Simón Bolívar y sus ideas económicas 1783-1830

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Simón Bolívar y sus ideas económicas

1783-1830

Ramón Rivas Aguilar

 

 

 

Este artículo sobre las ideas económicas del Libertador, lo inicio con una reflexión del filósofo español José Ortega y Gasset sobre la conexión vital  entre la vida y el mundo,  una perspectiva,  una mirada,  un punto de vista sobre la realidad.

 

Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor lo que ella no ve lo puede ver otra. Cada individuo -persona - pueblo- época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. De esta manera, la peculiaridad de cada ser, su diferencia individual, lejos de estorbarle para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual puede la porción de realidad que le corresponde la verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que veo, y así sucesivamente cada individuo es un punto esencial (José Molinuevo. La vida alrededor: para entender nuestro tiempo, pp. 48-52).

 

Dentro de esa dimensión vital, examinar las ideas económicas del  Libertador representa, desde una mirada actual, a la luz de los profundos cambios que se suscitan hoy bajo el impacto de la globalización. Una época que se encamina hacia la profundización de la democracia y del libre mercado; que erige, indefectiblemente, una gigantesca civilización mercantil a lo largo y ancho de la geografía planetaria. Una basta red mercantil enlaza  el circuito económico y financiero del mundo y acelera el fin del Estado Nación y de sus elementos fundamentales: soberanía, nacionalismo, patriotismo, proteccionismo, etc. Por ello, nuestro espíritu se abre a un mundo complejo, interesante, desconcertante, contradictorio, paradójico; que estamos viviendo en novedad para bien o para mal. No hay evasión posible, tal como lo expresaría elegantemente el maestro de Guadarrama:

 

  Más no hay evasión posible. El hombre no puede volver a ninguna edad zaguera. Está consignado, quiera o no, a un futuro que es siempre, en efecto, nuevo y distinto, llamémosle o no progreso. A pesar de lo vieja que es nuestra especie y de que heredamos todo el pretérito, la vida es siempre nueva y cada generación se ve obligada a estrenar el vivir, casi, como s nadie lo hubiese practicado antes (José Ortega y Gasset. Sobre la caza, los toros y el toreo. Revista de Occidente, Alianza Editorial, Madrid, 1986, p. 89).

 

En otras palabras, Bolívar vivió su mundo histórico, inimitable e irrepetible. Las nuevas generaciones tienen el reto y el desafío de asumir su destino vital en un planeta que ha hecho del saber el camino para promover la riqueza material y cultural de los pueblos. Para el Libertador, la debacle de la monarquía y el sistema mercantil absolutista español significó la entrada a un circuito económico mundial para la provincia de los pueblos hispanos, que instauró una nueva realidad internacional, liderada por la Inglaterra liberal. Se impuso, después del proceso emancipador, el esquema industrial inglés y el fisiocratismo, como las dos fuerzas políticas y económicas que se desplegaron a lo largo del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial; cuando entró en crisis el modelo liberal inglés. El Libertador comprendió tempranamente el camino de esa novel realidad internacional política y económica impuesta por Inglaterra, como veremos más adelante. Ello significó la división de países bien en agrarios o bien en industriales.

 

 

 

Por tanto, capital, dinero y tierra, símbolos representativos de la era industrial y agrarista, comienzan a declinar ante la fuerza avasallante del saber y de la globalización. Atrás queda un pasado que ya nada aporta al planeta Tierra, al cual se le abren los horizontes hacia la conquista de la vida y el universo, mediante los prodigiosos avances de la ciencia y de la tecnología. Emerge un hombre cuyo destino vital se desenvuelve en el ámbito de la libertad; el mercado; el libre comercio; la ética; la ecología; y la espiritualidad sagrada y secular. Sin embargo, no seamos ingratos con un pasado que se debe comprender para entrar con vigor intelectual   hacia un nuevo proceso civilizatorio con conciencia histórica. En efecto, Don José ortega y Gasset nos advierte sobre los peligros del olvido, cuyas consecuencias nos conducen hacia un proceso de barbarización:

