A Propósito de las Humanidades La escuela de Humanidades (1955-2025)

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A  Propósito de las  Humanidades

La escuela de Humanidades (1955-2025)

 

Ramón Rivas Aguilar

 

A

Luis Spinetti Dini

El primer Director de la Escuela de Humanidades

 

 

De tierra lejana,   de la Isla de Elba, la tierra  de los gigantes  del imperio romano, un día, arribó a la    ciudad  de las  nieves eternas iluminada por el  destello del sol de los venados, remontando así  las altas  cumbres  de los Andes. Con su sabiduría, humildad y serenidad este maestro enseñó la grandeza  histórica del Derecho Romano, cuna de la Civilización Occidental y forjadora de las  instituciones jurídicas  que moldearon el espíritu de las naciones  mediante  el poder de la ley,  de  la justicia y la libertad. Corrían los años  70.  Los años de la ebullición revolucionaria.  En la  vieja   Facultad de Humanidades y Educación,   una mañana  entre  el  canto y el vuelo  de las paraulatas,  de salto en salto, entre los bellos pinos,  el maestro   Luis Spinetti Dini,  de impecable vestir al estilo de la moda italiana llegó al salón de clases y con una  sonrisa maravillosa expresó ante aquella generación de jóvenes: ¡he venido a enseñar uno de los cimientos de la cultura Occidental: los fundamentos del derecho romano!.  Era la materia de Introducción al derecho. Además, decía: “no olvidéis la filosofía  y la ciencia del mundo griego y  el cristianismo como las fuentes primigenias   de   la Civilización Occidental”. Eterna gratitud a este maestro   que cruzó  continentes  para dejar    en   el alma  de una ciudad  las interesantes lecciones del derecho romano.


Desde  una perspectiva de la filosofía de la historia  explorar  el fundamento último  del nacimiento  de la Escuela  de  Humanidades(1955) y luego Facultad de Humanidades y Educación(1958-1959),  en la  Universidad de los Andes, anclada en la tierra de las  altas  montañas y cordilleras surcadas por el vuelo de las Cinco Águilas blancas. Así, es importante resaltar el significado y  la trascendencia de esta Escuela de Humanidades en el corazón  de una geografía religiosa y  espiritual, en un momento de la historia universal  que parecía  precipitarse hacia  su bancarrota total.   Es decir, la Primera  Guerra Mundial(1914-1918),  la crisis  del 29 y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con consecuencias trágicas para el destino del hombre en la Cultura Occidental como fue el  nacimiento del totalitarismo y  la solución final,   revelaba el inicio  del fin  del hombre moderno,  del iluminismo, de la ilustración,  del enciclopedismo y del humanismo.  Después del holocausto, qué podría  quedar  del hombre y de sus humanidades en la obra de Erasmo, de Luis Vives y de los grandes humanistas del renacimiento. De allí,  la recuperación y la renovación de la filosofía de la historia   con la pretensión  de dar razones  últimas  de lo que le  estaba  aconteciendo a la Civilización  Occidental en  aquel momento de la historia en la que se había perdido  el rumbo vital  del progreso como  el camino para alcanzar la utopía. Todo  se vino abajo.  El fin  de lo humano  y sus bellos saberes para lograr la felicidad  en el mejor de los mundos.  Al mismo tiempo, la ciencia  y la tecnología se convirtieron en  los caminos para la construcción de un arma de destrucción masiva, con la imagen inocente del hongo nuclear ante nosotros y la posibilidad que en breves segundos el planeta podía estallar en mil pedazos.


Asimismo, en  América  Latina desde los años 40  y 50 la presencia del poder castrense con dictaduras, su violencia y barbarie en contra de la dignidad humana. Otra situación en contra   del espíritu de las humanidades  que regocija  la belleza, la divinidad,  la magia  y la grandeza   de lo humano trastocado por la fuerza bruta  de la bestia. Sin duda alguna,  en  la  Provincia de Venezuela,   la pequeña Venecia, el nacimiento de la Escuela  de Humanidades(1955), bajo  la impronta   de la bota militar. Este hecho de  una importancia vital en  un país petrolero donde era necesario   una comprensión y una interpretación  sobre  su aparecimiento,  su   origen, su impacto  y su proyección en la vida material y cultural  y  su  papel estelar en el escenario planetario. Por esto,   el  sendero   de las humanidades,  con  la  creación de su escuela,  una iniciativa intelectual para abordar en perspectiva  la génesis  y  el significado    de su historia  y de su riqueza   en  su Provincia  y el mundo. Así,   los más diversos  saberes de la historia, de la filosofía, de la literatura y del arte para   estudiar   la historia de Venezuela y su lugar en  América Latina y el mundo.   Otro hecho que marca el nacimiento   de la Escuela  de Humanidades,  es el comienzo  de  su emancipación  de los estudios   tradicionales,  en  el marco de la historiografía  teológica y religiosa. De allí, otras posibilidades de promover  distintos enfoques del mundo historiográfico con la mayor libertad de pensamiento. Un potencial histórico que se  amplió como nunca en la era democrática.  No hay otro periodo  histórico más rico en  nuestra historia   para el  desarrollo   de las humanidades  como fue el periodo democrático. La  Universidad   republicana, tan elogiada  por algunos historiadores no tuvo nada que ver con  lo que  se ha desarrollado en el mundo historiográfico a lo largo del siglo XX.


