A
Javier Milei
Heredero genuino del pensamiento liberal
Argentino
Edición Especial
Ramón Rivas Aguilar
Un fantasma recorre la geografía política del planeta: el populismo.
Los imperios y las naciones con el canto inútil del nacionalismo y el
proteccionismo. Es la expresión política de La Nueva Rusia, La Nueva China, La
Nueva América del Norte etc. En efecto, la idolatría del nuevo patriotismo. Por
otro lado, América Latina, confusa y desconcierta. Con un pasado estatista, nacionalista, anticapitalista y
antimperialista que bloquea la posibilidad de abrirse hacia un
futuro luminoso de alcance mundial. Una cultura contra la democracia,
libertad y el libre mercado, alimentado intelectualmente por el foro de Sao
Pablo. Asimismo, la Provincia de
Venezuela, invertebrada y trivializada, carente de ideas para develar una nueva forma de ejercer la
política, la economía y la cultura más
del estatismo y el rentismo. Las viejas y las nuevas generaciones,
lamentablemente en esa faena perversa y
nefasta del personalismo y presidencialismo que tanto daño moral ha ocasionado
a la sociedad venezolana.
En fin, el planeta sin ideas, sin unas minorías rectoras que contribuya a delinear al hombre
de hoy cual es el camino para insertarse
en un nuevo orden civilizatorio de gigantes consecuencias para el destino de la
humanidad. Se percibe una contra reforma global contra los valores de la cultura occidental.
Un clima intelectual que pretende convencer a la humanidad de retornar al mundo de la tribu y del
colectivismo contra el individualismo, soporte de la prosperidad
económica, social y cultural de las naciones. El reto intelectual es la de promover
los fundamentos del liberalismo contra
toda ideología que, busca en definitiva, la nostalgia del rebaño. Por
tanto, la importancia intelectual de la obra liberal de Juan Bautista Alberdi, en estos tiempos de desconcierto y
confusión vital. Veamos.
Juan
B. Alberdi (1810-1884), una de las figuras históricas de mayor peso intelectual
de Hispanoamérica. Convencido de que el pensamiento liberal como propuesta histórica el camino para erradicar en América Latina
de las viejas creencias caudillezcas y estatistas que hundieron en la miseria a miles de hombres y mujeres,
desparramados por la geografía americana. Es decir, sacar a
esas regiones de la magia de la
épica y de los abusos y atropellos del estatismo e intervencionismo, heredado de
El
gobierno no ha sido creado para hacer ganancias, sino para hacer justicia; no
ha sido creado para hacerse rico, sino para ser el guardián y centinela de los
derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien
sea la libertad de industria. Un comerciante que tiene un fusil y todo el poder
del Estado en una mano y la mercadería en otra es un monstruo devorador de
todas las libertades industriales. El gobierno que se hace banquero,
asegurador, martillero, empresario de industrias en vías e comunicación y
construcciones de otro género, sale de su rol constitucional; y se excluye de
esos ramos a los particulares, entonces de alza con el derecho privado y con la
constitución echando a la vez al país en la pobreza y en la arbitrariedad. No
hay peor agricultor, pero comerciante, pero fabricante que el gobierno (Jorge
Mayer. El pensamiento vivo del Alberdi. Editorial Losada, Buenos Aires, 1983,
pp. 61-63).
Por
ello, Alberdi vio en la empresa privada la clave para el éxito económico y social de las naciones y una alternativa frente al Estado omnipotente, cuyo poder estaba por encima de la ley y de
la justicia. La empresa privada, fruto del trabajo, de la iniciativa, de la
creatividad, de la capacidad y de la innovación. Lo contrario del el Estado
omnipotente que deriva su fuente de riqueza del asalto al poder, de la
violencia, de la arbitrariedad, del personalismo y del caudillismo y utiliza el
chantaje, el temor y el poder económico para perseguir y atropellar el éxito
como premio del individualismo.
En
ese sentido, reflexionó sobre aquella nación que
consagra en espíritu la defensa
física y jurídica de la vida, de la propiedad
privada y de la libertad de pensamiento. Sobre este punto,
dijo:
He
vivido veinte años en el corazón del mundo más civilizado y no he visto que la
civilización signifique otra cosa que la seguridad de la vida, de la persona,
del honor, de los bienes. La civilización no es el gas, no es el vapor, no es
la electricidad, como piensan los que no ven sino su epidermis. La civilización
no es tampoco el gran rendimiento de la aduanas, que se mide por las tarifas,
como creen los que hacen del gobierno su industria de ganar fortuna (idem, 82).
Más
adelante, Alberdi deja esta hermosa imagen para nuestros pueblos que creen ver
en el subsuelo la riqueza de una nación:
Dichosos
los pueblos que tiene por morada un suelo pobre; Ellos serán como
En
esa perspectiva, Alberdi consideró como opción histórica para
promover la riqueza material y cultural
la libertad individual el
fundamento de todo proceso civilizatorio:
La
libertad individual, que es la capital libertad del hombre, es la obrera
principal e inmediata de todos sus progresos, de todas sus mejoras, de todas
las conquista de las civilización en todas y cada una de las naciones. Pero la
rival terrible de esa hada de los pueblos civilizados es la patria omnipotente
y omnímoda, que vive personificada fatalmente en gobiernos omnímodos y
omnipotentes, que no la quieren porque es límite la libertad e la patria es una faz de la
libertad del hombre civilizado, fundamento y término de todo el edificio social
de la raza humana (Juan Bautista Alberdi. La omnipotencia del Estado [La omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual]. Colección Campeones de la libertad, Buenos Aires, 1986, p. 29).
Por
tanto, América Latina tiene en Juan Bautista Alberdi un camino luminoso para impulsar
su riqueza material y cultural desde la perspectiva liberal. Atrás, quedarán las viejas creencias personalistas y
caudillezcas y mesiánicas que tanto daño económico y moral han ocasionado a
nuestros pueblos. De allí, pues, Javier Milei representa el heredero, el sendero liberal para estos
tiempos de tanta confusión y desconcierto en una Argentina que va
al precipio. La hora liberal, en el
ánima de Javier Milei, para
liberar a Argentina de la postración moral y material a la que ha sido sometida históricamente por una
casta política, una de las más corrupta y perversa de América Latina.