Carvajal: La sabana de los dioses en el contexto historiográfico global

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Carvajal: La sabana de los dioses en el contexto historiográfico global

 

 

Ramón Rivas Aguilar

 

A

Mi madre Libia Aguilar

Mi hermano Dixon

Dos bellas fantasías que colmaron de historia a la sabana de

Los dioses

 

 

I

La intrahistoria en la era global. Una reflexión desde la filosofía

 

Miguel de Unamuno, en su libro En torno al casticismo (1895), planteó la necesidad de transformar la manera de cómo se escribía la historia en la España de finales del siglo XIX. En efecto, la historia, en esa época, sólo relataba la importancia política y religiosa de los Reyes Católicos, de los Monarcas y de los príncipes, y de las bondades de la Conquista y Colonización, sin tomar en cuenta al hombre de carne y hueso. Se trataba de rescatar, según el filósofo hispano, la historia de hombres y mujeres que vivían bajo la sombra del Imperio; enfoque histórico que él denominó: intrahistoria.  Mas tarde, en El sentimiento trágico de la vida, abordó ese problema desde una perspectiva más filosófica: el fin último de la filosofía es el hombre de todos los días y todas las noches.

 

  

Posteriormente, el historiador mexicano Luis González González recogió esas inquietudes histórico-filosóficas de Unamuno, en sus pequeñas historias, denominada ahora microhistoria. El desmoronamiento del Imperio español con la pérdida de Cuba, la última de sus colonias, produjo la crisis de un enfoque histórico que sólo le interesaba destacar los hechos políticos de una España arrogante. La presencia de la Generación del 98 develó, por medio de sus obras, las voces silenciosas de un pueblo despreciado y humillado por sus aristócratas. Azorín, Pío Baroja, Antonio Machado y otros recogieron el quehacer cotidiano de hombres y mujeres olvidados por la historia oficial.

 

En ese mismo horizonte, andaba el filósofo Martín Heidegger; un hombre que le gustaba conversar con los campesinos para poder palpar sus alegrías, emociones y nostalgias. Cambió radicalmente la perspectiva de los estudios filosóficos que había perdurado dos mil quinientos años: desde Aristóteles a Hegel, al hombre de carne y hueso se le excluyó de la reflexión filosófica. La filosofía se dedicó a examinar la esencia de las cosas, descuidando al hombre y su relación con el mundo. Asimismo, el filósofo español  Don José Ortega y Gasset, innovó una nueva forma del quehacer histórico que tuvo como primacía  la importancia  de los hombres y mujeres  en el ajetreo  de la vida cotidiana. El hombre y su mundo, la vida y el afán de comprender su relación vital  con su entorno natural  y humano.

 

¿Qué pasó con la reflexión de esos filósofos? La bipolaridad ideológica y política sepultó a esos pensadores. El comunismo y el capitalismo se arrogaron el monopolio de un hacer la historia para ponerla al servicio de los apetitos imperiales. La utopía y el mercado fueron los fundamentos de esas ideologías dogmáticas que destruyeron las voces del hombre y de su cotidianidad. La crisis de la utopía y del capitalismo (del Estado y liberal) puso en tela de juicio esos esquemas y creencias que subestimaron al hombre que trajinaba día y noche en el anonimato. Brotó del silencio la pequeña historia, la intrahistoria y la microhistoria.

 

Venezuela no escapó a esos cambios significativos en los distintos modos de percibir la historia nacional ¿Cómo fue ese proceso en nuestro país? El petróleo sentó la base política, intelectual y cultural para la edificación de un discurso historiográfico antimperialista y anticapitalista. Las ideologías de izquierda y derecha contribuyeron a fortalecer el sentimiento nacional que cuestionó los abusos que cometió el capital petrolero internacional. En ese enfrentamiento y negociación entre el Estado y las empresas petroleras extranjeras, nacía una historia nacional que unificó al país para enfrentar el imperialismo petrolero. El análisis histórico se centró en el estudio de las distintas clases sociales y su relación con  la nación, con las compañías y los imperios. Se escenificó una batalla interesante en el campo de las ideas y de la acción política que produjo una historia viva que consolidó a un Estado y una nación frente al poder planetario. Sin embargo, la nacionalización de la industria petrolera, su internacionalización y apertura debilitó el discurso historiográfico rentista, estatista, anticapitalista y antimperialista. Moría el nacionalismo petrolero con su historiografía. A partir de la década de los ochenta del siglo XX, las escuelas de historia de las universidades nacionales propiciaron, entonces, investigaciones relacionadas con la historia de la región y las localidades. Esta tendencia historiográfica coincidió con el auge del liberalismo, del desarrollo de las finanzas, de la expansión de los medios de comunicación y  el rol político  de los ciudadanos en la vida social. Se iniciaba, entonces, un nuevo ciclo  historiográfico  que se estaba desplegando a escala universal. Se  imponía  la intrahistoria y otros horizontes  de cómo  abordar los fenómenos históricos  y  los fenómenos culturales.