En ese  orden  de ideas,  sobre   las razones  del nacimiento de la escuela de humanidades, es necesario destacar la figura de José Ortega y Gasset, el más grande filósofo de  habla hispana, como el padre   de los estudios   de las humanidades, en Hispanoamérica. En efecto,   José Ortega y  Gasset  y  Julián Marías, fundaron  el Instituto  de Humanidades, en el año de 1949, con el fin abordar esa temática, en  esos años  complejos y  difíciles, en la que mundo  estaba  atravesando   la fase  más  terrible  de la historia  universal.  Se trataba  de salvar  al hombre, su dignidad, su humanidad,  su grandeza, su historia y su memoria para estar a la altura  de los tiempos.   A partir  de ese evento intelectual, no  hay   la menor duda,   de que Hispanoamérica  comenzó la era de la fundación de las  escuelas  de humanidades, las escuelas de historia y las facultades  de humanidades. Una mirada. No la única.


Hoy, lo humano  y  las humanidades peligran.  La ciencia y la tecnología, lo  más avanzado   del saber universal,  están transformando radicalmente  la vida material y espiritual de la especie humana,  hasta el extremo de que se habla de  un transhumanismo  más allá   de la materia y  del alma. Lo   humano, una radiografía cuántica,  sin historicidad sin  halito  divino y mortal un  juego  de átomos y moléculas. Está  la  especie humana llegando  a su etapa final de la escala   biológica   y espiritual   de la evolución universal.  No lo sabemos.  Lo vital  es estar  consciente   de estos  cambios históricos gigantescos  que han puesto en tela de juicio el papel de las humanidades y su papel   estelar  estos tiempos   difíciles y complejos   en que pareciera  que estamos llegando  al final  de lo que  significó   la dimensión  humana  para la historia del hombre y su proyección en el  tiempo. Un bello reto  histórico para  todos  los que tengan  un interés vital  por comprender en toda su dimensión histórica    lo   que  expresa     lo  humano   y  sus saberes   en el ámbito   de un  proceso civilizatorio  que,  para  bien o para  mal,  está   marcando  el destino vital de la especie humana como biología y como espíritu con el anhelo de alcanzar la inmortalidad.


Ante este escenario, surge la pregunta sobre  la importancia  de la historia  y la pregunta por el hombre,  por su  ser, su significado y su historicidad.  Un  reto gigantesco para la filosofía de la historia. Un reclamo  que pudiera hacerse hoy a la Facultad de Humanidades y Educación que por  más de setenta años   en la formación como historiadores no se le ha dado la importancia a la filosofía de la historia para  examinar   los eventos históricos más allá  de la línea de tiempo,  de su cronología o de  la  simple narración de hechos sin ninguna  concatenación, sentido o trascendencia.  En todo caso, discernir sobre lo humano  y las humanidades, en esta época  de tantos dilemas   que nos presenta  una nueva civilización es un imperativo moral  para dialogar  e interrogar al mundo de hoy  sobre el destino de esa dinámica  civilizatoria  que  pareciera   borrar   todo rastro que tenga  que ver con lo humano. Volver a la historia,  redescubrir  el renacimiento, el iluminismo, la ilustración y el enciclopedismo  en  una nueva forma   de develar  esa  pasado maravilloso  en  forma elíptica   para recoger lo mejor de estos tiempos y así  tener  una nueva manera  de mirar al hombre y su  mundo sin perder  su ser   inacabado.  El hombre con su grandeza  y miseria; con su hálito divino  y  terrenal. El hombre bajo  el cielo,  la tierra, con sus  dioses, con sus mortales, en su única morada donde debe vivir con libertad y   dignidad    en  una  sociedad   que le  permita  desarrollar  infinitamente  su capacidad  empresarial, creativa e innovadora  para generar  riqueza  material y cultural para todos. Descubrir lo más  maravilloso de  la creación divina   el hombre  y  su  logos  para discernir   la belleza,  los misterios y la magia de su ser y su  relación  vital   con el universo  en expansión infinita   con   la  más absoluta libertad.

  

 


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