Fermín Toro (1806-1865):
Reflexión de un cristiano sobre el fenómeno liberal del siglo XIX venezolano
Ramón Rivas Aguilar
Universidad de Los Andes
Facultad de Humanidades y Educación
Mérida-Venezuela
Resumen
Se
examinará las reflexiones de Fermín Toro sobre el liberalismo como uno de los
movimientos políticos y económicos más importantes del siglo XIX europeo y
venezolano. La historia económica y política de
Venezuela a mediados de los años cuarenta y cincuenta del siglo XIX
estuvo agitada social y políticamente por una medida económica que condujo a
nuestro país a
Palabras
Claves: Liberalismo, moral, economía, política
En estos tiempos, en el que nuestros pueblos parecieran
estar cautivos en el abismo, el caos y la desesperanza, cobra importancia el
pensamiento de Fermín Toro, ilustre venezolano del siglo XIX. En efecto, los
cambios políticos, tecnológicos, económicos y culturales de dimensiones enormes
modifican hoy la vida material y espiritual de millones de seres humanos. Esta
nueva época privilegia el saber, la ciencia y la cultura como medios idóneos
para hacer prósperas a las naciones: la tierra y el dinero dejaron de ser los
ejes del desarrollo económico, ahora el capital humano e intelectual es la
clave del éxito social y económico de los pueblos. Asimismo, se tiene una mayor
conciencia de que las libertades, las instituciones democráticas y la sociedad
civil son una forma novedosa de ejercer el poder público. Se percibe, del mismo
modo, el fin del mesianismo, del fundamentalismo y de la democracia representativa.
No obstante, ha aumentado la pobreza y la exclusión de una gran mayoría de
seres humanos que no tienen acceso a la sociedad del conocimiento para alcanzar
el bienestar material y cultural. Ello ha generado un debate importante sobre
la naturaleza y el influjo de la globalización en el destino humano. Para que
los pueblos se beneficien del actual proceso se requiere de una ética
planetaria que instaure y consolide un orden mundial regido por los principios
de la libertad, la igualdad, la justicia, la paz, la competencia y la
cooperación. En tal sentido, el teólogo Hans Küng considera que:
La consecución de la paz y de la justicia y la
conservación de la tierra dependen de la actitud y de la disposición de los
seres humanos para hacer valer el derecho; que el compromiso con el derecho y
la libertad supone una toma de conciencia previa de las responsabilidades y
obligaciones, y que, por tanto, es menester interpelar a los seres humanos en
su mente y en su corazón; que el derecho sin eticidad no tiene a larga
consistencia ninguna y, en consecuencia, sin una ética mundial no es posible un
nuevo orden mundial. Por ética mundial entendemos un consenso básico sobre una
serie valores vinculantes, criterios inamovibles y actitudes básicas
personales. Todo ser humano debe recibir un trato humano. Compromiso a favor de
una cultura de la no violencia y respeto a toda vida. Compromiso a favor de una
cultura de la solidaridad y de un orden económico justo. Compromiso a favor de
una cultura a la tolerancia y un estilo de vida honrada y veraz. Compromiso a
favor de una cultura de camaradería entre hombre y mujer [1]
En
esa misma dirección, Juan Pablo II en su Carta
Encíclica Sentesimum Annus expresa su preocupación por las consecuencias
perjudiciales que traería una libertad económica sin restricciones en la
evolución de nuestras sociedades:
La
libertad económica es solamente un elemento de la libertad humana. Cuando
aquella se vuelve autónoma, es decir, cuando el hombre es considerado más como
un productor o un consumidor de bienes que como un sujeto que produce y consume
para vivir, entonces pierde su necesaria relación con la persona humana y termina
por alienarla y oprimirla.[2]
[Y agrega que]: Es deber del estado proveer a la
defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el
ambiente humano cuya salvaguarda no puede estar asegurada por los simples
mecanismos del mercado[3]
Ahora bien, ¿Existe conexión entre estas
reflexiones sobre el destino de la humanidad y el pensamiento filosófico, político,
económico y ético de Fermín Toro?
