Simón Bolívar (1783-1830) en defensa de la Propiedad Privada

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 Simón Bolívar (1783-1830) en defensa de la Propiedad Privada

 

 

Ramón Rivas Aguilar

 

Simón Bolívar  partió de la idea de que   la libertad política y económica  el  fundamento  de toda nación libre y soberana. La propiedad privada  el factor esencial para promover el bienestar material y cultural de los pueblos.  Jamás pasó por su mente un intento de socialización de los medios de producción; jamás. Por tanto, un Bolívar “socialista” una aberración histórica.

 

Pertenecía a una aristocracia que poseía  vastas cantidades de tierras productivas; tierras que dependían del  trabajo  de sus esclavos.  A pesar de que en sus   discursos y proclamas no se planteara la abolición de la esclavitud en la provincia de Venezuela, no deja de ser interesante el esfuerzo del libertador por liberar a los esclavos a través de  un conjunto de medidas legislativas.  Es decir,  el proceso  emancipador contribuyó de alguna manera para poner en libertad a una cantidad de esclavos  y así enrolarlo en el ejército republicano para  enfrentar al poder español.   El propósito de la emancipación tuvo su razón de ser en  la defensa y protección de los derechos naturales. Es decir, la defensa de la vida, de la propiedad privada y de la libertad política y económica. Por ello,  la Carta de Jamaica (1815),   el Congreso de Angostura (1819) y  la Constitución de Bolivia (1826) documentos políticos que contemplaron  la defensa de la propiedad privada  y su rol  en la grandeza de las naciones. Basta mencionar el articulado  que tiene que ver con el derecho  de  propiedad en  la Constitución Política, promulgada  el 11 de agosto de 1819:

 

Artículo 12. La propiedad es el derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes y del fruto de sus talentos, industria y trabajo.

 

Articulo 13. La industria de los ciudadanos puede libremente ejercitarse en cualquier género de trabajo, cultura y comercio.

 

Artículo 14. Todo hombre hábil para contratar puede empeñar y comprometer sus servicios y su tiempo; pero no puede venderse ni ser vendido. En ningún caso puede ser el hombre una propiedad enajenable (Fundación para la Conmemoración del Bicentenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander. Actas del Congreso de Angostura (1819-1820. Biblioteca de la Presidencia de la República, Colombia, Bogotá, 1988. p. 147 

 

En ese orden de ideas, la  Campaña Admirable (1813) una de las hazañas  políticas más significativas de la historia americana se debió a tan sagrado propósito. Bolívar vio con temor y desconcierto como las huestes del ejército español destruían las vidas y las propiedades en nuestra provincia. Había que frenar esa postura agresiva, salvaje y monstruosa. Por otro lado, El Libertador jamás tuvo la intención de repartir sus propiedades a los más necesitados y más desposeídos. Y, menos aún, aceptar  la idea oficial de un Bolívar pobre e indigente. Una postura  radicalmente equivocada. Sobre este punto, el historiador venezolano Juan Morales Álvarez, en su libro El mayorazgo del padre Aristiguieta: Primera herencia del Libertador, describe con detalles la magnitud de los bienes que Simón Bolívar heredó de su familia  y que conservó hasta su muerte:

 

Muchas veces hemos leído afirmaciones categóricas sobre la inmensa fortuna que poseyó el Libertador, mantuano rico, emparentado con las familias más poderosas de la provincia de Venezuela. En infinidades de ocasiones se ha escrito sobre la pobreza en que se encontraba cuando dictó sus disposiciones testamentarias, en la quinta de San Pedro Alejandrino. La verdad en que Simón Bolívar efectivamente fue uno de los hombres más ricos de la Venezuela colonial y no murió tan pobre como corrientemente se afirma (El mayorazgo del padre Aristiguieta: Primera herencia del Libertador. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Fuentes para la historia colonial de Venezuela, Caracas 1999,  p. 55).

 

 

En cuanto al tema de las invasiones y la apropiación ilegal de propiedades, tan evidente en la historia de Venezuela, la  Familia de Bolívar  tampoco   escapó a ese factor político y social tan  perjudicial  al  desarrollo de la propiedad privada. Veamos.   