Carvajal,  Santa Rosa de Carvajal, la  sabana  de los dioses, no escapó al influjo de esos quehaceres historiográficos universales. En otras palabras, la  década de los noventa, la  década que  comenzó esa faena, la faena de escudriñar la vida de hombres y mujeres, en el quehacer cotidiano, en sintonía con esos enfoques que se realizaban a lo largo y ancho de la geografía universal. Una  muestra de ello, es lo que se está examinando  en la mañana de hoy, una actividad cultural que intenta relatar desde distintas miradas y perspectivas la vida material y espiritual de Carvajal. Así, pues, estamos en la onda de la intrahistoria como una tendencia significativa en el marco de un nuevo proceso civilizatorio.  Un proceso civilizatorio que privilegia el saber, la ciencia y la tecnología  como medios para el progreso material y cultural de las naciones.

 

En ese sentido, me gustaría compartir dos relatos, dos pequeñas historias inscritas en el espíritu de esta reflexión historiográfica global. Dos historias que están llenas de vivencias, de fantasías e imaginación son parte del espíritu de un proceso civilizatorio. Una relacionada con las historias de nuestros padres y abuelos en torno a los orígenes de la sabana de los dioses y su proyección en el tiempo. Y la otra, un fenómeno natural, el Relámpago del Catatumbo que afectó profundamente el ánima de una generación que vio con goce cómo ese fenómeno resplandecía por toda la sabana de los dioses. 

 


 

II

La pequeña historia de la sabana de los dioses

 

 

Hace millones de años, el universo se fragmentó en mil pedazos. Una fuerza poderosa provocó  una explosión que dio origen al sistema solar. Emergió  la cordillera de Los Andes y, como arte de magia, a lo lejos, en el horizonte aparecieron las primeras imágenes de la sabana de los dioses. Creció la flora y la fauna en un pequeño bosque que deleitó la fragancia natural de sus hierbas y las bellas melodías de sus aves. Las aguas de sus ríos y quebradas embriagaron a aquel lugar maravilloso ajeno al espíritu del hombre por miles de milenios. Fue un jardín que le perteneció a sus pájaros y le cantaba a sus dioses. Su mirada inocente se alargó para percibir el coqueteo mágico de los colores mestizos del arco iris. Regocijó con el chispeante fulgor del relámpago del Catatumbo. Por las tardes veía con tristeza desaparecer en el ocaso el astro imperial. Los truenos atemorizaban a las tímidas aves que se acurrucaban en las hojas de los  arbustos. Un día escuchó la voz del hombre. Olfateó sus primeras huellas. Él, por vez primera asomó por aquellos senderos aún vírgenes que acariciaban con ternura los pasos de la luna. Un bosque que se estremeció con el frágil mortal. Asustadizo y temeroso, se desplazó misteriosamente en la sabana y la transformó con sus manos. Era el aborigen  con su conuco y su choza que vivía los días del paraíso. Cultivaba, pescaba y cazaba por los alrededores de sus ríos. Sus dioses se asomaban entre los árboles del bosque. El sol y la luna, sus fuentes lumínicas de aquel mundo natural. Tarde, en la noche, aparecía entre la hierba salvaje la belleza de una mariposa que de su interior brotaba una luz radiante e  iluminaba el rostro de los primeros salvajes. Eran los aborígenes  que vivían una eternidad en esa sabana de los dioses que se arropaba en el nidal de nubes y sentía la ráfaga briosa de la laguna de la Samurera. De repente en su sueño vio a un hombre con una espada y una cruz: el imperio comenzó el acoso contra el hombre salvaje en la sabana de los dioses. Erigió una Iglesia e impuso al hombre natural las oraciones del magno imperio. Las razas se entrecruzaron con la delicia del gemido divino y nació el mestizaje. Los abuelos, provenientes de la Europa moderna, continuaron con la colonización de la sabana de los dioses. Vivieron la era agraria y descubrieron el fruto de la civilización del oro negro: el automóvil. Sus hijos y nietos estrenaron la era urbana e industrial en la Venezuela del estiércol del diablo. Hoy, la sabana de los dioses  devela en sus hogares el fin de la edad contemporánea y percibe con alegría la expansión de la era planetaria y cósmica. Atrás, quedó el canto del hombre natural y de sus aves y siente en su vida cotidiana una época que representa la imagen digital y virtual. Ayer, Cristóbal Colón recorrió el nuevo mundo y la sabana de los dioses no escapó al influjo de ese largo periplo que enalteció y glorificó el símbolo histórico del quijote de los océanos. Por estos días-el hombre va más allá de las fronteras de la Tierra y recorre con su mirada inocente  el sendero  hacia la conquista del universo. La sabana de los dioses, Santa Rosa de Carvajal, acompaña en sus sueños al mísero que se arriesga a tan significativa odisea sideral. Cada uno en sus hogares y en las calles, escuelas, liceos y universidad tendrá el privilegio de escuchar en un segundo los primeros sonidos de aquel inmenso estallido que dio inicio al universo, hace quince mil millones de años. De aquel mundo natural, la sabana de los dioses, apareció hace millones de años, nada queda.