¿Tendrá sentido su pensamiento decimonónico en el nuevo proceso
civilizatorio? El hombre que mira afanosamente hacia el pasado es porque se
encuentra en crisis, no tiene claridad sobre el porvenir. Don José Ortega y
Gasset nos dice al respecto:
El
recordar, es volver la cara atrás, el mirar al pasado no es algo espontáneo que
por si acontece sino porque, sin medio seguro ante la enorme indecisión del
porvenir, ante esta terrible indecisión que es el futuro la cual nos oprime a
cada instante, buscamos en torno nuestro qué medios tenemos para afrontarla, y
el arsenal de nuestros medios es lo que nos ha pasado ya y por eso volvemos la
vista atrás, porque lo primero es mirar hacia delante.[4]
La
relectura de la obra de Fermín Toro permitirá comprender lo complejo de nuestro presente y su proyección en el futuro. Su pensamiento
político, filosófico, económico, social y ético le permitió examinar con serenidad
y rigor una época histórica en la que el liberalismo era de suma importancia
para el mundo europeo y para nuestro de país (1830-1858). Fermín Toro, desde
una postura cristiana enjuició los daños que el liberalismo estaba ocasionando
en Europa y Venezuela. Augusto Mijares destaca la vigencia de las reflexiones
de Fermín Toro, al que considera un revolucionario para su época:
Don Fermín Toro no es sino una “figura histórica”, sin
vitalidad alguna en relación con el presente. Sin embargo, ¡Cuántos de los
problemas que él estudió son todavía problemas de la actualidad venezolana; de
la actualidad mundial! Y cuanta juventud –en el mejor sentido de la palabra-
hay en sus pensamientos, cuanto equilibrio de mesura y agilidad, de prudencia y
de valor moral. Y cuantos de sus juicios podrían –hoy- parecer peligrosos a los reaccionarios. [5]
Fermín Toro, «el último venezolano»,
como diría Augusto Mijares, le correspondió vivir un momento estelar de la
historia (1838-1858) en el que Europa se encaminaba hacia la expansión del
capitalismo y nuestro país hacía esfuerzos denodados para construir las bases
de una República y de una nación en sintonía con los nuevos tiempos. Europa, en
el decurso del renacimiento, de la revolución inglesa, la revolución
norteamericana y la revolución francesa, produjo una concepción liberal que
marcó el final del absolutismo e impulsó una sociedad libre en la que se separó
el papel del estado y de la sociedad civil. Un Estado liberal que garantizó los
derechos naturales del hombre y promovió la riqueza material a través del
mercado y la competencia. Era la Europa
moderna la del ocaso de las monarquías y la de la consolidación del liberalismo.
Esta Europa liberal, sin embargo,
perjudicó a la sociedad en general que no tuvo acceso a una riqueza que sólo
benefició a la aristocracia. Este malestar social hizo surgir una serie de
movimientos políticos, sociales e intelectuales que juzgaron severamente al
capitalismo industrial por cuanto creaba miseria en miles de hombres y mujeres.
El socialismo utópico, el comunismo, el anarquismo, y
Nuestro insigne pensador no fue ajeno
a este conflicto que palpó con sus propios ojos cuando estuvo en
[En primer
lugar]: el factor más sorprendente y digno de interés en la novela de Toro es
el vigor de la denuncia social, por completo e inusitado en su medio y en su
época, y de modo especial en producciones literarias. Es una protesta clamante,
de proyección religiosa, de todo lírico, y, por ende muy romántica. [7]
[En segundo
lugar] y junto a esta vigorosa denuncia social –sin duda como su origen y
sostén- se encuentra otro aspecto no menos notables en los mártires; el
contacto con el socialismo utópico, es decir, con las doctrinas sociales más
avanzadas de la época, y que apenas comenzaban a dar señales de llegada a muy
escasos territorios de América. [8]
[Y en tercer
lugar posee] Los Mártires especial significación en el ámbito de la historia de
la novela hispanoamericana: ninguna novela anterior en Hispanoamérica revela
tal fuerza en el plano de la denuncia de la miseria y la explotación de las
capas empobrecidas de la sociedad, ni ninguna anterior da muestras de
familiaridad semejante con las doctrinas sociales más avanzadas del momento: el
socialismo utópico. [9]
Ante esta disyuntiva, Fermín Toro
creía que una solución adecuada, inteligente y racional al liberalismo político
y filosófico, afectado por el individualismo y el hombre positivo, era rescatar
los principios vitales del cristianismo que harían posible una sociedad justa a
través de la piedad, el amor y la
solidaridad. La ley moral era el fundamento que contribuiría a hacer realidad
la armonía social. En otros términos, una sociedad debía alcanzar el bienestar
material y espiritual para todos. Sin embargo, para Fermín Toro era importante
el papel del gobierno en la consecución de este objetivo en el marco de la ley
y la justicia. La intervención de los poderes públicos es lo que llevaría a mantener
los principios básicos del liberalismo ligados a la libertad, igualdad y
solidaridad. La acción del Estado evitaría que alguno de los sectores de la
sociedad se colocara por encima de los demás. De no ser así, llegaríamos a un
nivel doloroso y dramático para la sociedad. Fue el peligro que percibió Fermín
Toro cuando los propósitos del hombre positivo estuvieron al margen de los
intereses de la sociedad en general:
He
dicho la reaparición del elemento industrial y, en efecto, éste forma una fuerza
nueva en la sociedad de este siglo; fuerza que no solamente ha ocupado el lugar
que le corresponde como grande elemento social, sino que amenaza invadir a su
turno y dominar todos los otros elementos. El espíritu de industria caracteriza
eminentemente el individualismo. La solidaridad moderna está amenazada por una
tendencia opuesta a la que dominó la sociedad antigua. La libertad absoluta de
industria es el despotismo del individuo el ejercido sobre la sociedad,… el
individuo se hace centro de sus propias acciones, explora la solidaridad como
campo enemigo y estudia sus tendencias y sus preocupaciones para aprovecharse
de ellas. [10]
Como
se puede notar, Fermín Toro estuvo convencido que este elemento liberal, traducido en su frase
«La libertad absoluta de industria es el despotismo del individuo el ejercido
sobre la sociedad», pondría en peligro el orden social y sólo se podría
restituir la armonía de la sociedad con el peso del Estado, de la ley y la
moral.