 

El defecto más grave del hombre es la ingratitud. El ingrato olvida que la mayor parte de lo que tiene no es obra suya, sino que le vino regalado de otros, los cuales se esforzaron en crearlo u obtenerlo… olvidar el pasado, volverle la espalda, produce el efecto que hoy asistimos: la rebarbarización del hombre… hemos heredado todos aquellos esfuerzos en forma de creencias que son el capital sobre que vivimos… Tener conciencia de que se es heredero, es tener conciencia histórica (José Ortega y Gasset. Ideas y creencias. Revista de Occidente, Madrid, 1959, pp. 28-31)

 

Pues bien, hace veintisiete años, cuando disertamos sobre las ideas económicas del Libertador, en la Cátedra Simón Bolívar, al celebrarse el Bicentenario de su nacimiento, su pensamiento en esta área del saber fue examinado en un momento del quehacer histórico nacional reflejaba la crisis del nacionalismo petrolero y el agotamiento del modelo del Estado rentista. Se desvanecía la cultura estatal y emergía el liberalismo, aupado con las sesudas reflexiones político-filosóficas del periodista Carlos Rangel, cuyo libro, Del buen Salvaje al buen revolucionario, estimuló modos no tradicionales de entender los procesos históricos de América Latina. Asimismo, el nacimiento del grupo Roraima, bajo la conducción del Dr. Marcel Granier, sintetizó los postulados básicos del enfoque liberal. En sintonía con esa dinámica, aparecieron nuevas miradas historiográficas conectadas a los Estados,  a las regiones y a las comunidades.  La pequeña historia, la historia oral, las teorías sobre las mentalidades y la cultura estimularon, por otra parte, caminos novedosos en el campo histórico de Venezuela. No deja de ser interesante, resaltar la crisis de la utopía y la expansión planetaria de las reformas liberales. El célebre documento, conocido desde entonces como el Consenso de Washington, contenía los lineamentos fundamentales para impulsar la democracia y el libre mercado entre las naciones. Por esos días, emergía ya la crisis del presidencialismo y del populismo. La democracia, la descentralización y el libre comercio eran signos de los tiempos históricos.

 

En ese mismo orden de ideas, la creación de PDVSA, en el año de 1975, y la nacionalización de la industria del oro negro, en enero de 1976, representaron la posibilidad histórica hacia la internacionalización de la apertura petrolera. Ironías de la historia. En la celebración del Bicentenario del Natalicio del Libertador, en el año de 1983, cuando el país ameritaba cambios profundos en su sistema político, se fundaba en la clandestinidad un movimiento militar bolivariano: MBR 200. Su objetivo era destruir el orden constitucional dirigido por la oligarquía local y el imperialismo, y sentar las bases de una Venezuela digna y patriótica, según los voceros de ese movimiento. 

 