 

Hoy, habitada por nuevas generaciones emprende con su mirada la empresa de contemplar las maravillas del universo y una alegría embriaga nuestro espíritu al comprender que estamos en una nueva etapa de la historia universal -cuya nota fundamental es la de examinar con el avance de la ciencia y la tecnología la grandeza de la vida y sus intenciones de expandirse a lo más profundo del espacio sideral. La tierra se desvanece. El  hombre inicia la gigantesca odisea de emigrar hacia otros mundos con la noble intención de otear  otro jardín  como lo fue la Sabana de los Dioses, Santa Rosa de Carvajal.  

 

 

III

El relámpago del Catatumbo  en aquellos días

 

 

Hay momentos en nuestras vidas en la que  damos una vuelta al pasado  para recordar  bellas imágenes  que tanto placer  provocaron en  el espíritu de toda una generación. Una de esas imágenes inolvidable fue el Relámpago del Catatumbo que brotaba misteriosamente a lo largo de la tierra de sabios y santos  y resplandecía con magia en los cielos trujillanos. De la noche oscura  brotaba aquel haz de luz que tanto fascinó al filósofo del devenir. Del abismo salía un rayo de luz que atravesaba el universo. Hasta su muerte,  Heráclito vio en el relámpago un misterio de la naturaleza que revelaba la belleza de la antigua Grecia. Los dioses bajaban de los cielos  para mirar desde aquel bosque esa luz que parpadeaba a cada instante en los espacios nocturnos.

 

La ciencia ha indagado la naturaleza de tan misterioso fenómeno lumínico. Los resultados han sido en vano. Las mentes más lúcidas hablan de la imposibilidad de discernir la esencia de un ente que se oculta y desoculta a cada instante. Seguramente, allí reside su profunda belleza que nos provoca asombro.

 

 

 

La sabiduría sagrada nos dice que el relámpago es una manifestación de lo divino y que se transforma permanentemente de la sombra a la luz y de la luz a la sombra. En las madrugadas nos acercábamos al cementerio viejo para contemplar la belleza de este fenómeno natural. Quedábamos embelesados ante el espectáculo de un cielo radiante de luz. Asimismo, el abuelo Pedro Aguilar cuando nos llevaba a Santa Rosa de Carvajal, una pequeña finca, el relámpago del Catatumbo iluminaba el camino.

 

La luna plateada palidecía de envidia. Insisto, nuestra mirada inocente extasiada de regocijo ante aquel faro celestial que a la velocidad de la luz recorría las montañas y la cordillera en la sabana de los dioses. Entre el cementerio viejo, Santa Rosa de Carvajal y la cordillera hacíamos largas caminatas y llevábamos en nuestra mochila la linterna perenne: el relámpago del Catatumbo. Qué hermosa imagen registra el baúl de los recuerdos. La memoria y el olvido se convierten en un forcejeo en todo momento ¡Qué le vamos a hacer! Llevamos en los más hondo de nuestro ser el relámpago del Catatumbo.  Siempre quedará el chispeante relampagueo en el instante eterno en  la sabana de los dioses, la sabana de nuestros padres y abuelos.

  

       

Como se puede apreciar, estas reflexiones recogen el espíritu universal de una forma de hacer historia que los filósofos la han llamado la intrahistoria. Una manera de recordar y proyectar como hombres y mujeres en un espacio, en un tiempo vital, labró sus vidas materiales y espirituales y conformaron el sentido de pertenencia de una nación. Dentro de esta perspectiva, la sabana de los dioses, es y seguirá siendo parte de este proceso global que se está proyectando en el planeta. Por eso, me entusiasma esta importante iniciativa que nos permitirá descubrir distintas maneras de ver a  Santa Rosa de Carvajal, la Sabana de los Dioses, como un mosaico de representaciones culturales y materiales que se proyectarán hacia el futuro como parte de nuestra memoria y de nuestra fantasía. La palabra recordar es la palabra más hermosa que existe en la lengua universal. Significa volver y pasar por nuestro corazón tantas emociones, sentimientos, recuerdos y fantasías que se fueron formando con el tiempo y que están sedimentados en el espíritu de una bella sabana. Finalizo esta reflexión con las palabras del filósofo alemán Federico Nietzsche. Palabras que engloban el pasado, el presente y el futuro con la imagen del árbol que consideró vital para su reflexión filosófica:

 

Entre todos los habitantes de este planeta, los árboles me parecen los más nobles. Despliegan sin duda el más perfecto sentido de la simetría. Continuamente tratan de elevarse sin abandonar sus raíces que se hunden más y más profundamente en la tierra que los engendró.

 

 

 

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