En Venezuela, a partir de 1830, se pretendió
crear una república con los principios básicos del proyecto liberal europeo
para estimular el crecimiento económico mediante el mercado y la competencia.
Por ello, en el año de 1834, se promulgó La Ley sobre Libertad de Contratos que
provocó un debate entre liberales y conservadores bajo dos enfoques sobre el
papel del intervencionismo y del liberalismo económico en el desarrollo del
país. Para comprender esta polémica entre estatismo y liberalismo en torno a la función de la usura en el
crecimiento material de Venezuela, se transcribirán algunos de sus artículos
más resaltantes:
Ley ordenando la libertad, igualdad y seguridad de los
contratos. El senado y Cámara de Representantes de
Decretan
Artículo 1: Puede pactarse libremente, que para hacer
efectivo el pago de cualquier acreencia, se rematen los bienes del deudor por
la cantidad que se ofrezca por ellos el día y hora señalados para la subasta.
Artículo 2: En todos los demás contratos, así como en
el interés en ellos se estipule, cualquiera que sea, también se ejecutará
estrictamente la voluntad de los contratistas. [11]
Para
los conservadores, era conveniente para el país
Fermín Toro percibió que el impacto de
los problemas económicos sobre la esfera social perturbaría la cohesión de la
sociedad. Por eso afirmó que la libertad económica debía regularla el gobierno,
y la usura debía ser controlada para favorecer a los productores, para
establecer un equilibrio de la tasa de interés y del crecimiento económico; lo
que propendería hacia la restitución de la armonía social. El gobierno
contribuiría a un proceso de racionalización en el que el azar no perjudicaría
los mecanismos naturales del mercado. Papel del gobierno que estaría regulado,
del mismo modo, por un marco jurídico que mantendría el orden social y sancionaría
aquellos agentes económicos, grupos sociales u otros que abusaran de su poder
en perjuicio de la colectividad. Con esto, Fermín Toro planteó una solución
racional para subordinar la libertad económica a la igualdad sobre un
fundamento de carácter ético que consistía en la búsqueda, como objetivo final
de la sociedad, del bienestar de todos. Sobre este punto, Fermín Toro destacó
que:
Los
economistas pecan ordinariamente por el carácter exclusivo de sus principios,
porque subordinan toda otra ciencia, toda consideración moral o política, de
filosofía o de religión, a los principios económicos. Su objeto es resolver los
problemas de la creación, aumento y conservación de la riqueza, de un modo
absoluto; y así como aconsejan la tala de un bosque improductivo, así condenan
a muerte la población que no participa de la riqueza. [13]
De acuerdo a la cita anterior, Fermín Toro
estableció una relación entre la economía y la moral con el propósito de que la
ciencia económica y su aplicación no podían estar desligadas de la ética. Señalaba
que el esquema clásico del hombre positivo, del individualismo económico y del
maquinismo industrial había olvidado los desbarajustes sociales y morales que
contribuyeron al desmejoramiento de las condiciones económicas de los
trabajadores.
Su propósito era consolidar el
proyecto liberal con la ingerencia del Estado, haciendo de la ley y la justicia
los medios para lograr la armonía social
sin los riesgos del economicismo, estatismo y autoritarismo. No cabe la menor
duda que Fermín Toro le dio un peso vital a la ley moral como la vía para
alcanzar la felicidad en la sociedad. Igualmente, hizo hincapié en que la
libertad absoluta no era posible sin el papel del Estado determinado por la
ética. Es decir, la libertad dirigida en
forma consciente por el Estado y regulada por una ley moral para que todos
pudieran disfrutar en igualdad de condiciones de una sociedad libre.
