El sufragio popular en Venezuela 1810-1945 Origen y destino Conciencia Histórica

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El sufragio popular en Venezuela 1810-1945

Origen y destino 

Conciencia  Histórica

                                                   

Hasta la Revolución de Octubre la historia del sufragio

En Venezuela era la historia de su negación (Valmore Rodríguez,

Presidente del Congreso Nacional, 16 de febrero de 1948)

                                                                                              

Ramón  Rivas Aguilar

El objeto de ensayo es explorar la historia del sufragio en Venezuela, desde su nacimiento en 1810 hasta su cristalización con el 18 de octubre de 1945. Constituye un intento sistemático por comprender cómo fue la evolución, la tipificación y características de la dinámica electoral que se inició a partir de la declaración de la independencia. Comenzó como una respuesta histórica ante la doctrina del derecho divino de los reyes que negó el sufragio popular como el fundamento de la república de Venezuela. En ese contexto, hubo avances, restricciones y perversiones sobre el sistema electoral mantener el continuismo del poder. Ese dilema histórico electoral finalizó con el 18 de octubre de 1945 cuando se instaura un verdadero gobierno republicano y liberal.

 

 

Hace miles de años, las tribus precolombinas no podían tener la menor idea del significado del voto en el destino material y cultural de nuestra sociedad en general. De igual modo, los negros esclavos cuando incursionaron en la geografía de la tierra de gracia. Por supuesto, no tenían por qué saberlo. Las sociedades precolombinas desarrollaron su vida en un territorio imbricado de ríos, lagos, costas, montañas y cordilleras. Por otro lado, estas sociedades tribales no tenían la menor idea de lo que estaba ocurriendo en otras civilizaciones.

Aún menos de lo que se avecinaba con el fin de la Edad Media y el nacimiento del capitalismo y el papel revolucionario del intercambio mercantil en la unificación geoeconómica del planeta tierra.  El capitalismo se convertiría en el factor histórico más poderoso que liquidaría las antiguas civilizaciones y se impondría en perspectiva a lo largo y ancho de la geografía mundial. Así, pues, las tribus precolombinas en esos atardeceres maravillosos olfatearon el fin del buen salvaje y la presencia del hombre blanco proveniente de otros horizontes. En efecto, el mundo imperial, la monarquía y el absolutismo español iniciaron la faena política de cambiar sus vidas, sus economías, sus dioses, sus mitos y religiones al servicio del rey, del emperador, de la espada, de la cruz y del poder divino.

Así pues, la conquista y la colonización de la Provincia de Venezuela fue un proceso histórico complejo, traumático, contradictorio y paradójico. Fue el tránsito de una vida material y cultural hacia una sociedad mercantil exportadora de metales preciosos al servicio del imperio español. Este proceso histórico, contribuyó a constituir, a consolidar y a fortalecer una sociedad colonial estratificada y de castas.   

El poder imperial eligió una arquitectura institucional que controlaba la vida económica y espiritual en la colonia. Esa forma de ejercer el poder, de gobernar a través de instituciones políticas, económicas y militares fue legitimada con una teoría para perpetuar los príncipes en el poder y así heredarlo por el fin de los tiempos. Fue la doctrina del derecho divino de los reyes. Esa doctrina como todos sabemos negó la posibilidad a los hombres de la provincia utilizar la soberanía popular para promover el ejercicio del poder mediante la representatividad y la alternabilidad. En fin, el voto no estaba en el espíritu de ese gran imperio.

Pues bien, en el corazón del imperio no había cabida para el voto, como un símbolo revolucionario que representaría en esencia el camino para promover gobiernos civiles. Para ellos, políticos y teólogos, justificadores de esa teoría, persuadieron a sus súbditos que los príncipes y emperadores estaban en la tierra para gobernarlos bajo el mandato divino.

 

Es bueno destacar que tanto para los hombres del imperio como para los criollos el indio, el negro y los pardos eran unos bárbaros y salvajes que había que someterlos con la fuerza y el látigo. Eran unos analfabetos sin la menor noción de las virtudes del ciudadano activo, rico y culto. Por tanto, eran excluidos de toda participación en la vida política de la colonia.