 

Una de las situaciones más difíciles que tuvo que enfrentar la madre de Bolívar, fue relacionada con las minas de Aroa. Estas fueron heredadas por la madre de Simón Bolívar. No obstante, los pleitos por la delimitación de las tierras donde estaban ubicadas  y las  invasiones afectaron emocionalmente a la madre de Bolívar. Sufría al ver como otros propietarios y oportunistas querían apropiarse de manera indebida e ilegítimamente de esas minas. En tal sentido, ante el Rey de España  hizo un reclamo  justo  para que intercediera ante complejo problema:

 

Una turba de hombres hicieron violenta incursión en las minas aposentándose intempestivamente en el centro de ellas, y dando principio al trabajo de unas con excavaciones y otras operaciones cuya novedad fue tanto más extraña cuanto que en aquella parte no hubo jamás contradicción alguna ni por la ciudad de Barquisimeto y San Felipe que contrajeron siempre las suyas aquellas porciones respectivas, por donde son confinantes por las minas, ni por ningún vecino particular (Paul Verna. Las Minas del Libertador. Ediciones de la Presidencia de República, Caracas, 1975, p.67).   

 

En ese mismo orden de ideas, el decreto de Bolívar sobre la minas promulgado en el año de 1829, el decreto de Quito, propiciaba la privatización de las minas  en manos de la República. En su artículo 1º se ve con claridad la intención del legislador:

 

Artículo 1º Capítulo 1º

Conforme a las leyes, las minas de cualquier clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con las demás que contiene este decreto.

 

Sin embargo, los asesores y redactores de la Ley Orgánica de Hidrocarburos Gaseosos (1999) y la Ley Orgánica de Hidrocarburos (2001) se les  escapó la naturaleza, el contenido y las implicaciones de tan importante artículo. Es evidente que omitieron el carácter privatizador que  otorgara Bolívar a los particulares  obtener en forma legal la propiedad de esas minas y hacerlas más productivas y ventajosas para la República. Por lo que el gobierno bolivariano en vez de ser consecuente con el pensamiento del Libertador sobre el carácter privatizador, lo que han hecho es profundizar el poder del Estado sobre los recursos naturales del país. En especial, en la exposición de motivos de la Ley Orgánica de Hidrocarburos de 2001, en unos de sus párrafos se puede leer como cambiaron  algunos términos del antiguo decreto del promulgado por el Libertado  para dar mayor al poder del Estado sobre   los yacimientos petrolíferos. Así, se expresa en la Exposición de Motivos:

 

Las minas, de cualquier clase que sea, son propiedad de la República mientras no se adopten otras disposiciones al respecto, continuarán aplicándose en materia de minería las ordenanzas de Nueva España (Exposición de Motivos de la Ley Hidrocarburos de 2001)

 

 

 En el texto original del decreto de Simón Bolívar (24 de octubre de 1829) reza lo siguiente: “Conforme a las leyes, las minas de cualquier clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con las demás que contiene este decreto”. Como se puede observar, fue sustituida la palabra “corresponden” por “propiedad”. Qué pasó. Habría que preguntar a los redactores y asesores de esta ley de Hidrocarburos de 2001. Lo que revela una violación flagrante al espíritu de un decreto,  supuestamente,   inspirador de la  renacionalización de la industria petrolera y de un gobierno que ve en   Bolívar el liberador   de los pueblos del tercer mundo,  explotados  por el imperio del norte. Una pregunta provocadora  ¿acaso las distintas refinerías  ubicadas, en Europa y EEUU, propiedad de Petróleos de Venezuela, no son   empresas capitalista  que explotan  y extraen plusvalor a los asalariados  tal como lo describió Marx en  el  Capital.

 

Es importante destacar que este decreto del Libertador Simón Bolívar del 24 de noviembre de 1829, tiene sus raíces históricas y jurídicas en el decreto promulgado por Carlos III en el año de 1873, y que Bolívar observó con mucho interés el propósito del legislador de impulsar la privatización de las minas de la corona.

 

Título Primero

Del Dominio Real de las Minas y su Concesión a los Particulares, y del Derecho, que por este deben pagar

1. Las minas son propias de la corona real, así por naturaleza y origen, como por su reunión, dispuesta en la ley IV:, Titulo Trece, libro Sexto de la nueva recopilación.  

2. pero sin separarse del real patrimonio, se conceden a los vasallos en propiedad y posesión de tal manera que puedan venderlas, permutarlas, arrendarlas, donarlas, dejarlas en testamento por herencia o mando, o de cualquier manera enajenar el derecho, que ellos tienen en los mismos términos que los tienen en personas que puedan adquirirlos (texto del proyecto, las notas y las reales ordenanzas…ordenanzas de la Minería de Nueva España formadas y propuestas por su real tribunal de Orden del Rey de Nuestro Señor, 1783).

 

 

Asimismo, Simón Bolívar le fascinaba el dinero y quería morir rico. No es casual que le  diera un poder a su hermana para que pusiera en venta las minas de Aroa y colocara el dinero obtenido por tal negociación, en la banca nacional inglesa a una tasa de interés del 2,5 % anual (ver Edgardo Mondolfi. Simón Bolívar. Estaré sólo en el medio del mundo: Cartas de la intimidad. Colección Ares. El Nacional, 1999, pp. 173-193. Era un Bolívar dispuesto a defender y preservar su riqueza minera y al mismo tiempo obtener  un beneficio particular que le permitiera morir holgadamente en la nación que amó con tanta pasión: La Inglaterra Liberal.

