El Péndulo de Parménides

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El Péndulo de Parménides

           

A

Miguel Montoya

El maestro  que entregó  cosas hermosas

Ramón Rivas A.

 

No me propongo a hacer una introducción

A la filosofía, sino todo lo contrario. Vamos a tomar

El conjunto de la filosofía, el filosofar mismo, y vamos a someterlo

A riguroso análisis ¿Por qué en el mundo de los hombres existe esta extraña fauna de los filósofos? ¿Por qué entre los pensamientos de los hombres hay lo que llamamos filosofías? Como se ve el tema no es popular, sino hirsutamente técnico. No se olvide, pues, que se trata de un curso académico, de un curso universitario, bien que in partibus infidelium (José Ortega y Gasset. Qué es la filosofía, 1997, pp. 55-56).

 

En el seminario, impartido por el filósofo Miguel Montoya, los problemas fundamentales de la filosofía, destacó la importancia  de  los temas centrales del quehacer filosófico: mundo, hombre y dios. Dentro de esa perspectiva, los cursantes  escogieron  uno de los temas vinculados con la teoría del conocimiento: la filosofía del conocimiento. A lo largo de siete semanas, el filósofo Miguel Montoya presentó una visión fundamental sobre los orígenes de la filosofía del conocimiento: desde el mito, pasando por los presocráticos, en particular, destacando el influjo para la filosofía  la figura de Parménides hasta alcanzar el esplendor filosófico en Platón y Aristóteles. Es decir,  una visión  crítica mediante un conjunto de lecturas  de los textos originales  en versión castellana.   

Una experiencia significativa, un aprendizaje en torno al oficio del pensar filosófico. Se trataba, en definitiva, de aprender cómo esos filósofos hicieron del pensar el camino para develar sobre el fundamento último de la génesis y destino de la vida y su lugar en el universo. La dignidad, la disciplina, el coraje y la serenidad de esos pensadores que se plantearon escudriñar con sorpresa y admiración por la presencia. El mirar con deleite y entusiasmo el origen de las cosas.

Cuanta sorpresa ante una realidad en movimiento, ocultándose y desocultándose al mismo tiempo. La vida, la muerte, la noche y el día, fenómenos naturales, que provocaron preguntas y generaron respuestas en esos hombres,  en la soledad radical, sorprendidos y admirados por la vida y por el  mundo. Estudiar sus textos y confrontarlos con el mundo de hoy; sentir con agrado y placer la complejidad, la profundidad y la sencillez de sus preocupaciones filosóficas por las cosas desde la totalidad, es el legado más hermoso para quienes tienen interés por los caminos de la filosofía. En ese paseo extraordinario por los andares de la filosofía, fue Parménides, a mi manera de ver, el pensador de mayor relevancia de la historia de la filosofía de la humanidad. Se le puede considerar el padre de la filosofía o de la metafísica. Al mismo tiempo, el hombre que marcó y seguirá marcando, para bien o para mal, el espíritu filosófico de la cultura Occidental. Como lo ha señalado, el filósofo Miguel Montoya, en muchas oportunidades, “es el padre de la bodega”. Quienes hemos vivido en la Venezuela, tierra de gracia, sabe con certeza  que significó para nuestros abuelos y nuestros padres una bodega: un conjunto de estantes llenos de corotos en la que se realizaba en gratas conversaciones el acto de  compra y venta. Es decir, salida y entrada de mercancías, como fruto de un acto libre y voluntario.

Por tanto, el título de este breve ensayo, audaz y atrevido, “El péndulo de Parménides y el final de la filosofía”, escrito con todas las limitaciones intelectuales y espirituales de un mortal que desea aventurar por los caminos de la filosofía. Un poco de historia. Estamos conscientes de que la crisis de la filosofía se inició en la era moderna, profundizándose en los primeros cincuenta años del siglo pasado, que pareciera anunciar  que la filosofía está llegando a su fin. Heidegger, filósofo alemán, afirma que en la era de la dominación de las ciencias, de la tecnología y de la expansión de la americanización del mundo y su ímpetu utilitarista y mercantil, la filosofía está en su fase final. Para él, entonces, había que replantear la filosofía desde otra perspectiva del pensamiento. Cuál. No lo sabemos. El hombre de la selva negra, señaló que desde hace dos mil quinientos años, los filósofos olvidaron la pregunta por el ser, por su sentido, por su significado; sólo se dedicaron a reflexionar  el mundo desde el ente. Olvidaron al hombre y su relación con la realidad, el hombre de carne y hueso, el ente natural que se interroga por él y por los problemas de la existencia.

Aun cuando se entusiasmó por muchas décadas por la filosofía de Aristóteles, había que volver hacia los presocráticos. Pregunto ¿Estaría allí Parménides en su reflexión filosófica? Sigamos caminando.