No obstante, fue emergiendo en el seno de la sociedad colonial el sentimiento libertario e igualitarista en esas estructuras sociales para romper el poder monárquico y sentar las bases de una república liberal. Esos hombres fueron los precursores del proceso emancipador y responsables de un proyecto de nación que cristalizó con la declaración de la independencia el 19 de abril de 1810 y con la promulgación de la Constitución de origen liberal el 5 de julio de 1811.

Fue el inicio del fin del imperio con su célebre teoría del derecho divino de los reyes y el nacimiento de la república, cuyo fundamento último descansaría en la teoría del sufragio popular. Esto, significó una ruptura histórica. El sufragio popular echaba por tierra esa forma de ejercer el poder del imperio de origen divino.

 

Con la Constitución del 5 de julio de 1811 se abriría el camino para impulsar los procesos electorales a lo largo del devenir nacional. Estos procesos electorales que se iniciaron a partir de 1811 se rigieron por una clasificación sociológica en la que se dividían a los ciudadanos en activos y pasivos. Sólo podían elegir a los representantes de los poderes públicos nacionales, aquellas personas que tenían una posición económica y un nivel de instrucción. En todo caso, la declaración de la independencia del 19 de abril de 1810 y la promulgación de una constitución como fue la del 5 de julio de 1811 fueron cambios importantes contra el viejo orden colonial de naturaleza imperial, monárquica y absolutista. De igual modo, estos cambios también representaron un paso fundamental de un sistema proteccionista a un sistema de libre comercio en el ámbito de las relaciones económicas internacionales lideradas por la Inglaterra liberal.

Dentro de esa perspectiva histórica, la conquista de la soberanía popular fue el resultado de una larga lucha política de los venezolanos hasta cristalizar plenamente con el 18 de octubre de 1945, como se verá posteriormente.

Tal como lo señalara uno de los prestigiosos políticos y fundadores de Acción Democrática, Valmore Rodríguez, quien pronunció un discurso en el Congreso Nacional en el año de 1948 en la proclamación del presidente constitucional don Rómulo Gallegos, el primer venezolano elegido libremente en el siglo pasado. (El nacional, 14-2-1948)

 

 

 

Como se ha señalado, el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811, fueron dos fechas históricas que contribuyeron  a finiquitar el poder imperial, la teoría del derecho divino de los reyes y propiciaron el nacimiento de la república. Estas fechas son claves para entender el porvenir de una Venezuela que tuvo que hacer esfuerzos gigantescos para lograr a plenitud la realización de la soberanía popular, como fundamento de una auténtica república liberal, civilista y democrática.

Como se sabe, el periodo 1810-1830 reveló lo difícil de establecer las bases filosóficas, jurídicas y políticas de la nueva república. El proceso emancipador se resolvió política y militarmente, dejando ruinas materiales y culturales por todo el territorio nacional. Por una lado, se centralizó el poder y se impuso una dictadura por necesidad histórica como fue la de enfrentar al imperio; y luego para evitar que la pugna política entre los defensores del centralismo y los defensores del federalismo llevaran a la nación hacia una etapa de caos, de desorden e ingobernabilidad. Aun así, con limitaciones e imperfecciones el sufragio popular fue posible en esa dinámica compleja que vivió la Provincia de Venezuela.

En ese marco de circunstancias históricas, difíciles y complejas, se produjo un fenómeno político que marcó el destino de la provincia de Venezuela a lo largo del siglo XIX y su prolongación en los primeros cuarenta años del siglo pasado: el caudillismo.  A lo largo de esos siglos, se desató una lucha entre el caudillismo y el civilismo que tuvo repercusiones en los procesos electorales que se produjeron en esas décadas.

 

 

 

Así, la disolución de la Gran Colombia y la aprobación de la constitución nacional en el año de 1830, comenzó una etapa política de importancia para el desarrollo del gobierno civilista. Sin embargo, el peso del caudillismo representado en los héroes del proceso emancipador, quisieron ocupar un espacio en el nuevo escenario nacional lo que provocó tensiones entre el poder del caudillo y el poder del gobierno civilista.