 

Se insiste, Simón Bolívar defendió la propiedad privada. Así lo demuestran sus escritos y sus acciones políticas. Esta es una mirada que no se corresponde con el proyecto político de la V República, bajo el liderazgo del comandante Hugo Chávez Frías, quién en infinitas oportunidades ha manifestado ser la encarnación absoluta del hombre de la patria: un Bolívar  que murió pobre, enemigo de la propiedad privada, traicionado y cercano  a las corrientes  socialistas de aquella época histórica.

 

 Considerar  a Bolívar un hombre socialista constituye una falacia histórica. Por tanto, no compartimos   esa idea que pretende distorsionar los hechos históricos con el propósito de justificar un proyecto político y una ideología revolucionaria. En ese marco, sí se quiere ser consecuente con un proyecto bolivariano se debería asumir el carácter empresarial del Libertador que se proyectó en el concierto de las naciones con el objetivo de construir Repúblicas liberales y así impulsar el proceso de expansión comercial entre los pueblos de la tierra, como lo dejó claro en la Carta de Jamaica:

 

 

 

Se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que formen de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que rompiendo los diques de uno y otro mar, hacer que en las distancias más remotas y hagan permanente el imperio de Inglaterra y su comercio (Simón Bolívar. Obras Completas. Editorial Habana, Tomo I).

 

Se deduce de este párrafo, la imagen de un Bolívar en sintonía con los tiempos de la globalización y la mundialización. De igual modo, se nota en la Carta de Jamaica un Bolívar sin temor de entregar la riqueza de Hispanoamérica a la Inglaterra liberal.

 

La Gran Bretaña extraería de su seno, en el corto espacio de sólo diez años de metales preciosos que los que circulan en el universo. Los montes de la Nueva Granada son de oro y plata, un corto número de mineralogistas explotarían más mina que los del Perú y que los de España; que inmensas esperanzas de esta parte del mundo a la industria británica (Simón Bolívar. Obras Completas. Editorial Habana, Tomo I).

 

 

Aún más, anticipó al  esquema económico de David Ricardo sobre las ventajas comparativas y la división internacional del trabajo como el camino  para que Hispanoamérica participara en el comercio mundial. El pequeño Bolívar en 1814 vio con claridad esa tendencia histórica:

 

La América se haya además por fortuna en circunstancias de no poder inspirar recelos a los que viven del comercio y la industria. Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor capaz de suministrar las materias primas más preciosas a los mercados de Europa, es el más calculado para fomentar conexiones con el negociante y manufacturero. Reconocida nuestra independencia  y abiertos a estos países indistintamente a los extranjeros, no podemos imaginar cuan aumentará la demanda pública todos los años (Simón Bolívar. Obras Completas. Editorial Habana, Tomo I)., 

 

 

 

Por otro lado, el  Presidente de la República Bolivariana, en su Aló Presidente,  nos habla reiteradamente  de un Cristo Socialista que tiene un sitio ideal para los pobres con el fin de alcanzar la dicha eterna. Ahora bien, porque no un Cristo en sintonía con  un sistema político y económico de origen  republicano y liberal. Por que no. El teólogo  de la  libertad  y la desobediencia civil  Juan Germán Roscio,  en su libro  y el escrito  Del despotismo de la libertad(1821)  y El patriotismo de Nirgua  y Abusos de los Reyes( 1811), respectivamente, expuso con  claridad el significado político y religioso de  un cristo republicano y liberal  con el fin de persuadir a hombres y mujeres a enfrentar radicalmente a la monarquía, a la tiranía y al despotismo, cuyas raíces provenían de una España arrogante, intolerante y despiadada. Una visión novedosa al convertir el texto bíblico y los evangelios en la fuente primigenia de los derechos naturales. Estaba convencido de que la República y el derecho natural estaban arraigado en lo más hondo del corazón del hombre. Sobre este aspecto, Juan Germán Roscio, señaló:                      

 

El gobierno republicano fue el primero porque es más conforme a la naturaleza del hombre. Antes del diluvio y mucho tiempo después se conservó el gobierno popular, se conservaron las Repúblicas y no se conocían ni monarquías, ni aristocracia…Viene al mundo el Mesías prometido, no con las ideas de fundar monarquías, sino repúblicas de salud  eterna, cuando casi todos gemían bajo la tiranía del demonio, y de sus vicarios los reyes y emperadores…La doctrina de Jesucristo era una declaración  de los derechos del hombre y de los pueblos (Publicaciones de la Secretaría General de la Décima Conferencia Interamericana: Colección Historia nro. 8. Juan Germán Roscio. Obras Tomo II, Caracas, 1953, pp. 92-93). 