En la vieja Facultad de Humanidades y Educación, hace 27 años, reitero, los profesores de Economía Política José Luís Rondón (pepito) y Ramón Rivas Aguilar expresamos nuestras reflexiones sobre el pensamiento económico del Libertador, cuyos moderadores fueron los colegas José Murguey y Guillermo Matera. Fue en esa vieja Facultad, que sobrevivió a los ruidos infernales del automotor de Henry Ford, ubicada en los predios de la Avenida Universidad, se respiraba una atmosfera de sabiduría. Nuestros profesores indagaban con delicia los temas complejos y difíciles del mundo histórico universal. Fuimos educados bajo el espíritu de la chimenea y debatimos con pasión y frescura intelectual los aspectos más significativos de una época, la década de los setenta y parte de los ochenta. Décadas éstas rica en acontecimientos históricos que impactaron la vida económica y política de América Latina y de la Tierra de Gracia como el auge del nacionalismo tercermundista, la reflexión sobre la fascinante teoría dependentista, el avance la OPEP, la crisis energética, el desarrollo de las corporaciones trasnacionales; que conformaron las manifestaciones de gran interés político para aquel entonces. En esa vieja Facultad, que escrutaba el horizonte universal, se olfateaba el perfume que se desprendía de sus hermosos pinos y se escuchaba con deleite el canto misterioso de las paraulatas. En las altas montañas, las nevadas eran iluminadas por el sol de los venados. La neblina se cubría en silencio a lo largo de la  avenida universidad. Esa vieja Facultad, que alojó también a la Facultad de Economía, en cuyos auditorios, escenarios del pensamiento, se desataron las más ricas reflexiones sobre el espíritu y el mundo de la vida económica. Síntesis maravillosas en instantes cotidianos. Se dieron luchas académicas, políticas e ideológicas significativas en los salones de clase, los pasillos, los cafetines y la avenida Universidad. Reinaba al calor de las luchas políticas, la pluralidad y la diversidad del pensamiento. Por cierto, en el negocio del estimado Don Juan, se cultivaba el mundo de las ideas en los atardeceres y al calor de bebidas deliciosas. Continuábamos los debates y discusiones por la noche en Monte Aventino. El cine Tibisay y las discotecas a lo largo de la Avenida Universidad daban reposo al fascinante mundo de Platón. El tema de Vietnam fue una de nuestras obsesiones en el debate político en la vieja Facultad. El imperio sufrió una derrota política y militar por aquella aldea que durmió en la utopía y un día despertó fascinado por el libre mercado. 

 

En ese ambiente histórico cotidiano, se ampliaron los caminos del saber con la creación de la Cátedra Simón Bolívar, bajo el decanato de nuestro estimado y apreciado profesor Don Mario Bossetti, quien escogió como Coordinador a la persona entonces idónea para promover y cultivar los más diversos saberes, al profesor Luis Caraballo Vivas. Fue en junio de 1983, cuando nos dio la oportunidad para conversar sobre los aspectos económicos en el pensamiento del Libertador. Hubo un debate interesante sobre el desarrollo económico, la esclavitud, la hacienda pública, la moneda, la cuestión agraria en la obra económica del Libertador. Fue una mirada, una faceta desconocida por la historiografía nacional. Hasta ese entonces la obra del Libertador era estudiada solo desde una perspectiva política y militar. Con ello, se enriqueció un campo de ideas ligadas al pensamiento económico del Libertador en un momento de la historia en que la nación estaba sumida en una profunda crisis política y económica. En silencio, la imagen de Bolívar embriagó a un grupo de militares que decidieron cambiar el orden democrático y adecentarlo con los valores de los próceres de la independencia. Aquel Bolívar del Bicentenario, que se celebró en el año de 1983, era adulado por una fraseología oficial, demagógica y vacía. Era el Bolívar oficial. El otro, resucitaba  sus rasgos guerreristas, militaristas, autoritario, centralista y enemigo acérrimo del poder federal.

 

 

 

 

Hoy, en el tiempo declive de la utopía, el gobierno bolivariano y revolucionario durante una década ha hecho esfuerzos gigantescos para convencer a una nación de las bondades del mar de la felicidad salpicado por un socialismo del siglo XXI. Pretende destruir la democracia y el capitalismo y sentar las bases de un supuesto socialismo bolivariano. Como lo dijo Fidel castro: Socialismo es comunismo. Cuando el planeta Tierra se encamina hacia la conquista de la libertad y del libre mercado, cuál es nuestra mirada hacia un Bolívar que respondió a sus propias circunstancias históricas, y en el cual, a través de la praxis política, pensó los temas económicos que aquel mundo le exigía y demandaba. Para una reflexión de tal naturaleza, es importante, como plantea Paul Ricour, para evitar distorsionar y falsificar los hechos históricos, partir del mundo histórico que vivió el Libertador, para comprender el peso de la política y de lo militar que condicionaron entonces en su espíritu una forma compleja de discernir los temas económicos, cómo entenderlos, cómo abordarlos y cómo promover un tipo de medidas para una solución determinada en aquel momento que le tocó actuar. 