De igual modo, los gobiernos civilistas entre 1830 y 1848, bajo la impronta del general José Antonio Páez, mantuvo por un lado, el régimen de esclavitud y por el otro se preservó en su arquitectura institucional la clasificación sociológica del ciudadano activo y del ciudadano pasivo. Un esquema que restringía institucionalmente el sufragio popular. Sólo podían elegir los ciudadanos que tuvieran riqueza e instrucción pública. El resto de la sociedad quedaba excluido de tales prerrogativas.

Con la crisis económica y política que estalló en el año de 1848, fue aprovechada por la figura de los Monagas que impuso el despotismo, el nepotismo y violentaron el orden institucional para introducir un nuevo modelo de ejercer el poder: el continuismo. Es decir, de nuevo se violentó la naturaleza de la república que descansa en el sufragio popular. Es cierto que en ese periodo se abolió el régimen de esclavitud (1854) y con la constitución de 1858 se eliminó la odiosa clasificación jurídica de ciudadanos activos y pasivos para elegir a los representantes de los poderes públicos nacionales. Sin embargo, se prorrogó la condición de la instrucción pública como requisito para elegir hasta el año 1881. Un país cuya tasa de analfabetismo se aproximaría al 90% no tenía ninguna posibilidad de utilizar el voto como una vía para seleccionar a los representantes del poder nacional. Por tanto, el caudillismo y el continuismo representaron un atraso histórico para el desarrollo nacional.

Sin duda alguna, la Guerra Federal 1859-1863 representó un paso histórico de suma importancia que contribuyó con la recuperación del sufragio universal, fundamento último de la república. Los Derechos de Garantía (1863) y la Constitución de 1864 representan el más genuino republicanismo que se haya establecido en la historia de Venezuela. Así, el presidente provisional Juan Crisóstomo Falcón  en 1863 aprobó el célebre Decreto de Garantías que puso fin a los rezagos del orden colonial y echó los cimientos de un nuevo orden político de origen republicano, capitalista y burgués. Capitalismo y liberalismo dos expresiones históricas de la modernidad. El decreto de garantía protegió el derecho a la vida, la libertad, la propiedad y el sufragio popular. Sobre este último aspecto, en su artículo 7, reza lo siguiente: “el derecho al sufragio sin otra restricción que la minoridad”. En otras palabras, este decreto de garantías representó un avance fundamental en la vida política nacional. El fin de un orden social excluyente y perverso. El gobierno provisional del General Juan Crisóstomo Falcón convocó a los ciudadanos para el día 13 de agosto de 1863 con el fin de elegir sin ninguna restricción a los representantes para configurar una Asamblea Constituyente y así presentar a la nación una nueva constitución nacional de origen republicano, civilista, liberal y democrático.

En efecto, después de medio siglo, entre 1811 y 1864, el venezolano tuvo la oportunidad de contemplar una nueva carta magna aprobada en el mes de abril de 1864.  Esa constitución nacional reflejó, en esencia, el proyecto republicano que había nacido con limitaciones institucionales el 5 de julio de 1811. Por supuesto, no fue fácil la operatividad de ese proyecto liberal, por cuanto los derrotados históricamente se levantaron en armas y retomaron el poder hasta ser desalojados por la Revolución Azul, liderada por el General Antonio Guzmán, el ilustre civilizador, en el mes de abril de 1870. Fue el hombre que inició de manera sistemática la construcción del Estado moderno y el responsable de haber forjado el culto bolivariano como religión de Estado. De forma directa o indirecta se mantuvo en el poder por más de 18 años violentando el orden constitucional con el fin de perpetuarse en el poder mediante el continuismo.

Dentro de esa óptica del continuismo, promulgó la Constitución de 1881 y liquidó el federalismo y echó por tierra la Constitución Federal de 1864. Al mismo tiempo, en el año de 1885 estableció el Estado de los Andes para mantener un mayor control sobre los diversos caudillos por toda la geografía nacional. Esa conducta política del General Guzmán Blanco provocó recelo y desconfianza de otros caudillos, lo que determinó un estado de caos y desorden e ingobernabilidad del país. El hombre se fue a vivir a Paris.

