Santa Rosa de Carvajal La sabana de los dioses En mis recuerdos 24/12/2023

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Santa Rosa de Carvajal

La sabana de los dioses

En mis recuerdos

24/12/2023

 

 

LA INTRAHISTORIA

 

 

El Viejo Nava, el gigante de la fábula y la fantasía, el Homero de esta bella meseta, relator de los tiempos oscuros, en aquellos días cuando el relámpago del Catatumbo se entretenía con éstas tan hermosas montañas y cordilleras, con la misma serenidad que caracterizaba a los sabios antiguos, decía: el hombre se ha olvidado del hombre; no recuerda su procedencia; su memoria está herida por la vanidad y la soberbia; no sabe ya de las pisadas que dejó en los senderos; no reconoce ahora que lo pequeño también es historia; pues la memoria no sólo registra los grandes acontecimientos de la humanidad sino que también da cuenta del quehacer cotidiano y humilde de los anónimos hombres y mujeres entre las chamizas. Recuerdo lo que decía Miguel de Unamuno, teólogo español, sobre un tipo de historia que no está recogida en ninguna de las obras inmortales que reposan en la Biblioteca de los Imperios y de los Reyes, la que él llamó

 

Intrahistoria:

 

Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas las horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor que como las de las madreporas suboceánicas echa las bases sobre las que se alzan los islotes de la historia. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere —sobre todo muere, el que come, bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano, es el que nos interesa.

 

 

Cuando la nostalgia golpeaba al Viejo Nava, roble sabio, oriundo de El Corozal de Carvajal, él dejaba caer de sus labios aquella extraña poesía árabe que descubría en la memoria la fuente para retornar a los orígenes:

 

 

Yo no sé lo que busco eternamente en la tierra, el aire y en el cielo; yo sé lo que busco, pero es algo que perdí no sé cuando y que no encuentro, aun cuando sueñe que invisiblemente habita en cuanto toco y veo, sé que existes y no eres vano sueño; quien está lejos de su manantial suspira por el momento en que se unirá a él: recordar el origen, recordar el pacto, recordar la imperiosa ley del retorno. Así hablaban los sufíes en el desierto.

 

 

 

NUESTRA HISTORIA VIENE DE LEJOS

 

 

Hoy, hombres y mujeres de Carvajal, yo, que soy uno de ustedes, porque estoy hecho de la misma tierra y la misma pasión que la domesticó, retorno a esta llanura que disfruté intensamente, junto con mi extensa familia de parientes, amigas y amigos, durante unas cuantas décadas. Ya muchos de los que me acompañaron en esas vivencias se hallan en otros horizontes o escudriñando cielos; pero siguen presentes en mis recuerdos y querencias, de donde nunca se han ido.

 

 

En esta misma Plaza Bolívar, plena de mangos y de pequeñas aves, en la que se encontraba una extraña Pereza que era una gran atracción, día y noche descubríamos nuestros sueños y fantasías. Aquí nos contábamos nuestras aventuras por Las Aguaditas, Santa Rosa de Carvajal, La Cueva del Indio, La Loma del Medio, La Loma de Los Caballos, El Alto de la Cruz, Agua Negra, San Lázaro, Santiago de Trujillo, Cabimbú, Agua Viva, El Salto del Diablo, La Cuesta del Perro... Aquí compartíamos las hazañas y prodigios que escenificábamos en las fuentes primigenias de nuestros ríos: Pozo Azul, Las Tres Pailas, El Pozo Juanchito, el Pozo de la Roca, El Pozo de la Máquina, el Pozo del Pescado, La Laguna de la Zamurera y en aquel cántaro oculto en el jardín de las naranjas... en la que tanto le gustaba cantar tangos a nuestro tenor Rubén Monsalve.

 

 

No puedo dejar de evocar en esta hora y lugar maravillosos, el fabuloso mundo de las rockolas y del séptimo arte, cuyas melodías e imágenes alborozaban nuestras almas, tanto, que me atrevo a afirmar que México y el Imperio del Norte moldearon el alma de nuestra percepción musical y visual.