 

 

II

Cuando Simón Bolívar nace el 24 de julio de 1783, Europa había sufrido grandes transformaciones históricas. Entre el año 1500 y 1783 se fraguaron las bases del Estado nacional y el desarrollo del capitalismo. Los estados monárquicos jugaron un

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 rol significativo en la construcción de una economía mercantil. Al mismo tiempo, se fraguó la célebre teoría del derecho divino de los reyes. Es decir, entre el siglo XVI, el siglo XVII y el siglo XVIII, se delinearon las bases teóricas que contribuyeron a la creación del Estado absolutista y su papel en el desarrollo del mercado. Estado, economía y teología simbolizaron los inicios de un proceso histórico que caracterizó la modernización del mundo europeo.

 

 Las monarquías centralizadas… estuvieron en condiciones de realzar grandes proyectos de canalización, desecamiento y colonización. Y de mejorar las vías de transporte y comunicación. Los cultivos se hicieron más intensos. Las prácticas de rotación y las técnicas de arar, se empezó a establecer praderas artificiales y se mejoró la calidad del ganado… se iniciaron progresos considerables en los sectores secundarios y terciarios de la producción (R. Kreb. La monarquía absoluta en Europa. Editorial Universitaria, Chile, 1990, p. 13)

 

Asimismo, los teóricos del absolutismo elaboraron un esquema de gobernabilidad, cuyo basamento teológico y filosófico originó la doctrina del derecho divino de los reyes. El poder del Rey deriva de la bóveda celestial. Para esos teóricos, como Bodino y Bossuet: “los reyes son enviados de Dios”; “el propio Dios llama a los reyes”; “la autoridad y la persona de los reyes son sagrados”; “la persona del rey es sagrada”. Esos enunciados legitimaban el poder a perpetuidad de los reyes. Por ejemplo, Bodino expresó: “No hay en el mundo junto al Dios omnipotente, nada más grande y sublime que la majestad de los reyes. Ellos han sido instituidos como sus enviados para el bien de los demás hombres” (Ob. Cit., 31).

 

En ese marco de complejidad histórica, surgió una corriente intelectual que propuso una nueva forma de poder político, de naturaleza republicana y liberal. La soberanía popular constituye el fundamento que determina la esencia del poder. En tal sentido, el Siglo de las Luces  divulgó el liberalismo y el derecho natural para combatir radicalmente las viejas creencias del absolutismo. La revolución gloriosa (1688) y la revolución norteamericana (1776) fueron las primeras manifestaciones políticas que revelaron un ejercicio del poder desde una perspectiva liberal. A estos dos acontecimientos de importancia histórica, añadimos la revolución francesa (1789), el acontecimiento político que marcó el espíritu liberal en Europa. En esa perspectiva, se impuso, a lo largo del siglo XIX europeo, la religión de la libertad en la visión del historiador Benedetto Croce (ver: Historia de Europa en el siglo XIX, Ariel Editorial, Barcelona, 1996, pp. 5-17).

 

