Don Rómulo Betancourt: Padre de la democracia en
Venezuela y su proyección en América Latina (1908-2023)
Nació
hace un siglo un 22 de febrero de 1908, Su figura política
Está
presente en la memoria de América y el
mundo
Su
pasión histórica: su amor por la democracia y la libertad
Ramón Rivas
Aguilar
Es
el profeta de nuestros tiempos en el hemisferio (Luis Muñoz Marín, 1963)
Rómulo
Betancourt quedará como uno de los hitos, como una de las líneas
Divisorias
en la historia de Latinoamérica, no sólo en la historia de Venezuela (Diógenes
de la Rosa, 1963)
La
historia incuestionablemente mirará la presidencia de Rómulo Betancourt en
Venezuela como una piedra miliar en la larga faena de la democracia en las Américas
(Arthur Schlesinger)
Cuando
los historiadores del futuro examinen la proyección política de Rómulo
Betancourt, en el quehacer histórico latinoamericano, escribirán sobre su
esfuerzo político e intelectual para contribuir hacia el desarrollo de la democracia en América Latina. Fue el camino para
combatir a las dictaduras y al
comunismo. Una lección histórica para los grandes imperios de la civilización
occidental. Para él, la democracia, en
el marco del dialogo y la convivencia civilista, la vía para el desarrollo material y cultural de
nuestras naciones. Dentro de esa perspectiva, nació la doctrina Betancourt y su
impacto en el destino libertario en los
países de Hispanoamérica. Ese fue el sendero para que nuestras naciones enfrentaran a los regímenes
de oprobios y se encaminaran hacia el mundo de las instituciones libres. La
doctrina Betancourt derrotó la visión pesimista de los sociólogos del imperio y
otras teorías que negaban a los pueblos latinoamericanos la capacidad de darse
gobiernos democráticos mediante la soberanía popular. Esos enfoques políticos justificaron
los gobiernos dictatoriales con el fin
de impedir que los pueblos del Tercer
Mundo fueran conquistados por el comunismo. La doctrina Betancourt se opuso de manera radical a esa postura
política, pesimista y peligrosa. La defensa de gobiernos autoritarios para frenar al comunismo,
representó la vulneración de los derechos humanos y el control de las riquezas
materiales y espirituales en manos de las oligarquías y latifundistas al
servicio del imperialismo. Esa no era la solución para Rómulo Betancourt que persuadió
a las élites políticas de Norteamérica de la importancia de la democracia como el horizonte vital para que América
Latina se sacudiese los esquemas personalistas, militaristas y comunistas.
Al
cesto toda esa literatura barata y perniciosa, etnocentrista y esas utopías
revolucionarias que se fascinaron por la
inocente mirada del hombre salvaje y del hombre nuevo gozando en el mar de la felicidad. Rómulo Betancourt
estuvo consciente del porvenir libertario de los pueblos de América Latina. Palpó en el
corazón de miles de hombres y mujeres su fe en la libertad y en la democracia.
De allí, su tesón, su perseverancia y su disciplina para desarrollar una
propuesta política y una praxis social
de contenido civilista y democrático. Su pensamiento político se nutrió del
espíritu libertario venezolano, latinoamericano y planetario. Dentro ese
horizonte vital, fustigó con el verbo y la pluma las ideologías del fascismo,
del nazismo, del falangismo, del Salazarismo, del franquismo, del comunismo,
del cesarismo, del militarismo y del bolivarianismo.
Su
reflexión teórica, su acción política y su ejercicio del poder en defensa de
las instituciones libres, lo convirtieron en el padre de la democracia en Venezuela
y en el hombre más influyente en la
conquista de la libertad en América
Latina. Por un lado, defendió la
Carta del Atlántico (1944) como el
documento político para promover la libertad y el capitalismo en el planeta. Por
otro lado, como protagonista del 18 de octubre de 1945, Presidente Provisional de la Junta Revolucionaria, desarrolló una política internacional contra las dictaduras y los
totalitarismos. De igual modo, jugó un
papel destacadísimo en la aprobación de
la Carta de Bogotá (1948). La Carta de
Bogotá tuvo como fin el de estimular el desarrollo económico de los países latinoamericanos en el marco de la democracia y del capitalismo.
En
el exilio, en el año de 1950, impulsó la iniciativa política del célebre
Congreso Pro libertad- Democracia (Cuba). Allí se aprobó combatir el militarismo,
el comunismo, defender gobiernos libres
y fortalecer el capital humano. El 23 de
enero de 1958 significó el fin de la tiranía y el retorno a la
democracia. Rómulo Betancourt ganó las elecciones presidenciales, en el mes de
diciembre de 1958. Su Gobierno Constitucional (1959-1963) fue
coherente y consecuente con la tesis de
luchar contra las dictaduras y propulsar gobiernos libres en cada uno de
los rincones de América. Al mismo tiempo,
que combatía a los Estados
autoritarios y al comunismo, le señalaba a los gobernantes de los Estados Unidos
de que estaban equivocados con la vieja creencia de sostener el militarismo en
América con la necedad de que el
comunismo envenenaría a los latinoamericanos.
Con
el tiempo, los gobiernos de los Estados Unidos se percataron de la tesis política de Rómulo Betancourt.
En perspectiva histórica, la política exterior de los EE.UU. se encaminó en esa
dimensión política percibida con tanta claridad por Rómulo Betancourt. No obstante,
él estaba convencido de que la estabilidad política de la democracia venezolana
dependía mucho de las luchas de las naciones americanas contra el militarismo y
la utopía. Así, su gobierno fue firme contra las dictaduras caribeñas y utilizó
inteligentemente a la OEA como el escenario político para
denunciar la agresión del gobierno de
Fidel Castro contra Venezuela. De la
misma manera, estimuló un segundo congreso de pro-libertad y democracia, en Caracas,
en el año de 1962. Allí, se contempló la lucha contra el militarismo, el
comunismo, la defensa de la democracia, del
capital humano y la necesidad de reducir los gastos militares.
Entre
otras cosas, estuvo en desacuerdo con la invasión de San Domingo por parte del Gobierno L.
Johnson. Posteriormente, en el año de 1975 se realizó el primer Congreso de la
Socialdemocracia mundial, en la ciudad de Caracas. Su discurso se centró en la
defensa de la democracia contra el totalitarismo y en los peligros de la
corrupción en las instituciones libres. Este último elemento, abriría la
posibilidad hacia el mesianismo, el
fundamentalismo y el militarismo. A pesar de la crisis de la Doctrina Betancourt,
como resultado de la complejidad del mundo internacional que se produjo a lo largo de la década del sesenta y
del setenta, paradójicamente esa doctrina
se aproximó a su tesis primigenia: sólo es viable una diplomacia internacional
con gobiernos elegidos democráticamente. La historia le dio la razón. Hoy, la figura política de Rómulo Betancourt se le puede considerar como
el gran estadista de la Historia Contemporánea de Venezuela y de América
Latina. Fue un hombre de Estado que le demostró al imperio ruso, al imperio
americano, al comunismo cubano, a los dictadores de origen cesarista y bolivariano
y a los encantadores de utopía, de que si era viable el camino de la democracia
y del capitalismo para las naciones de América Latina. Ironía de la historia.
Desde la tierra de gracia, un país del Tercer Mundo, Rómulo Betancourt desmotó
el mito hegeliano de que estos pueblos no estaban en capacidad de asumir
los principios y valores de la Civilización Occidental. Cuán equivocado
estuvo el filósofo alemán. Don Rómulo se
la jugó con la historia.