 

 

Vienen ahora a mi memoria las madrugadas en las que nos acercábamos a esta pequeña atalaya para disfrutar la belleza de las siete colinas, el embrujo de la tierra de nubes, la fascinación de los mechurrios del Imperio Persa, y esa luz misteriosa que se ocultaba en la lejanía de Betijoque: el Relámpago del Catatumbo.

 

 

Me asalta todavía un recuerdo más íntimo: La Casa N0. 148 que se encontraba en la Avenida Principal de Carvajal, ella era el refugio en el que conversábamos toda una generación sobre el destino de la humanidad, durante muchos años hasta ese recinto llegó toda aquella vasta literatura planetaria que profetizaba el fin del capitalismo y de la civilización mercantil.

 

 

Entonces, a la luz de la Utopía que nos planteaban esos libros, revistas. Periódicos y lejanas transmisiones de radio, creíamos profundamente en el Edén, en la recuperación del Paraíso Perdido... Fue una época hermosísima en la que nos afectaba el dolor y la tragedia del hombre a lo largo y ancho del Planeta Tierra. En esa Casa Número 148 se regocijaba nuestro espíritu con el mito de la Utopía.

 

 

Hoy, hombres y mujeres de Carvajal, nos hemos reunido, convocados por nuestro Alcalde y los Honorables Concejales de San Rafael de Carvajal que elegimos para que nos representen dignamente, para celebrar, una vez más, la trascendente fiesta histórico-religiosa de San Rafael de Carvajal, Santa Rosa de Carvajal, la Sabana de los Dioses, que ha marcado el sentido de nuestras vidas.

 

 

 

 

Sobre esta fecha histórica, tan significativa para los carvajalenses, han hablado, con precisión y orgullo muchos colegas y amigos. Ellos han dejado, en sus intervenciones sobre esta fecha, valiosos testimonios sobre los orígenes y las transformaciones de Carvajal. Han rememorado que un soldado del Gran Imperio, portando la Cruz y la Espada, tuvo un encuentro sorpresivo y maravilloso con esta Atalaya de los Dioses: la meseta de las cocuizas, la meseta de los ruices, la meseta de la llanada, la meseta de las pequeñas charcas, la meseta de las pequeñas lagunas que la cubrían desde Chimpire hasta el Alto de la Cruz, la meseta que he llamado Santa Rosa de Carvajal, porque estoy convencido de que este lugar fue una encrucijada a la que llegaron nuestros abuelos para colonizar su bello bosque y darle sentido a sus vidas y a las nuestras.

 

 

 

 

Nuestros abuelos provenían de todos los horizontes: de la Europa del Mediterráneo, del Al—Ándalus, de la España del Quijote y del Mío Cid, de las tierras de los sirios, de los puertos de los libaneses, de la bota itálica desde antes que fuera patria de italianos... Ellos cruzaron vastos y terribles mares para llegar un día a esta tierra prometida, a La Meseta de las Chamizas que recuerdo en mis sueños y que, con permiso de ustedes, le agregaré una nueva denominación: la meseta que hechizó a nuestros abuelos y que nos mantiene cautivos con los misterios de sus encantos.

 

 

Amigos: hay muchas maneras de hacer historia y de recordarla, como dijo, en muchas oportunidades nuestro amigo Don Pedro Mogollón en la esquina de la fábula. El espíritu de Don Pedro recorre hoy estos paisajes iluminados por los farolillos celestiales para hacernos saber que si alguno de nosotros examináramos el Archivo de Indias de la España Imperial, encontraríamos documentos en los que se describe a esta tierra como un bosque de lago verdoso y un tejido de senderos y escaleras sombreadas por hermosas nubes y poblada de indígenas que, durante siglos, disfrutaron de este Paraíso.