Es necesario señalar que, entre los siglo XV y XVIII, se acuñaron las corrientes económicas del mercantilismo y fisiocratrismo; surgiendo lo más granado de la escuela del pensamiento económico de Adam Smith y David Ricardo. La imagen del metal, de la tierra y del industrialismo conjugó la doctrina y la práctica política para impulsar el desarrollo económico en la era moderna. El sistema mercantil, fisiocrático y clásico determinaron el rumbo de la vida material de los países europeos y de las provincias de Hispanoamérica entre esos siglos.  No se puede negar el impacto de la revolución industrial en el desarrollo capitalista inglés, y sus efectos en la declinación del imperio español. En otras palabras, se iniciaba la muerte de la ideología mercantilista y poco a poco se imponía la ideología liberal. En ese orden de ideas, 1783 representó para la España absolutista un cambio significativo con las reformas económicas, sociales y científicas, estimuladas por Carlos III. Una España que había perdido posesiones importantes en Europa, cuya economía se encontraba estancada y percibía con temor el auge del capitalismo inglés, sentía que sus colonias americanas se resistían a las viejas creencias estatistas e intervencionistas. Esas reformas constituían un camino novedoso para liberarse del peso de la tradición y el conservadurismo y potenciar su riqueza material con los parámetros de la modernidad. Así como también propiciar nuevas maneras de hacer política y economía hacia las naciones de la América indiana. Estas reformas, impulsadas por Carlos III, se traducían en trabajo, prosperidad, razón, reformismo, educación, luces y felicidad. Por un lado, se consolidó y fortaleció el poder estatal sobre los recursos naturales y, por el otro, se puso fin al monopolio estatal en Suramérica, liberando sus economías del esquema proteccionista para fomentar el libre comercio.

 

 

Es vital destacar que para 1783, la provincia de Venezuela se había consolidado como una colonia próspera y comenzaba a madurar la idea de emancipación. La rebelión de Juan francisco León, en el año 1749, contra la compañía Guipuzcoana, es el antecedente más significativo para  abrir el caminos hacia el libre comercio. El historiador economista Arcila Farías señaló que entre el siglo XVII y el siglo XVIII los criollos habían erigido una economía fisiocrática. Atrás quedó el símbolo de El Dorado y de la perla. Andrés Bello, el gran humanista de Hispanoamérica, valoró de manera positivo el rol de la compañía Guipuzcoana en el desarrollo económico de la provincia de Venezuela, y percibió que, para 1810, los productores estaban preparados para dejar las muletillas del imperio y conquistar, en definitiva, el libre comercio, con el objetivo de promover su riqueza y ocupar un lugar de importancia en el comercio internacional. En esa perspectiva se armó la juridicidad del proceso emancipador. El Senador Rafael Caldera, en un célebre discurso en el Congreso de la república sobre la celebración de los 150 años de la Declaración de la independencia, señaló:

 

En ese 19 de abril de 1810 nacía… con un sello profundo de juridicidad. El 19 de abril se forma apenas una Junta Suprema Conservadora de los derechos del Monarca. Pero esa Junta Suprema nace de la voluntad de los pueblos, nace de la propia organización popular, y se va cumpliendo aquel proceso que pudo aparecer entonces lento, pero que realizaba justamente esa voluntad inquebrantable de hacer que el derecho y la ley constituyeran normas y guía del camino que íbamos a emprender. El 11 de junio de 1810 la Junta promulga un reglamento de elecciones con una alocución que proclama la voluntad popular como punto de partida de la organización colectiva. El 2 de marzo de 1811 se ínstala el Congreso y el 5 de julio, más de un año después, … que construye como la garantía más plena de la libertad. Es apenas en diciembre de 1811 cuando la constitución federal se promulga (Diario de debates, Cámara de Diputado, sección de instalación el día 19 de abril de 1960, pp. 9-10)

 

Simón Bolívar es el heredero de esa compleja riqueza histórica de la era moderna, con avances, limitaciones, contradicciones y paradojas. Ese cuadro histórico europeo e Hispanoamericano determinó la manera de percibir los fenómenos económicos, cómo reaccionó ante ellos, cómo los interpretó y qué tipo de medidas impulsó para estimular el desarrollo económico en un contexto político complejo y difícil, entre 1812 y 1830. El rol de lo político-militar fue determinante en la elaboración de sus reflexiones económicas. A pesar de su fe indubitable en una república liberal; Bolívar, entre 1812 y 1830, se convenció en la necesidad de un Estado fuerte, ejecutivista y centralizador para afrontar los problemas políticos, económicos, militares y sociales, derivados de la emancipación. Según él, éste era el único camino para lograr la independencia, preservar la unión gran colombiana y enfrentar a la monarquía española. Sus documentos, proclamas revelan esta tendencia centralista del Libertador que se evidencia desde el Manifiesto de Cartagena hasta su participación en la Convención de Ocaña. Esta tensión histórica entre el poder federal y central se acentuó a partir de 1819. Este enfrentamiento anticipó el final de la Gran Colombia y la necesidad de la instauración de naciones republicanas y liberales a lo largo y ancho de Hispanoamérica.

