Vicencio Pérez Soto, el petróleo y una de sus miradas: La conserva negra del diablo

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Vicencio Pérez Soto, el petróleo y una de sus miradas: La conserva negra  del diablo

 

Ramón Rivas Aguilar

 

 

Arturo Uslar Pietri, en su libro De una a otra Venezuela (1949), resalta el significado del petróleo en el destino de nuestra patria. La historia del siglo XX de Venezuela está fundamentada en esa fuente de energía que mueve la maquinaria industrial del planeta Tierra. Por tanto, “El petróleo, y ninguna otra cosa, es el tema de la historia viva de Venezuela” (p.18).  En efecto, entre 1914 y 1935 la vida económica cambió radicalmente mediante la intervención del petróleo: se dio el tránsito de una sociedad rural a una sociedad urbana. De igual forma, cambió la percepción del venezolano sobre esa riqueza y su impacto en la nación. Hasta ese entonces, se tenía una visión fisiocrática sobre el hecho económico y se estaba convencido  de que la prosperidad de una nación dependía de la riqueza agrícola. Esto se transformó con el petróleo y se tuvo la sensación de que éramos ricos y los problemas económicos se resolverían con unos cuantos barriles desparramados por el territorio. Con el petróleo nos independizamos de un pasado económico que vivía  del trabajo productivo.

 

 

Ante un dilema tan complejo provocado por el petróleo en manos del Estado, ¿Qué hacer? Cómo devolverle a la nación la fuente primigenia de la riqueza. La respuesta pareciera contundente: sembrarlo. Ahora bien: ¿Cuándo se inició este proceso? Precisamente, fue en el seno del gobierno gomecista que afloraron las primeras imágenes de esa fuente de energía que modificó radicalmente el espíritu de unas minorías creadoras y de unas muchedumbres a lo largo del siglo XX. En esa perspectiva, Gumersindo Torres, César Zumeta, José Antonio Tagliaferro y otros fueron los primeros venezolanos en señalar que se debía utilizar los ingresos petroleros en función de la rama agrícola y ganadera. Creían profundamente en esa riqueza, porque habían heredado históricamente un pasado conectado al imaginario fisiocrático. Para ellos, era posible “sembrar el petróleo”. Desde luego, era una primera imagen sobre un tema que posteriormente Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri abordaron con claridad y precisión. En este contexto, son interesantes las reflexiones de Vicencio Pérez Soto. Fue un amigo leal del General Juan Vicente Gómez y fue Presidente de Estado en varias oportunidades, sobre todo en el Estado Zulia. Allí palpó el auge de la industria petrolera. Como gobernante de esta entidad administrativa, examinó con mucho detenimiento la actuación de las compañías petroleras en el quehacer cotidiano del mundo zuliano. En correspondencia al General Juan Vicente Gómez (1926) le hizo saber su posición crítica sobre el comportamiento indebido e indecoroso de las concesionarias extranjeras. Decía: son egoístas, atropellan al trabajador petrolero; evaden los impuestos del municipio de Lagunillas y Cabimas. Es decir, se han abierto demasiado las puertas al capital petrolero internacional en perjuicio de la nación y de su gente.  Por eso, era necesario la intervención del sector público para restituir el equilibrio justo y equitativo entre las compañías petroleras y el Estado venezolano. Sin embargo, hay un punto bien interesante en la visión de Vicencio Pérez Soto que revela una faceta en torno al mito del minotauro, que posteriormente recoge Arturo Uslar Pietri en sus ensayos petroleros.  Por ello, el 22 de agosto de 1926 desde el Estado Zulia, le escribe al General sobre  esa faceta que pudiera llevar a la destrucción material y cultural a la patria del Libertador:

 

El petróleo es la conserva negra del Diablo. Así pienso cuando cavilo sobre las cosas que aquí veo y otras que se sospechan o barruntan. El negro mineral es el acicate de la codicia humana, la que en todos los elementos y en las distintas razas o nacionalidades desarrolla sus inmorales apetitos, tratando de atropellar cuanto son puros ideales de justicia y de humanidad, de patria y de decoro. En esta petrolandia en que estoy siento las marejadas de cuantos se mueven y se agitan en búsqueda de su tajada (Boletín del archivo histórico de Miraflores, nro. 70, año XIII, Caracas, 1972, p. 341).

 

 

En consecuencia, el petróleo, la conserva negra  del diablo, revela el espíritu de una época en la que se tuvo el  temor hacia  una riqueza que conduciría a  la destrucción de la   cultura agraria. Se trataba, en definitiva, en cómo dominar esa riqueza  para ponerla  al servicio de las actividades productivas nacionales.  Por tanto,  Vicencio  Pérez Soto, una  figura clave del gobierno gomecista,  vio con  anticipación  una de las facetas  de sembrar el petróleo: la conserva negra del petróleo. La imagen  del minotauro.                                            

 

 

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