Augusto Mijares en un ensayo, titulado
“Libertad y justicia social en el pensamiento de Don Fermín Toro”, recoge
algunas de sus reflexiones esenciales sobre la libertad, la moral y el papel
regulador del Estado, que han quedado como legado filosófico para la historia
universal. Libertad, moral y arbitraje legal del Estado que él llama “corolarios”
o principios que siempre deben estar presentes en cualquier sociedad moderna:
1.
La libertad
individual comienza donde acaba la igualdad necesaria. Nadie es libre
legítimamente en un país, mientras haya una clase que carezca de lo necesario
para mantener su existencia física y su dignidad moral. Como ejemplos de esta
verdad puede citarse el proceder de Colombia y de
2.
Un
Gobierno debe ser un poder regulador que impida de que una fuerza social sea
oprimida por la preponderancia de otros. [14]
[Y como bien dice
Augusto Mijares, en] estos fragmentos se muestra Don Fermín Toro ardientemente
intervencionista, pero a la vez dentro del más puro liberalismo político y
moral, puesto que si bien refuta que la libertad sea el fin de la solidad y la
subordina a la igualdad necesaria, ésta la glorifica principalmente como una
condición de la armonía social. ¿Y que es esta armonía sino la libertad misma
tal como la entendió el liberalismo filosófico?[15]
En fin, una mirada, una perspectiva de un cristiano, examinando
el liberalismo en el siglo xix venezolano, sus alcances, sus límites, sus
contradicciones y paradojas, cuyas consecuencias afectaron de manera radical la relación entre el
hombre positivo y la sociedad.
Esa relación, produjo
según él, un estado de anarquía, de
inestabilidad, de ingobernabilidad, cuya
solución fue asignarle un papel estelar
al estado para
la recuperación de la armonía
social. En otras palabras, había
que establecer un marco institucional para lograr un cierto equilibrio entre la la
libertad y la igualdad solo posible
mediante la presencia activa
del Estado. El hombre positivo, el individualismo, el
capitalismo, fuente de la riqueza, de la prosperidad para todos, en la que el principio de igualdad era esencial
para mantener la armonía social. En ese marco, el Estado
garante de la convivencia pacífica.
Una mirada. No la única.
Referencias
Bibliohemerográficas
Belaunde, Cesar. Doctrina económica social: De león XIII
a Juan Pablo II. Editorial Claretiana, Buenos Aires, 1962, 304 p.
Ciliberto, José A. Fermín Toro y las doctrinas económicas
del siglo XIX. Editora San José, Caracas, 1974, 117.
Cultura Universitaria. “Homenaje a Fermín Toro”. Revista
Bimestral publicada por
Congreso de
De Armas Chitty, J.J... Fermín Toro y su época. Instituto
Nacional de Cultura y Bellas Artes, Caracas, 1966, 239 p.
Irribarren Jesús y José Luis Gutiérrez García. Ocho
grandes mensajes. Biblioteca de Autores Cristianos. España, 1977, pp. 21-56
Miliani, Domingo. Fermín Toro. Estudio Preliminar de
Domingo Miliani. Academia Venezolana de
Mijares Augusto. Lo afirmativo venezolano. Dimensiones,
Caracas, 1980, 359 p.
Mijares Augusto. Coordenadas para nuestra historia. Temas
de Historia de Venezuela. Obras Completas Tomo VI, Monte Ávila Editores
Latinoamericana, Caracas, 2000, 700 p.
Presidencia de
[1]
Hans Küng y Kart-Josef Kuschel. Hacia una ética mundial: Declaración del parlamento de
las religiones del mundo. Editorial Trotta, Madrid,
1993, pp. 23-33.
[2] Encíclicas de Juan Pablo II.
Edibesa, España, 1995, p. 945
[3] Ídem.
[4] Ortega y Gasset, 1979, p. 49.
[5] Augusto Mijares. La luz y el espejo. Ediciones del
Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes. Caracas, 1955, p.
178.
[6] Jesús Irribarren y José Luis Gutiérrez García. Ocho grandes mensajes. Biblioteca de Autores Cristianos. España,
1977, pp. 21-56.
[7] Gustavo Luis Carrera. Fermín
Toro. Los Mártires (Estudio
preliminar) Notas y referencias críticas de Amaya Llebot de Pérez. Centro de
Estudios Literarios. Escuela de Letras. Facultad de Humanidades y educación,
Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1966, p. xix.
[8] Ibíd., p. xx.
[9] Ídem.
[10] Congreso de
[11] Presidencia de
[12] Usura.
[13] Congreso de
[14] Augusto Mijares. La luz y el espejo. Ediciones del
Ministerio de Educación. Caracas, 1955, p. 194.
[15] Ídem.