 

En ese contexto, Bolívar hizo sus reflexiones económicas, que no escaparon al influjo determinante de lo político y de lo militar a lo largo de la emancipación. Esa visión centralista, presidencialista se expresó contundentemente con la promulgación de la Constitución de Bolivia, en el año de 1826. Esa Constitución consagró el centralismo y la presidencia vitalicia. En el marco de esa concepción política, Bolívar abordó los temas económicos. Bolívar, en su mundo económico, dio peso fuerte a un Estado centralizador y antifederal. A partir de esa concepción política, Bolívar se convenció de la necesidad imperiosa del desarrollo económico de nuestros pueblos, afincando sus esfuerzos en la profundización de una sociedad agraria y ganadera moderna, para estar en sintonía en el circuito económico internacional, liderado por la Inglaterra liberal. Era el destino histórico de los países de Hispanoamérica. No vio ninguna posibilidad en estas naciones que fueran competidores peligrosos de la industrialización que venía desarrollando Gran Bretaña. Todo lo contrario, estas naciones cumplirán un papel económico desde la periferia. El camino era el libre comercio entre los países industriales y los países agraristas, determinado por una división internacional del trabajo, que provocaría una balanza comercial favorable para todas las naciones. El joven Bolívar, en 1814, vio con claridad esa tendencia histórica:

 

La América se haya además por fortuna en circunstancias de no poder inspirar recelos a los que viven del comercio y la industria. Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor capaz de suministrar las materias primas más preciosas a los mercados de Europa, es el más calculado para fomentar conexiones con el negociante y manufacturero. Reconocida nuestra independencia  y abiertos a estos países indistintamente a los extranjeros, no podemos imaginar cuan aumentará la demanda pública todos los años. (Simón Bolívar. Obras Completas. Editorial Habana, Tomo I)

 

 

A pesar que creía en el libre comercio como el propulsor de la riqueza en nuestros países, Bolívar, tomó medidas proteccionistas, como una resolución, que promulgó en 1829, para proteger la industria textil de Quito ante el avance de la competencia inglesa. En su exposición de Motivos el decreto reza lo siguiente:

 

  Atendiendo a las repetidas reclamaciones que ha hecho el departamento de Ecuador, para que no se permita la introducción de unos tejidos extranjeros de lana y algodón, como perjudiciales a la industria del país y al consumo de los géneros de sus fábricas, que han sido en otro tiempo la fuente de riqueza de aquel departamento; y teniendo en consideración, que por su situación interior no puede dar consumo a los frutos de su agricultura, que lo ha reducido a la mayor miseria experimentando todas las calamidades de la guerra; oído el dictamen de la Junta provisional del Distrito del Sur, decreto: Artículo 1: “Se prohíbe por los puertos del sur de la República la internación de paños de la estrella y de segunda, balletones, balletas de peyón, de cien hilos y fajuelas, sanas fulas, balletas o elegantes encajes o blondas de algodón … sea cual fuere la procedencia de estas mercancías” (dado el  Cuartel general en Guayaquil, 1 de agosto de 1829)”.