 

 

 

Es muy clara la reflexión política y teológica de Juan Germán Roscio,  al considerar pertinente la revalorización histórica del Antiguo Testamento y de los evangelios y su significado político  para desmontar la vieja creencia de la teoría del  Derecho Divino de los Reyes. Una teoría  que utilizaron:

 

Los reyes  para lograr sus designios. Por medio de ellos engañan a los pueblos, y les hacen creer que su autoridad venía inmediatamente de los cielos: que ningún monarca tenía superior sobre la tierra: que su voluntad era la de los dioses: aunque fuesen tiranos y malévolos, debían ser reconocidos, y adorados como divinos: que sólo Júpiter el gran padre de los dioses, podía exigirles cuenta y razón de su procedimiento, juzgarlos y corregirlos: que sus leyes todas como inspiradas por el santo Numen, debían ser obedecidas y ejecutadas, por más injustas y perniciosas que fuesen (p. 89). 

 

 

 

 

 

 En otras palabras, un modelo político y económico republicano y liberal, que dejaron como herencia histórica   los libertadores a nuestra patria para  impulsar  su grandeza material  y cultural.  

 

 

En esa misma corriente de reinterpretaciones históricas del fenómeno bíblico y de la figura simbólica del hijo de dios,  es recomendable la lectura del célebre libro Cristo el anarquista, editado por la  Revista Claridad en año de 1936, en el que autor devela una faceta interesante de cristo   desde una perspectiva del anarquismo. Es decir, un cristo enemigo de todo poder centralizador y absoluto; un cristo convencido de que  la sociedad se organiza voluntariamente para potenciar su libertad individual sin chantaje, intimidación  y terror,  tal como aconteció en los estados totalitarios; un cristo que veía en el Estado  la causa de todo mal y la desigualdad económica y social.  En fin, un cristo abanderado  de los postulados más radicales  del anarquismo  y del liberalismo. En consecuencia, esta es otra mirada que se puede descubrir en la obra política del Libertador Simón Bolívar y sería interesante debatirla sin el peso ideológico de la versión oficial que maneja el Presidente de la República  y de esa forma presentar a la nación una imagen más compleja de lo que significó Simón Bolívar en nuestro pasado y de su proyección histórica en los nuevos tiempos. Un Bolívar complejo, paradójico y contradictorio. El hombre  sinuoso y que  responde  a cada momento  a unas circunstancias que lo obligan   a hacer coherente,  incoherente  y discontinuo. En palabras del ensayista  Montaigne:

 

Lo ordinario es que sigamos las inclinaciones de nuestro apetito a diestra y siniestra, arriba y abajo, según el viento de las ocasiones nos arrastra. No pensemos en lo que queremos, sino en el instante, en lo que queremos. Y cambiamos como ese animal cuya piel se colora según donde se acueste. Lo que nos proponemos ahora lo cambiamos después, y luego volvemos sobre nuestros pasos, siempre entre trastornos e inconstancias (Ensayos completos. Editorial Purrúa. Nro, 600, México 1999, p. 276).       

 

 

Seguramente, así era Bolívar. Así lo describió Francisco Herrera en su libro Bolívar de carne y hueso y otros ensayos:

 

 

 

Como sería el caso de su afición por el agua de colonia y el hervido de carne gorda, o el aburrimiento que le producía las corridas de toro… Mudaba de opinión y de tema con pasmosa rapidez; y de sentirse a sus anchas hablaba todo el tiempo de si mismo. Era muy vanidoso, y de un autoritarismo destemplado que predisponía en su contra.  Tomaba poco café, abusaba del ají…El Bolívar de los buenos días al amanecer; el de que toma café negro, en posillo, de pie y junto al fogón; del que protesta por haberle puesto comino a la carne y de el que celebra orgulloso la floración del níspero sembrado por sus propias manos (Editorial Ateneo Caracas. Pp. 26-30).

 

 

 

 

 

En consecuencia, esta es otra visión cercana a los procesos de modernización que se estaba gestando en la transición de la España imperial mercantilista a la Inglaterra liberal y capitalista. Por lo que el pensamiento y la acción política del Libertador no escaparon a esas fuerzas poderosas del capitalismo bajo  el influjo de la primera revolución industrial. Así,  su espíritu estuvo más ligado a un mundo liberal que, a un supuesto socialismo,  apenas asomaba  en los   llamados socialistas utópicos.

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