 

Mientras tanto, emergió un liderazgo militar y político en los Andes que enarboló las banderas del federalismo y asumió la responsabilidad histórica la Revolución Restauradora con el propósito de conquistar el poder y restituir la Constitución de 1864. El General Cipriano Castro  y el General Juan Vicente Gómez salieron el 23 de mayo de 1899 y tomaron a Miraflores el 23 de octubre de 1899. Dentro de esa perspectiva, Castro y Gómez contribuyeron a consolidar un Estado moderno que garantizaría a la nación paz, tranquilidad y seguridad. A ellos se debe el fin del caudillismo; la creación de un ejército nacional y la pacificación del país. Centralizaron y concentraron el poder nacional. Profundizaron el culto bolivariano y la tesis del cesarismo democrático con el objetivo de mantenerse en el poder.

 

 

Los más diversos procesos electorales que se dieron en ese largo periodo histórico (1899-1935) se dieron mediante elecciones de segundo y tercer grado para escoger a diputados, senadores y al presidente de la república. En la dinámica de esos procesos electorales, el voto era público.

 

La teoría de la soberanía popular no tenía ninguna cabida en el dictador de los Andes. A pesar de esto, junto con Castro cumplió su cometido histórico: la pacificación del país y el desarrollo de un marco institucional que garantizó paz y tranquilidad con consecuencias positivas en el desarrollo de la riqueza pública nacional. Es decir, instauró un Estado moderno que monopolizó la violencia organizada y puso fin a los viejos caudillos, a los poderes regionales. Un Estado en sintonía con una nación que deseaba fervientemente la paz y la seguridad. La necesidad de un Estado fuerte y una ideología bolivariana para hacer de Gómez el hombre necesario bajo la inspiración bolivariana.

Sin embargo, ese proceso de modernización iniciado por Castro y Gómez se aceleró con la presencia del petróleo en la vida del país. Lo que produjo el desarrollo de un complejo tejido social que se planteó la necesidad que la democracia debería ser la nueva forma de ejercer el poder en Venezuela. De allí, el significado histórico de la semana del estudiante (1928) en el espíritu de una generación que decidió embarcarse en la aventura libertaria y negar de manera radical el viejo orden de gobernar con criterios absolutistas y autoritarios. Era vital para una Venezuela nueva el sendero civilista y democrático. La ciudad se potenció como el nuevo escenario histórico para desarrollar una nueva forma de hacer política; atrás quedó el campo, el caballo y el guerrero. La ciudad con el fervor libertario y la enfermedad que aceleró la muerte del General Gómez fueron las circunstancias para que Venezuela entrara a una nueva etapa histórica. Cuando el país recibió por la radio la noticia de la muerte del General Gómez, en voz unísona gritaron: ¡Viva la Libertad! Un país arto de tanta humillación, abuso y tiranía abrió  el camino hacia la democracia.

Le correspondió al General López Contreras (1935-941), la tarea difícil y compleja de llevar la transición histórica de un régimen autoritario a la democracia. La democracia emergió en el espíritu de hombres y mujeres en su faena cotidiana a lo largo y ancho de la geografía nacional. No provino de los Libertadores ni de los dioses; sino de un esfuerzo gigantesco de un colectivo que dijo no al autoritarismo y al personalismo. Al mismo tiempo, el General de tres estrellas jugó un papel estelar en la implantación sistemática del capitalismo bajo la impronta del Estado y del petróleo. El Programa de Febrero (1936), y el Plan Trienal (1938) expresaron en esencia el espíritu capitalista que el General López Contreras le imprimió a la vida económica del país. El peso de la fuerza militar y de la ideología bolivariana orientó a la nación hacia un proceso de modernización. El ejército y el culto a Bolívar, la fuerza y la creencia fueron los factores fundamentales para preservar la unidad nacional y así frenar la anarquía libertaria y las doctrinas exógenas que ponían en peligro la unidad de la patria, según esa élite militar y política.  