 

 

Simón Bolívar representó la conciencia de una clase social, la de  los productores en desacuerdo total con el intervencionismo y estatismo español, por cuanto, estos factores frenaban el libre desarrollo de las fuerzas productivas. Por eso, Bolívar consideró que nuestras naciones  eran simples productores de materias primas y consumidores pasivos. Era vital alcanzar el desarrollo económico mediante la libertad de comercio, que no impidiere bajo ninguna circunstancias participar libremente en el mercado internacional. Sobre este punto, Bolívar lo expresó con mucha claridad en la Carta de Jamaica (1815):

 

Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizás con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simple consumidores y aún esta parte coartas con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál es nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar esa nación avarienta (Simón Bolívar. Obras Completas, Tomo I, Editorial Lex, La Habana Cuba, 1949, p. 165)

 

 

 

Para el Libertador, el desarrollo económico dependía del concurso de una población sana y vigorosa. Sin embargo, él estuvo consciente de que las enfermedades, la merma de la población por razones de la guerra y el terremoto de Caracas, diezmaron significativamente las fuerzas productivas de la provincia de Venezuela. De allí, que era fundamental una política de inmigración cuyo objetivo era atraer la mano de obra extranjera para promover la riqueza pública. A esa población extranjera se le garantizaba su derecho a la vida y a la propiedad. Dentro de ese marco, implementó un conjunto de medidas y utilizó las tierras baldías para estimular la propiedad privada con fines estrictamente económicos. Así, se puede ver en los documentos de la junta patriótica a lo largo del proceso emancipador.

 

Por otro lado, el desarrollo económico requería de mano de obra libre para propulsar la economía de la provincia de Venezuela. Sabemos que imperaba en la colonia el régimen de esclavitud que poco a poco fue declinando y se convertía en un obstáculo para el desarrollo libre de las fuerzas económicas y sociales. Sin embargo, aún cuando la esclavitud no fue abolida sino hasta 1854, Bolívar por razones políticas y militares fue liberando esclavos a través de decretos con el fin de ser incorporados a la causa emancipadora. Esto se puede observar entre 1816 y 1826. El peso de la política fue clave en esa decisión de liberar los esclavos. Sin negar los esfuerzos legislativos entre 1810 y 1830, para estimular la economía con mano de obra libre, se vio con claridad que el factor político era importante.

 

 

 

 

Asimismo, el desarrollo económico requería de un reparto de tierra con el fin de promover la propiedad privada en el campo con criterios de modernización e impulsar cultivos exportables. Sin embargo, Bolívar promulgó un célebre decreto de ley de pertenencia de bienes nacionales en 1817, con el objeto de distribuir tierras a los hombres del ejército, para compensarlos por sus luchas en el proceso liberador. No es tan cierto una supuesta reforma agraria y liquidación del latifundio en el pensamiento y acciones del Libertador. Sin negar que hubo gran interés, desde 1810 hasta 1830, en el reparto de tierras baldías con propósitos estrictamente económicos.

 

En ese mismo orden, en el pensamiento económico del Libertador sobre el tema monetario y la hacienda pública, en la misma perspectiva del proceso emancipador, tuvieron propósitos de naturaleza política y fiscal. Se trataba, en definitiva, de obtener recursos económicos para mantener la burocracia y financiar la guerra.  Se abolieron una serie de de impuestos con el objetivo de promover la riqueza agropecuaria. Sobre la deuda pública y los empréstitos a los banqueros extranjeros para la causa emancipadoras, se aceleró su cancelación a partir de la Constitución de la Gran Colombia. Ello representó una carga onerosa que cubriría capital e interés. Un costo histórico significó para Venezuela saldar esa deuda pública en 1930, durante el gobierno de Juan Vicente Gómez. En efecto, se modernizó la hacienda pública en la época de la Gran Colombia para cubrir la deuda externa, pero las fuerzas económicas no daban para tal propósito. Aún así, Bolívar, sin temblarle el pulso, ordenó al gobernador de Cuzco, en 1826, poner en venta las minas de Perú a los ingleses para pagar una parte de esa deuda pública.