 

 

Amigos, de una cosa sí podemos estar seguros: la Europa aburrida y fastidiada, buscó el Paraíso Perdido en el Trópico, quería saber sobre las bondades de un mundo donde el tiempo servia para contemplar la belleza de las lluvias, del prisma del arco iris, del resplandor del Relámpago del Catatumbo y de los hilillos torrenciales de estas cordilleras: el río Motatán, el río Jiménez y el pequeño Momboy. Los europeos querían saber de aquellos hombres y mujeres, también nuestros abuelos, que utilizaban la cabulla que extraían de la cocuiza para sus quehaceres cotidianos y que sacaban de su configuración botánica el secreto para saborear el ingrediente del más sabroso de los pimientos: el ají... ¡Como disfrutó el Imperio y sus conquistadores con este ingrediente del que hoy, en cada casa de Carvajal, se conserva un pequeño frasco para condimentar nuestras exquisitas comidas!.

 

 

 

 

 

LA HISTORIA DE CARVAJAL CONTADA POR NUESTROS ABUELOS Y PADRES

 

 

Nuestros abuelos indígenas se deleitaban en las madrugadas con el bullicio de las guacharacas, al mediodía descansaban escuchando la sonata silenciosa de las coronitas, en los atardeceres miraban pasar las torcazas y las guacharacas buscando su lecho para dormitar y en las noches se deleitaban contemplando los farolillos de los bosques: las luciérnagas, que son las mariposas de los ~ cielos.

 

 

Así era la vida de los hombres y mujeres de esta meseta de encanto en aquellos días de magia y religiosidad. Era el mundo fabulado con el que soñaban los Reyes Católicos, Carlos V y Felipe II; por lo que, cuando fue descubierta por los españoles esta llanura de las cocuizas, ya ella había sido imaginada por nuestros dioses y por nuestros abuelos.

 

 

Si seguimos indagando en los archivos es posible descubrir también una interpretación de índole militar y bolivariana de nuestro pasado. Pero yo, hoy, quiero referirme a una visión más íntima de la historia de Carvajal, la cual se opone a la visión oficial y centralista que perduró hasta el año de 1988, cuando en nuestro país se comenzó a configurar un tipo de historia vinculada a las regiones, a las localidades y a los hombres y mujeres de carne y hueso. A partir de entonces murió la Historia “Nacional” y nació la historia de la gente más cercana a nosotros, con fantasías, sueños, angustias y deseos... Empezó entre nosotros la historia del hombre y la mujer que tanto ansiaba conocer Miguel de Unamuno.

 

 

La historiografía centralista que emanaba del mundo caraqueño, que sólo resaltaba las grandes batallas y epopeyas militares del trágico siglo XIX, a pesar de su poder arrogante, no pudo seguir ahogando la historia menuda de nuestros abuelos quienes, a través del mito y de la poesía, contaban pequeñas historias con las que reconstruían, con hilos invisibles, nuestros orígenes, nuestro pasado y muestras tradiciones. El centralismo historiográfico no pudo sepultar la historia íntima del Carvajal de nuestros padres y abuelos, pues ese devenir nuestro, que se extiende desde Chimpire hasta el Alto de la Cruz y que, nos revela la memoria oral de los mayores, fue construido con el espíritu y la mano de nuestros ancestros.

 

 

Amigos todos: ninguno de los que estamos hoy en esta plaza podríamos negar que nuestros abuelos y padres, al igual que como lo hacían en la antigua Grecia, nos hablaron alguna vez de nuestras raíces. Yo, amigos y amigas, no puedo dejar de recordar los momentos en que mis abuelos y mis padres conversaban sobre los avatares del café y la cocuiza. Ellos contaban que de ésta se extraían miles y miles de sacos para guardar el café, que a través de recuas de mulas lo llevaban, atravesando nuestros ríos, hasta llegar al Ferrocarril de Motatán y luego a La Ceiba, para transportar su grano al Puerto de Maracaibo y de allí, finalmente, a la Europa de la Ilustración, de los Enciclopedistas, de la Monarquía decadente y del Liberalismo pujante.

