A propósito del aniversario de Los servicios
bibliotecarios (SERBIULA). Retos y desafíos
Una Mirada Orteguiana
Ramón Rivas A.
Un merecido
reconocimiento a todos aquellos hombres y mujeres que han asumido la bella responsabilidad de mantener, de
cuidar y de preservar el patrimonio cultural de los más diversos saberes en las
distintas bibliotecas de la institución. Acaso se trata sólo de un recuerdo o
una conmemoración que nos cautiva de tan bella iniciativa que se iniciara en la
década de los 80, cuando se anunciaba el fin de la historia y la génesis de un
nuevo orden civilizatorio, producto de una revolución tecno científica, con
consecuencias significativas en el auge y expansión de los saberes tanto de las
ciencias naturales como de las ciencias sociales. Un desafío para la
universidad enfrentar con las nuevas
tecnologías un tipo de saber que está revolucionando la vida material y
espiritual de las naciones. Cómo organizar científica y tecnológicamente ese
vasto conocimiento a través del mundo digital y virtual para colocarlo al
servicio de la sociedad. Significa esto, que llegará el fin de los libros y de
las biblioteca tal y como están concebidas. Es difícil saberlo. Ayer se cumplió
ese objetivo con tecnologías, técnicas y gerencias que respondieron a su contexto histórico. Hoy, envejecidas y caducas
¿Qué hacer, entonces? Pensar y renovar ese bello pasado del mundo bibliotecario
para estar en sintonía con el signo de los tiempos marcados por la sociedad del
conocimiento.
Aprovecho esta
oportunidad para recordar un escrito del filósofo español Don José Ortega y Gasset
titulado: Misión del bibliotecario,
escrito en el año de 1930. En el mismo, Ortega intuye la crisis que provocaría
en el porvenir el crecimiento masivo del libro, como resultado de una expansión
extraordinaria del conocimiento en sus más diversos campos del saber. Es decir,
el libro que contiene muchos saberes, se convertiría en un problema para el
consumidor de lectura en la perspectiva de Ortega. Es cierto que cada vez se lee más; pero se piensa y se
reflexiona menos. Tamaña paradoja. Que nos dice el pensador de este ensayo en torno a este punto tan delicado y
contradictorio:
Hoy
se lee demasiado: la comodidad de poder recibir con poco o ningún esfuerzo innumerables
ideas almacenadas en los libros y periódicos, va acostumbrando al hombre, ha
acostumbrado ya al hombre medio, a no pensar por su cuenta y a no repensar lo
que lee, única manera de hacerlo verdaderamente suyo. Este el carácter más
grave, más radicalmente negativo del libro (Ortega, 1976, 48).
De allí, que para
Ortega y Gasset el bibliotecario de hoy tendría una alta responsabilidad para
orientar a los lectores dentro de esa dimensión tan compleja y contradictoria que
retrata el libro en esas dos facetas
descrita por el filósofo español.
Un poco de historia.
En épocas anteriores
a la era de la imprenta, el libro era escaso y
era una necesidad vital para el hombre interrogar
sobre su destino y su vínculo con el mundo. Era una lectura individual y
privilegiada. De igual modo, antes del aparecimiento del libro, la “memoria
viviente” era la responsable de trasmitir un conjunto de saberes hacia su
comunidad. Sin embargo, con la creación de la imprenta en la era moderna, el
libro se trasformó en una necesidad social lo que requirió una nueva misión
personal
y profesional del bibliotecario para enfrentar los retos y desafíos sobre el
libro, su selección, su clasificación, su técnica y su conservación. Con la
imprenta, definitivamente, se produjo masivamente libros y los más diversos
conocimientos en el campo del saber. Para Ortega, el problema se aceleró a lo
largo del siglo XIX y parte del siglo pasado, por lo que fue necesario revisar
el rol del bibliotecario sobre el tema del
libro y su complejidad.
Así, pues, Ortega
considera que el bibliotecario debería cumplir una misión de mayor importancia
más allá de ser un simple administrador de libros; es decir, debería
preguntarse qué es el libro, cuál es su naturaleza, cuál es su contenido y cómo
conducir esas reflexiones hacia el nuevo lector. Ortega se pregunta qué es el
libro:
El libro, pues, a
conservar solas las palabras, conserva sólo la ceniza del efectivo pensamiento.
Para que éste reviva y perviva no basta con el libro. Es preciso que otro
hombre reproduzca en su persona la situación vital hacia qué pensamiento ha
respondido. Sólo entonces puede afirmarse que las frases del libro han sido
entendidas y que el decir pretérito se ha salvado (p. 56).
Por qué era tan
importante para Ortega y Gasset preguntarse sobre la naturaleza del libro para
el lector:
Mientras el libro
fue afán individual se conservó un auténtico sentido con relativa pureza. Mas
apenas se convirtió en interés social y con ello resultó un negocio
crematístico o de prestigio hacer libros, comenzó la fabricación del falso
libro, de unos objetos impresos que benefician de su externo parecido con el
verdadero libro (p. 53).
Si no se cambia esta
perspectiva según Ortega, la misión del bibliotecario perdería todo sentido.
Sobre este punto, señaló lo siguiente:
Cuando no se hace
esto, cuando se lee mucho y se piensa poco, el
libro es un instrumento terriblemente eficaz para la falsificación de la
vida humana: “confiando los hombres en lo escrito creerán hacerse cargo de la
ideas, siendo así que las toman por de fuera, gracias a señales externas, y no
desde dentro, por sí mismo … atestados de verdad, se creerán aptos para juzgar
de todo cuando, en rigor, no saben nada y, además, serán inaguantables, porque,
en vez de ser sabios, como se suponen, serán solo cargamentos de frases” (275 a.m.
Así platón hace 23 siglos).
De acuerdo a estas
consideraciones orteguianas, cuál debería ser la misión del bibliotecario en
esta era en la que las tecnologías de las comunicaciones han contribuido de
manera extraordinaria a la expansión del libro y de un saber que recoge nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Una hermosa misión difícil y compleja
para los bibliotecarios de hoy responder a ese reto del libro como problema para pensar sobre el hombre y su relación con mundo. Lo que
significa una responsabilidad histórica de la Universidad de los Andes estar en sintonía con un proceso
civilizatorio que requiere ser
examinado con un pensamiento renovador y en el cual
el libro expresa las notas esenciales de una dinámica planetaria que pretende, definitivamente, convertir el saber en el factor fundamental
para promover la prosperidad material y cultural de las naciones. Las nuevas
generaciones que en el porvenir asumirán
la tarea de dirigir los destinos de la Universidad de los Andes, tendrán la
misión de colocarla a tono con una gigantesca civilización cuyo eje central es el conocimiento como
motor de la vida material y espiritual de los pueblos y, como consecuencia, la
tierra, el capital y el dinero, medios de producción, viejas creencias de antiguas civilizaciones se desvanecerán silenciosamente con el mudar del tiempo.
Hoy, el planeta
tierra presenta para un futuro no muy lejano un nuevo paradigma energético y su
proyección en la configuración de una sociedad planetaria ecológicamente viable para
millones de hombres y mujeres. De manera, pues, que la Universidad de los Andes no debería estar ajena a esas grandes
transformaciones que se están gestando en el planeta y buscar los medios de como insertar esos nuevos saberes en la
nación, en los estados, en las regiones y en las comunidades. Por tanto,
nuestros estudios, nuestros pensamientos y nuestros bibliotecarios deberían
someterse a una profunda renovación intelectual y espiritual y así la
Universidad de los Andes estaría sintonía con los tiempos históricos. No hay
evasión posible. Se impone el futuro desde el presente.