Sin embargo, en Venezuela, tierra de gracia, la filosofía comenzó  a impartirse en forma sistemática a partir de la década de los cuarenta, cuando llegaron de la España de Franco unos cuantos filósofos exiliados: García Bacca; Manuel Granel, Juan Nuño. La presencia de estos filósofos en Venezuela entusiasmó a unas cuantas generaciones por el quehacer filosófico en la década de los 50, 60 y 70. Estos filósofos  nunca se plantearon que la filosofía se había agotado. De ninguna manera. Asimismo, en la Universidad de los Andes por los años sesenta, Manuel Briceño Guerrero y  Miroslav Markovich y otros, se pasearon por el quehacer de la filosofía. Poco a poco la filosofía se fue expandiendo por los más diversos horizontes geográficos del país. Como negar la importancia del Postgrado y Doctorado de filosofía de la ULA que ha dado una solidez intelectual al quehacer de la filosofía. La filosofía sigue viva.

No obstante, por esos senderos de la filosofía, uno de ellos, el profesor de filosofía del Instituto Pedagógico Guillén Pérez, conocedor de la filosofía Occidental, dio un viraje radical hacia el misticismo como el atajo para percibir con el no pensamiento Occidental la presencia del ser. Considera que la historia de la filosofía fue error histórico, por cuanto los filósofos dedicaron su pensar sobre el ente, despreciando y relegando al olvido al ser. Por tanto, la filosofía es una pasión inútil. No es la vía para descubrir al ser. Posteriormente, otros de estos negadores de la filosofía como el medio para develar la verdad, es el economista y filósofo Emeterio Gómez que desde el cristianismo considera que la filosofía es inútil y una pérdida de tiempo. Él, cree en la creación a partir de la nada. De igual modo, afirma que del espíritu no se deducen principios y categorías universales. El espíritu y Dios son inescrutables. La filosofía es inútil y no sirve para nada, en palabras de Emeterio Gómez.

Aun así, la presencia de Parménides es ineludible y trascendente con sus reflexiones filosóficas en torno al tema del ser, del pensar, y del pensar y el ser. No  posible que estos filósofos y los posmodernistas puedan eludir su quehacer filosófico de los problemas fundamentales derivados de la filosofía de Parménides.

Después de esta somera y superficial descripción sobre estos temas  de la filosofía y su supuesto final, como resultado de la   modernidad,  volvemos a la idea central de este ensayo que se desprende de su título, al considerar a Parménides uno de los grande filósofo del mundo occidental, por ser creador de un enfoque filosófico, un constructo, producto del nus, del entendimiento, de la razón y del logos, por lo cual ningún filósofo ha escapado a su influjo en la configuración de cada  una de sus reflexiones filosóficas. A eso lo he denominado el péndulo de Parménides. Ahora bien, ¿De qué se trata el péndulo de Parménides? Un poco de historia.

El quehacer filosófico es el modo propio y natural de la cultura occidental. Tiene su cuna en la Antigua Grecia. Por qué, por qué, por qué, es la manera de cómo nosotros nos interrogamos por el origen de las cosas. Del otro lado, en el mundo Oriental, es la revelación sin examen crítico ni racional la vía para conocer los orígenes de la vida y el mundo. Es a través del susurro que escuchamos mitos y leyendas sobre el nacimiento de la existencia y el cosmos.

En el mundo griego se dio un largo periodo histórico que transitó el camino del mito hacia el quehacer filosófico. En sus primeros siglos, en la edad telúrica, en la edad bucólica, en la edad pre mercantil, hombres y mujeres se preguntaban por la génesis de  lo existente: desde el alma hasta la materia. Ante lo desconocido que provocó temor y confusión, poco a poco con sus fantasías e imaginaciones se inventaron los primeros dioses como los responsables de la vida y el universo. Así, aparecieron nombres e imágenes productos del quehacer de la vida cotidiana, que recogieron los poetas como Hesíodo, Homero y estamparon en sus obras literarias descripciones hermosas sobre los más diversos dioses con  poder divino de animar y darle movimiento al mundo. La Teogonía, la Ilíada y la Odisea y otras obras literarias, expresaron aquel mundo mágico religioso como parte un saber, de un conocimiento no filosófico sobre la génesis de las cosas. Los griegos cantaron, bailaron y construyeron ritos y santuarios para dar gracias a esos dioses que le dieron vida a todo lo existente. Posteriormente se  construyó la sociedad urbana  y se dio  la expansión de la navegación, del  comercio, de la moneda, del aparecimiento de un nuevo tejido social aristocrático y mercantil, que estimuló los caminos hacia nuevos saberes que, muchos de ellos, no se desligaron del todo de las divinidades del viejo orden telúrico y agrarista.