Dentro de ese orden de ideas, se promulgó una nueva constitución nacional avanzada y progresista; pero que sin embargo, incorporó de nuevo la elección para escoger a los representantes del poder público mediante la instrucción pública. Sólo podían vota aquellas ciudadanos que supieran leer y escribir. El General Eleazar López Contreras fue elegido por el Congreso Nacional, el 19 de abril de 1936 mediante elección de segundo y tercer grado. En el año de 1941, el gobierno de López Contreras otorgó el voto a la mujer para la elección municipal y cuya condición fundamental era saber leer y escribir. Entregó el poder al General Isaías Medina Angarita el 19 de abril de 1941, quien fuera elegido con el mismo esquema indirecto tal y como se eligió López Conteras. Es decir, fue elegido por el Congreso Nacional. Por tanto, el sufragio popular no estuvo presente en esa elección antiliberal y antidemocrática. Sin duda alguna, El  presidente Isaías Medina Angarita propició un conjunto de medidas políticas y jurídicas que contribuyó a la consolidación y fortalecimiento de un Estado moderno (Ley del Impuesto Sobre la Renta (1942) y Ley de Reforma Petrolera (1943)). De igual forma, impulsó la reforma constitucional en el año de 1945, eliminando el inciso sexto y otorgó el voto directo a los venezolanos para escoger a Diputados y Senadores. Era una visión muy particular de López y Medina para concebir el esquema democrático en forma evolutiva y gradual. La tesis de la Democracia evolutiva fue la que dirigió el proyecto político de López y Medina. Ambos tenían la creencia que debían educar poco a poco al venezolano con el ABC de la democracia. La educación se encargaría de formar a esos ciudadanos para la convivencia democrática.

Mientras tanto, ellos se convertirían en una especie de tutelaje para que los venezolanos progresivamente alcanzaran la democracia. La ideología bolivariana era la fuente de inspiración para legitimar en forma solapada la tesis inteligente del cesarismo democrático. Por lo que les fue difícil otorgarle al venezolano la restitución plena de la soberanía popular. En su condición de militares y herederos de una cultura no democrática bolivariana impidieron en ellos dar el salto final a tan importante tarea histórica demandada por los venezolanos como era lograr la democracia en su máxima expresión. Del espíritu de estos gobernantes, de una cultura militar y bolivariana, salió la idea de la configuración de la sociedad bolivariana(1938) y la creación del Partido Democrático Venezolano (1943) con los propósitos de ir controlando sistemáticamente la vida política del venezolano en función del esquema de la democracia evolutiva y así en forma inteligente mantenerse en el poder. Para algunos disidentes del medinismo, la creación del partido democrático Venezolano a través del poder ejecutivo fue una perversión peligrosa que provocó la confusión entre las funciones del partido, del Estado y del gobierno. Llegaron a señalar, guardando las distancias que una decisión de tal naturaleza se aproximaba al modelo político y organizativo del fascismo. Esta conducta del poder ejecutivo, era una conducta perversa y brutal.

Pues bien, el 18 de octubre de 1945, un golpe cívico militar desalojó del poder al gobierno constitucional del Isaías Medina Angarita y resolvió el dilema político entre la pugna de dos modos de ejercer el poder nacional: el poder personalista y militarista y el poder civil y democrático, cuyo fundamento último descansa en el sufragio popular. Dentro de ese horizonte, el 18 de octubre cumplió su cometido histórico: destruir el viejo orden político y crear un nuevo orden de origen civilista y democrático.

Sin duda alguna, el 18 de octubre de 1945 significó una revolución política que socavó la vieja forma de gobernar y promovió una nueva manera de ejercer los poderes públicos nacionales a través de la instauración de la democracia representativa y de partidos.

