  libremente en el ámbito de la democracia. En ellos,   predominó la cultura del monopolio. En efecto, Gómez pacificó el país; lo modernizo; López y  Medina   transitaron el camino  de la legalidad  y lo transformaron  por los caminos del capitalismo,  bajo la conducción del Estado y del petróleo con la presencia de la ideología bolivariana. Esos gobernantes, cimentaron las bases de una Venezuela moderna, cuyo   desarrollo  material y  cultural  requería de un nuevo  orden político de origen  civilista y democrático. En ese sentido, las élites  del gomecismo, del lopecismo y del medinismo  no estaban  preparadas culturalmente para dar el salto histórico hacia una democracia,  en el verdadero sentido  de la palabra: soberanía popular, elecciones libres,  independencia de poderes,  de alternabilidad y representatividad.  

Por lo que el  18 de octubre de 1945,  el desenlace histórico que determinó el inicio del fin  del modelo cesarista y los  cimientos  de una República civilista y democrática. Una junta Revolucionaria de Gobierno, presidida por  el líder de Acción Democrática,  sentó las bases institucionales de la democracia venezolana. Fue el inicio del fin  el cesarismo democrático con sus distintas modalidades  y la génesis  la democracia en Venezuela. La promulgación del Estatuto electoral en el año de 1946, el toque final  del   gendarme necesario. Tres procesos electorales  confirmarían  el espíritu civilista de hombres y mujeres  de esta bella geografía (1946-1948). No obstante, las fuerzas conservadoras del viejo orden político desalojaron  mediante  un golpe militar  el 24 de noviembre de 1948,  el experimento civilista que se había iniciado a partir del 18 de octubre de 1945. Se impuso  una dictadura  militar por una década. En esa década, se renovó el espíritu  cesarista, adoptando un nuevo esquema intelectual: la doctrinal del ideal nacional. El cesarismo, el militarismo y el bolivarianismo, en la figura militar de Marcos Pérez Jiménez.  Nuevos ideales  de carácter físico y ético, bajo el tutelaje militar, con  la bendición sagrada del libertador Simón Bolívar. El hombre providencia,  festejando las glorias  de la nación, mediante  la semana de la patria. Sin embargo,  la vanidad y la arrogancia de la policía política y del poder militar, no tenían la menor idea  de que los venezolanos en su ánima hervía la pasión  civilista que, misteriosamente, expulsó esa dictadura un 23 de enero de 1958.La obra intelectual que recoge en  su espíritu  esa pasión  civilista, el libro Venezuela, Política y Petróleo, del estadista Don Rómulo Betancourt,  quién  dedicó   esfuerzo político e intelectual  para mirar el proceso histórico desde otra perspectiva que trascendiera el célebre libro el cesarismo democrático y sus  distintas formas de manipular el poder   con los signos del militarismo y el bolivarianismo.

Por tanto,  el 23 de enero de 1958, fecha  histórica  que provocó la muerte del cesarismo democrático, por un lado; y, por el otro,  el reino  de la libertad, de la democracia y del civilismo. Fue el paso histórico  del gendarme necesario hacia la democracia, hacia  el desarrollo de los partidos políticos, hacia la representatividad, la  alternabilidad  de los poderes nacionales  mediante los procesos electorales.  Del culto   Bolívar,  de la ideología bolivariana y de la doctrina  del ideal nacional  a la ideología del civilismo y la democracia. Por más más  de cuatro décadas,  los venezolanos disfrutaron de la democracia con todos sus alcances,  limitaciones e imperfecciones.

 

 

 

El año de 1999, marca el inicio y el fin  de la democracia venezolana. Cómo  fue posible  que la nación en  aproximadamente dos décadas,   en bancarrota total: material y cultural se impusiera  un  modelo  revolucionario y bolivariano  que encauzó al país  hacia una sociedad  personalista, militarista, socialista, colectivista y comunal. En aproximadamente  121 años,  el proceso político  venezolano  recorrió   tres formas de ejercer el poder: el poder  cesarista (el gendarme necesario); el poder civilista y democrático representativo y alterno  (los partidos políticos); y el poder socialista,  colectivista  y comunal.

Qué ironía  depara el proceso político venezolano. Hoy en total ruina.  Sin cesarismo democrático; sin república civilista y con el socialismo bolivariano del siglo XXI. Qué hacer, entonces. Cuáles son los retos   y los desafíos que los venezolanos  tienen que asumir  ante una gigantesca  catástrofe  histórica  como la que está viviendo   la nación que perdió su horizonte vital. Reina en su espíritu  confusión y desconcierto. No saber qué  hacer   y a qué atenerse.  Salir de este atolladero   histórico,  requiere  de una profunda reforma intelectual  que nos permita  develar  de nuestras ruinas  la posibilidad histórica  de trascender  hacia una dimensión política de naturaleza liberal,  federalista,  de libre mercado y de libre  comercio en sintonía con las  inmensas transformaciones  globales que se están gestando   en el planeta. El viejo orden político de origen cesarista, democratista y comunal, respectivamente, son cosas del pasado. Solo queda como memoria histórica la pasión por el igualitarismo y la libertad que nos acompaña  en esa nueva aventura política  de  construir un Estado  liberal  en correspondencia con el devenir.

En  fin,  el Cesarismo Democrático (1919) un  ensayo sociológico que abriría   un nuevo  camino historiográfico para examinar  el proceso histórico venezolano desde una perspectiva científica y, como consecuencia,   la superación de  los viejos  esquemas de como estudiar la historia de Venezuela  a partir de creencias   épicas, guerristas, heroicas, idealistas y románticas. Así, el positivismo  la herramienta  teórica para mirar  los hechos históricos del país desde  una mirada materialista.   

Es la percepción del ensayista venezolano Don Mariano Picón Salas,  cuando afirma  que Laureano Vallenilla Lanz  “Es fatalista y marxista” (Buscando el camino.  Caracas, 1920, p. 142).  Asimismo, el joven Betancourt  fue de la misma opinión  de Don Mariano Picón Salas, al señalar que el  Cesarismo Democrático  revela  una visión materialista de los  fenómenos históricos  de la nación. Por lo que  considera un aporte significativo   al campo  historiográfico  de los estudios sobre el origen y el destino  del país.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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