En ese nuevo marco histórico, empieza  la vía  hacia la filosofía. Los primeros filósofos, los fisiólogos llamados así por Aristóteles, dudaron y cuestionaron sobre las viejas creencias en torno al nacimiento de la vida y el universo. A pesar de ello, estos pensadores no lograron del todo desvincularse de las divinidades que representaban mitos y leyendas de la Grecia agrarista .Estaban convencidos de que   el origen de lo existente tenía su razón de ser en las propias fuerzas del orden natural. Es decir, vieron en los elementos de la naturaleza el fundamento último de lo existente sin la intervención de los  dioses. Para unos fue el agua; para otros el aire y para otros el fuego.

Fue, precisamente, con Parménides  quién rompió con ese criterio naturalista y utilizó las divinidades como medio para explicar con claridad y precisión su pensamiento que dio origen al nacimiento de la filosofía como el camino para develar el pensar y el ser como uno y un todo.  

Con él, en definitiva, nació la filosofía y cambió de forma radical el rumbo del oficio del pensar filosófico hasta el día de hoy. El tema del pensar y del ser como un todo. Como la mutua inmanente, expresa un constructo, como resultado del pensar puro. Su poema sobre la naturaleza lo conforman diecinueve fragmentos y cada fragmento se compone de una serie de versos. Su contenido consiste de qué se trata el pensar y cuál es el camino para discernir en que consiste el ser y cuáles son sus acompañantes fundamentales. ¿Qué es el pensar? Debió ser su primera interrogante. A través del pensar construyó su bello poema en el cual derivó un conjunto de tesis alrededor del pensar y del ser como una y una misma cosa. De eso se trata: pensar el ser. El pensar no puede pensar sobre el no ser. El ser es y el ser no es. Para  patentizar el ser el camino no es la Doxa, no es la opinión, no es la apariencia, no es lo efímero, no. El camino es el pensar.

Sus fragmentos y sus versos son hermosos, exquisitos y deleitantes. Por ejemplo: “… el ser es y el no ser no es,… porque el pensar y el ser son una y la misma cosa”. Asimismo, se puede observar a través de esos fragmentos y versos de Parménides la caracterización de  los acompañantes del ser. “… el ser es increado e imperecedero, puesto que posee todos sus miembros. Es inmóvil y conoce el fin; es una esfera; no fue jamás ni será, ya que ahora es en toda su integridad; uno y continuo... no es igualmente divisible, puesto que es todo homogéneo… de ahí su condición de todo continuo, ya que el ser toca el ser”.

Así, el pensar no puede dejar de pensar sobre el ser. Porque todo está lleno de ser. Más allá del ser hay ser. Por ejemplo, hoy la ciencia señala que el vacío está lleno de vida; de ser diría Parménides.

A partir de estas premisas filosóficas del poema de Parménides, es lo que me permite introducir un título polémico que refleja en el porvenir de la historia de la filosofía el impacto filosófico de Parménides: el péndulo de Parménides. No se trata de que el pensar y el ser en el poema de Parménides se comporte como un péndulo. No. De ninguna manera. En su poema se percibe de forma radical el pensar y el ser como una y la misma cosa. Pero, paradójicamente esos enunciados fundamentales de la filosofía de Parménides fue  lo que permitió el camino para el desarrollo diverso de la filosofía en los que cada filósofo y su perspectiva se moverían como un péndulo desde el pensar y el ser y desde el ser y el pensar. Es decir, que cada filósofo desde Parménides transite entre el pensar y el ser. Como un péndulo de un lado para otro. Todos los filósofos que aparecen en los textos de la historia de la  filosofía,  de una u otra forma, sus preocupaciones filosóficas transcurren entre el pensar y el ser. Por ejemplo, Platón desarrolló su pensar filosófico a partir de las ideas eternas. Aristóteles construyó una antología que giró en torno a los entes, sus orígenes y sus acompañantes etc. etc. 

Se considera a Parménides uno de los más originales de los pensadores de la filosofía en la historia de la humanidad. Padre de la Metafísica y responsable de un enfoque filosófico que contribuyó al nacimiento de las más diversas corrientes de la filosofía en el devenir histórico universal.  Sus reflexiones filosóficas no dejaron de impactar a esos filósofos que configuraron su pensar filosófico a raíz del célebre poema sobre la naturaleza. El pensar y el ser es uno y la misma cosa. Todo está lleno de ser. El ser es y el no ser no es. Pensar significa poner sus ojos en el ser y el ser poner sus ojos en el pensar. El pensar no puede pensar en el no ser. Hermosos enunciados que bebieron los filósofos para forjar cada uno su filosofía entre el pensar y ser al ritmo y al movimiento de un péndulo. Ni ayer, ni hoy, ni mañana ningún filósofo escapó ni escapará a las premisas filosóficas de Parménides. Mientras haya pensar habrá ser. Mientras haya ser habrá pensar. Cada uno de los mortales sabios e ignorantes se moverá en una u otra dirección. Siempre habrá filosofía mientras haya pensar y haya ser y viceversa. No hay evasión posible.

           

 

 

 


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