La Junta Provisional Revolucionaria de Gobierno, presidida por Don Rómulo Betancourt, líder fundamental de AD, estableció un conjunto de decretos en los que se eliminó el Consejo Supremo Electoral, los Consejos Municipales y el Congreso Nacional del viejo orden. Se avocó de inmediato a organizar el marco institucional para instaurar las bases de un nuevo sistema político de origen civil y democrático. Así, aprobó un estatuto electoral (1946), el más democrático en voces de los nuevos revolucionarios y políticos de América latina. Por vez primera los venezolanos mayores de 18 años independientes de su condición económica y social, eligieron en un marco de competencia y preferencia a sus representantes de los más diversos partidos políticos para la constitución de una Asamblea Nacional Constituyente. El 26 de octubre de 1946, madrugaron con entusiasmo para depositar el voto de manera libre sin chantaje, sin intimidación y presión como se hizo en los gobiernos anteriores. Escogido los representantes para una Asamblea Constituyente Nacional, tuvo el propósito de preparar una nueva Constitución nacional que estampara en su espíritu las bases de un nuevo sistema político venezolano.

En tal sentido, los partidos de AD, COPEI, URD, el Partido Comunista y otros con sus candidatos y programas salieron a la calle a conquistar el voto de los venezolanos para escoger a sus representantes a la asamblea. La radio, la propaganda y los mítines fueron los escenarios para persuadir a las muchedumbres que tenían en sus manos el destino de Venezuela. La ciudad se convertiría en el punto de referencia para desarrollar el diálogo, la tolerancia, la disidencia en convivencia democrática. El campo con su épica, el guerrerismo y el militarismo fueron a dar al pasado. A pesar de las conspiraciones militares y civilistas y la violencia política en el nuevo escenario nacional, esta elección fue transparente y victoriosa para la nación. AD tuvo un triunfo significativo al alcanzar la mayoría de sus representantes a la Asamblea Nacional Constituyente.

Esa asamblea fue presidida por el poeta Andrés Eloy Blanco, Rafael Caldera y el brillante jurista y empirista Jesús Enrique Lozada. El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente Andrés Eloy Blanco presentó el anteproyecto de la nueva constitución nacional. Se inició un debate político de suma importancia en torno al nuevo modelo político que definiría el rumbo de nuestra nación. Un debate que puso a prueba la capacidad política e intelectual de los más brillantes oradores de los partidos políticos. Un debate controversial en torno a la mejor forma de esquema de gobernabilidad, del papel del Estado en la economía, del Estado social. Aún más, el artículo 71, presentado por el diputado Luis Alfaro Ucero puso a prueba la coherencia política de AD; un artículo que fue considerado por sus disidentes y sus enemigos como peligrosa para el desarrollo del nuevo sistema político venezolano. Ese artículo puso a prueba el espíritu civilista y democrático de los acción democratista. Se preludiaba con el contenido de esa norma constitucional las bases de una supuesta conducta totalitaria. Los Acción democratista reaccionaron con inteligencia y sentido común, modificando el contenido profundo de tan peligrosa norma en el desenvolvimiento de la sociedad venezolana.

Fueron seiscientas horas de discusión, para debatir la nueva forma de gobernabilidad. El 7 de julio de 1947, el presidente provisional de la junta revolucionaria de gobierno estampó su firma a la nueva carta magna. Así nació el nuevo sistema político venezolano civilista y democrático y moría el viejo orden de gobernabilidad. Al mismo tiempo, se instauró el Estado social y la planificación democrática en el desarrollo de las fuerzas económicas del país.

Con la nueva carta magna, los venezolanos tenían en sus manos la decisión más hermosa sobre el destino vital de una nación para promover los fundamentos de una auténtica convivencia democrática sobre la base del diálogo, la tolerancia y la disidencia. Dentro de ese horizonte, el Consejo Supremo Electoral, presidido por el Dr. Parpasen, llamó a elecciones presidenciales para el 7 de diciembre de 1947. La primera campaña presidencial en la que los más diversos partidos políticos de origen civilista participaron con sus candidatos, sus programas de gobierno y propaganda electoral dentro de un ámbito de competencia y de oportunidades para todos los venezolanos. Dentro de esa campaña electoral, desaparece la figura del militar como candidato. Una campaña cívica en el que los candidatos Don Rómulo Gallegos (AD); Rafael Caldera (COPEI) y Gustavo Machado (Partido Comunista) recorrieron el territorio nacional con el fin de conquistar el voto popular. La geografía contempló por vez primera a esos candidatos realizando mítines en los rincones más lejanos del país. Las paredes de las casas y los postas con las más diversas imágenes de los candidatos. Con ello, se expresó de la manera más profunda la primera república coherente con su espíritu civilista y democrático.