 

 

Sobre el tema de las minas hubo una preocupación sistemática en Bolívar para reglamentarlas con el fin de incrementar su productividad y, en consecuencia, obtener recursos para financiar la economía y el pago de una porción de la mencionada deuda pública. Desde 1820 hasta 1829, Bolívar adoptó medidas legislativas para proteger y preservar las minas en manos de las diputaciones de las naciones de la Gran Colombia. Fue con el decreto del 24 de octubre de 1829 en el que Bolívar materializa la propiedad de las minas en manos de la República:

 

Artículo 1º Capítulo 1º

Conforme a las leyes, las minas de cualquier clase corresponden a la República, cuyo gobierno las concede en propiedad y posesión a los ciudadanos que las pidan, bajo las condiciones expresadas en las leyes y ordenanzas de minas, y con las demás que contiene este decreto.

 

Sin ánimo de polemizar, este decreto tiene intención privatizadora al otorgarles la propiedad y posesión de las mismas a particulares. Es importante destacar que este decreto de Bolívar, del 24 de octubre  de 1829, tiene sus raíces históricas y jurídicas en el decreto promulgado por Carlos III en el año de 1783, y que Bolívar observó con mucho interés el propósito del legislador de impulsar la privatización de las minas de la Corona.

 

Título Primero

Del Dominio Real de las Minas y su Concesión a los Particulares, y del Derecho, que por este deben pagar

1. Las minas son propias de la corona real, así por naturaleza y origen, como por su reunión, dispuesta en la ley IV:, Titulo Trece, libro Sexto de la nueva recopilación. 

2. pero sin separarse del real patrimonio, se conceden a los vasallos en propiedad y posesión de tal manera que puedan venderlas, permutarlas, arrendarlas, donarlas, dejarlas en testamento por herencia o mando, o de cualquier manera enajenar el derecho, que ellos tienen en los mismos términos que los tienen en personas que puedan adquirirlos (texto del proyecto, las notas y las reales ordenanzas…ordenanzas de la Minería de Nueva España formadas y propuestas por su real tribunal de Orden del Rey de Nuestro Señor, 1783).

 

El capital internacional, Bolívar lo consideró de suma importancia para estimular la riqueza material de las naciones de la Gran Colombia. Estaba convencido de que la presencia activa de los capitalistas en nuestros territorios significaría potenciar los recursos mineros. Adulaba a los capitalistas ingleses con propuestas exageradamente liberales. Le fascinaba la Inglaterra liberal que debía convertirse en la gran socia política, económica y comercial de la Gran Colombia. Vio en la potencia inglesa la posibilidad de promover un vasto comercio interoceánico que incorporaría al Atlántico y al Pacífico, y que haría de nuestras naciones vastas economías. El capital internacional, en esta visión Bolívar, estaba ligada a una dinámica de mundialización. Creía que Inglaterra debía impulsar esa dinámica a escala universal. Un proceso de tal naturaleza se reflejó en el Congreso de Panamá en el año de 1826: era fundamental la presencia política y económica de la Gran Bretaña:

 

  Se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que formen de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que rompiendo los diques de uno y otro mar, hacer que en las distancias más remotas y hagan permanente el imperio de Inglaterra y su comercio (Simón Bolívar. Obras Completas. Editorial Habana, Tomo I).

 

  La Gran Bretaña extraería de su seno, en el corto espacio de sólo diez años de metales preciosos que los que circulan en el universo. Los montes de la Nueva Granada son de oro y plata, un corto número de mineralogistas explotarían más mina que los del Perú y que los de España; que inmensas esperanzas de esta parte del mundo a la industria británica (Simón Bolívar. Obras Completas. Editorial Habana, Tomo I).

 

Como podemos observar, Simón Bolívar se convenció de un Estado fuerte y centralizador con el propósito de unificar los esfuerzos de nuestras naciones para enfrentar el imperio español. En esa dinámica,   el peso de lo político-militar  jugó un  papel    fundamental  en el desarrollo de sus ideas  económicas  y, como consecuencia, en la creación de un  tipo de desarrollo económico de carácter agrario, pecuario y minero en  un marco  de libre comercio  con la Inglaterra liberal,

 

 

 

 

                                                                                  Mérida, 2015


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