 

 

 

 

Contaban los abuelos que Carvajal fue una sociedad agrícola, pastoril y artesanal, donde el trabajo de sus hombres y mujeres se mecía en el espacio y el tiempo, formando imágenes que ampliaban los surcos de la tierra, mientras en el cielo se dejaba oír la música del silencio maravilloso de las constelaciones. Para aquella época, oí decir a mi padre, el tiempo se medía por el movimiento solar, por las franjillas lumínicas que se dibujaban en las paredes de bahareque. De vez en cuando, cuentan mis tías, entre noches y días, se escuchaba la sonata aguda de las aves preciosas que trastornaban el ritmo de los sueños: los gallos de Tito Pérez. Aquél era un mundo para la eternidad que se iluminaba con La Luna y las mariposas de los cielos, las luciérnagas que prendían las pequeñas velillas que se veían en el bosque.

 

 

EL PETRÓLEO VISITÓ NUESTRA HISTORIA

 

 

Pero el Señor obra misteriosamente: llegó el petróleo y se abrió el camino de la modernización del país. Nuestro municipio no pudo escapar al influjo del oro negro y se transformó violentamente, para bien o para mal. Aceleró la transición histórica de lo rural a lo urbano. Esta llanura que durante siglos vivió del fruto de la tierra, a partir del fenómeno petrolero, comenzó a depender de la burocracia estadal, distrital y municipal. Pasamos a depender de la voluntad minera. Ante nuestros ojos se fue modificando el hermoso paisaje en el que nacimos, poco a poco sentimos como el camino de tierra daba paso al de asfalto, como los farolillos de los bosques fueron desplazados por las velas de cera y éstas por las lámparas de kerosene que, a su vez, fueron dejadas atrás por el alumbrado eléctrico. Las pequeñas chozas de palmera, barro y bahareque fueron siendo sustituidas por las viviendas de cemento y zinc, las grandes casonas fueron languideciendo frente a las quintas que aparecían por doquier; de la arquitectura natural y rural se pasó a las grandes urbanizaciones, los caminos naturales y las veredas vieron aparecer las aceras en cementadas a su lado, las pequeñas bodegas fueron vencidas por los abastos y supermercados; los pequeños alambiques fueron humillados por las licorerías, los autobuses de madera (como El Arca de Noé, La Conga y La Ganga de Moñoño) fueron suplantados por el transporte público urbano. Se pasó de las recuas de mulas a la era de los aviones vertiginosamente, las pequeñas escuelas rurales fueron desapareciendo y en su lugar se crearon escuelas y liceos urbanos. El cine, cuya imagen había que ir a encontrarla en un local construido para tal fin, vio entrar —con resignación— a la comodidad de nuestros hogares, los videos que lo hicieron obsoleto porque la difusión de la imagen pasó a ser gobernada por la digitalización. Las vitrolas de los bares, restaurantes y tascas tuvieron que resignarse en su prepotencia monopolizadora de la música cuando, en formato mínimo, primero con los discos de acetato y ahora con los “Discos Compactos”, invadió todas las casas... También se transformaron los medios de comunicación: la historia oral que narraba los acontecimientos cotidianos locales, nacionales internacionales fue agrandándose con el correo, el telégrafo, la radio, la televisión y el video... Hasta el sano entretenimiento del chisme cambió de transmisor: la radio impersonal primero y la televisión anodina después, despidieron la grata visita de las comadres y vecinas, que venían a tomar café, paladear los mil sabores de la dulcería carvajalense, intercambiar recetas de cocina y actualizar los últimos acontecimientos...

