El 4 de febrero de 1992: Fin de la República e instauración del Estado comunal.
Ramón Rivas A.
El búho de Minerva levanta sus alas
En el crepúsculo (Hegel)
El 4 de febrero de 1992, hace 31 años, un intento de un golpe de Estado tuvo como propósito fundamental destruir los fundamentos del sistema democrático venezolano. Los insurrectos, justificaron esa acción, ante un país que se encontraba en un estado de podredumbre y corrupción en manos de una partidocracia, de una oligarquía y aliados con factores imperiales. Se trataba de impulsar una nueva propuesta histórica para alentar a la nación hacia una nueva esperanza. Una nueva forma de ejercer la política, la economía, la cultura espíritu de justicia, de equidad, de humanismo que contribuyeran moralmente adecentar al país y así lograr el bienestar material y espiritual, tan deseado por los héroes de las tres raíces que todos conocen. Los insurrectos, comprendieron que ese no era el camino para alcanzar el poder.
El camino era la vía electoral para conquistar el poder y llevar cabo los propósitos revolucionarios que se habían planteado desde 1983, cuando fundaron MB-200. Es decir, fracasaron en dos intentos de golpe de Estado, que resultó una tragedia para los golpistas.
Por lo tanto, desde el principio tuvieron un norte histórico que había heredado del proceso revolucionario venezolano, con sus primeros pasos en la época del gomecismo: destruir la sociedad burguesa y capitalista, imbuida de rentismo. Al mismo tiempo, desde el poder instaurar el comunismo. Una creencia histórica que se socializó a lo largo del tiempo, impregnando el ánima de los insurrectos, en las distintas etapas de la democracia, en la que impulsaron varios golpes de Estado de subversión marxista para destruir las bases de la democracia venezolana. Una línea de continuidad histórica que se proyectó en el tiempo con consecuencias significativas en el gobierno revolucionario y bolivariano en la presidencia de Chávez y Maduro. En ambos gobiernos, adoptaron los más diversos programas jurídicos, políticos, ideológicos, económicos, sociales y culturales para llevar cabo con destreza y habilidad la imagen comunal contra el individualismo y contra el capitalismo salvaje neoliberal. El hombre nuevo, el buen salvaje, el buen revolucionario, la utopía precolombina, con todos los ingredientes revolucionarios del mundo Occidental y Oriental.
Dentro de esa dinámica histórica, se presenta una paradoja que amerita un tipo de reflexión para comprender la naturaleza política e ideológica del golpe de Estado del 4 de febrero de 1992. El fin era liquidar la República, que la consideraban la cuarta, con la pretensión de impulsar una quinta república, que la han denominado el socialismo del siglo XXI, con todo el ropaje cultural del mundo precolombino, africano y bolivariano. En el fondo subyace la sociedad comunal. Es vital establecer una diferenciación histórica para analizar cuán importante fue el papel del segundo gobierno de CAP (1989-1993), para promover una visión política y económica que significaría los inicios de una nueva forma de gobernar y ejercer el poder en las regiones, por un lado. Y, por el otro, el fin del capitalismo estatal y rentístico por una economía más libre, abierta y competitiva. En otras palabras, era el comienzo del fin de la vieja república, intervencionista, estatista, rentista y de democracia de partido. Con CAP se renovaba la democracia, con signos novedosos más cercanos a las regiones y a sus ciudadanos. De igual forma, ese proceso de descentralización política determinaba un mayor poder de las regiones a lo largo y ancho de la geografía nacional. Moría el centralismo. Moría la vieja democracia de partidos. Se asomaba los albores del federalismo. Era la muerte de la cuarta república. Qué ironía.
En esa perspectiva política, el 4 de febrero de 1992, el fallido golpe de Estado, su objetivo final más que destruir la 4 república, su pretensión era desmontar la nuestra estructura de poder que vislumbraba una manera de hacer política y economía en el marco de un proceso descentralizador y de libre mercado (1989-1993), por una sociedad más humana, más equitativa, con las notas esenciales del hombre nuevo. En esencia, el ideal comunal. El montaje que representaba el modelo comunal era la imagen del socialismo del siglo XXI. En efecto, una vuelta al viejo orden estatista, centralizador y rentista, colectivista y comunal. Era el objetivo a lograr en el corto, mediano y largo plazo.
En fin, es una mirada para analizar el fundamento último del golpe de estado del 4 de febrero de 1992. El intento se centró en destruir el nuevo modelo político y económico de contenido federalista y de libre mercado (1989-1993), más que la vieja república, la cuarta, e imponer en el tiempo el Estado comunal.