Como toda campaña electoral la violencia política no dejó de tener presencia en los más diversos actos pueblerinos donde se presentaron los más diversos candidatos. La pasión y las trompizas comenzaron a ser parte de esa dinámica nacional. A pesar de esto, en ese escenario político electoral predominó el más profundo espíritu civilista de los venezolanos. El 7 de diciembre de 1947 hombres y mujeres mayores de 18 años madrugaron y se fueron a votar cada uno por el candidato de su preferencia en las mesas electorales. A las últimas horas de la noche, el candidato de AD, don Rómulo Gallegos ganaba las elecciones presidenciales con el voto directo, secreto y universal. Por vez primera la mujer conquistó ejerció el sufragio popular.  

Dentro de ese contexto histórico político y electoral los venezolanos disfrutaron sus primeras navidades con alegría y emoción. En los primeros días del mes decembrino de 1947, culminaba la contienda electoral y el pueblo esperó aquel día en que decidieron el destino de una nación, para bien o para mal. Expresaron plenamente su soberanía popular. El 17 de diciembre de 1947, Don Rómulo Betancourt, presidente de la junta provisional de gobierno entregaba la bandera presidencial al prestigioso político y novelista  Don Rómulo Gallegos. Fue el primer presidente elegido por el voto directo, secreto y universal. En su proclamación en el Congreso Nacional, su Presidente el Doctor Valmore Rodríguez expresó en breves palabras el sentido y el alcance trascendental de ese acontecimiento civilista y electoral que selló para siempre la razón democrática de Venezuela.

 

De la misma manera, se dieron las elecciones municipales el 9 de mayo de 1948. Los venezolanos concurrieron a las mesas electorales para escoger a su concejal de preferencia de acuerdo a los programas y los partidos que se presentaron en esa contienda electoral. Con esos tres procesos electorales (asamblea nacional constituyente, las presidenciales y municipales) la nación logró conquistar plenamente el sufragio popular y. como consecuencia, dio expresión histórica a una república civilista y democrática. A partir de ese acontecimiento político como lo fue el 18 de octubre de 1945, a pesar de los avatares históricos la nación arraigó en su corazón ese espíritu civilista que aún no ha sido doblegado por otra forma de ejercer el poder: gobierno autoritarios, tiránicos y totalitarios. Es la fe y la esperanza en la libertad calado en forma absoluta en el ser del venezolano. A pesar del golpe militar contra el gobierno constitucional de Rómulo gallegos el 24 de noviembre de 1948, que interrumpió el más genuino de los procesos electorales de la historia de Venezuela, por una década, la nación mantuvo su espíritu democrático el 23 de enero de 1958. Recuperó el sufragio popular y, como consecuencia, se consolidó, fortaleció y se profundizó el sistema democrático venezolano a lo largo del tiempo (1958-1998).

Es cierto, que en los últimos dieciséis años en Venezuela sus dirigentes militares y políticos han hecho esfuerzos gigantescos para eliminar el espíritu republicano de nuestra nación e instaurar un sistema comunal y una democracia directa y plebiscitaria. Es cierto,   que se ha intentado con argumentos jurídicos, políticos y constitucionales restringir la capacidad de escoger libremente a los representantes de los poderes públicos, no han podido quitarle al venezolano esos dos minutos que componen el acto de votar y que pueden cambiar el destino de una nación.

 

 

 

Esa es la grandeza histórica de una fecha política tan importante como el 18 de octubre de 1945 que legó en el espíritu del país el sufragio popular como el motor que le da sentido al sistema democrático. No habrá forma que pueda cambiar en forma radical el ser republicano, liberal, civilista y democrático. Es el fundamento del quehacer vital de la historia de Venezuela. Ser libre, significa decidir su  destino vital  en el  marco de  una  República Liberal.   

 

 

 

 

 

 


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