 

 

 

 

 

-LA HISTORIA ÍNTIMA DE CAR VA JAL-

 

 

El deporte también sufrió fuertes cambios entre nosotros: pasamos de la pequeña pelota de aquella sociedad rural, en la que todo era espacio abierto para jugar, a los espacios urbanos, donde sólo es posible hacerlo en los sitios diseñados para ello. El voleibol, el basquetbol, la gimnasia, el arte japonés y chino comenzaron a ser importantes para nuestras generaciones. Por ejemplo, el Gran Llano de Carvajal fue un lugar exquisito en el que durante décadas disfrutamos con placer de la pequeña esfera envuelta en “teipe”, de aquellos viejos guantes que se hacían con lona que sustraíamos a los camioneros en las madrugadas decembrinas... Actualmente nuestros jóvenes disfrutan de materiales deportivos cuyos orígenes se pueden localizar en el continente de los canguros... En este terreno, hoy urbanizado, antes entre guafas, charcas, pequeñas lagunas y bucares, surgieron grandes beisbolistas que representaron al Estado Trujillo en los campeonatos nacionales. Menciono dos casos apenas:

 

el primero fue un personaje que nació en El Amparo, quien fue el más escandaloso de los mortales y un gran jugador de béisbol: tenía la particularidad jugar y, simultáneamente, narrar nuestros juegos a la manera de los juegos de las Grandes Ligas y de la Liga Profesional Venezolana de Béisbol, me refiero al Gran “Kaká”, a quien cariñosamente, le decíamos “El premier Arturo Celestino Álvarez” y el Gran “Rocanel”. Él era todo un artista con su micrófono natural.

 

 

El segundo llegó a Carvajal de las tierras zulianas, del mundo petrolero, de Campo Rojo, era un personaje que se convirtió en todo un símbolo para nuestras generaciones. El fue nuestro estimado amigo Pablo Anaya, cariñosamente también conocido como “Carne Fresca”, quien dejó en nosotros el espíritu por el juego y las más diversas formas del deporte que haya inventado el hombre: el béisbol, el softbol, la natación, el boxeo, el ciclismo, el atletismo... El juego es y seguirá siendo su pasión y siempre estará en el alma carvajalense la grandeza de este extraordinario hombre, porque se lo ganó con su espíritu de solidaridad y generosidad para con todos nuestros habitantes. Hoy, en su pequeña tierra, allá en Puente Jiménez, él evoca sus hazañas, las cuales están estampadas para siempre en el Llano de Carvajal... Él sigue siendo jocoso, irónico, contador de chistes y experto en las pistas de bailes, correspondiéndole ser el que trajo las primeras gaitas a nuestro pueblo.

 

 

Amigos: vuelvo a decirlo: Nuestro Señor obra misteriosamente y a él ruego para que siga estimulando el espíritu de dos figuras estelares de nuestro municipio quienes, por años, se han dedicado a registrar el alma geo histórica de nuestra meseta, para que sigan sacando de nuestros escondrijos tanto nombres y apellidos que fueron protagonistas en esta llanura que mi adorada madre llamó una vez, hace bastantes años, La Llanura de las Chamizas. Me refiero a los colegas historiadores Benito Perdomo y Francisco Omar Araujo. Ambos, con sus plumas y sus ensueños, han escarbado parte de nuestros orígenes. Han tejido y destejido el quehacer de nuestro proceso histórico, en el que hombres y mujeres danzaron por esta geografía, bendecida por Nuestro Señor desde la Eternidad.

Finalmente, quiero dejar en todos ustedes estas imágenes que brotaron intempestivamente en esta meseta hace 52 años, cuando mis ojos, desde la cuna, en la casa de mi Tía Rita, descubrieron tanta sorpresa y tanta belleza. Un día viajé a otros horizontes, dejando en esta meseta sueños, fantasías y amores; pero nunca he dejado de volver a ella, como lo hago nuevamente hoy, lleno de canas; pero con la profunda alegría de poder dejar en esta Laguna Verdosa mi modesto espíritu.

 

 

En esta hermosa meseta, cuya belleza llega a mis ojos como la imagen más esplendorosa de este universo, les hago esta confesión que arranco de lo más íntimo de mi corazón: yo amo este sendero de la vida llamado Carvajal, en el que nací y en el que, cuando las lluvias golpean silenciosamente el zinc de nuestras casas, he escuchado las andanzas de sus bosques y que llevaré eternamente en mi los entresijos misteriosos de esta Atalaya de las Chamizas y de esta Sabana de los Truenos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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