José Gregorio Hernández: Dios, Cristo y el hombre en su Espíritu

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José Gregorio Hernández: Dios, Cristo  y el   hombre       en su  Espíritu

 

En   ese  andar, en ese camino, en esta Tierra de Gracia

Goce divino  para el venezolano en este   día tan especial  

Un  bello regalo   del  resplandor  celestial

 

 

Ramón Rivas Aguilar

Este 19 de octubre del 2025 una fecha gloriosa para Venezuela que venera a un hombre   que recorrió    los atajos de su  terruño   y alcanzó   su  grandeza  divina y  terrenal  con su santificación    en el templo sagrado de la iglesia  de Roma.  Su canonización.  Un lugar  entre   los  cielos  y los  maravillosos  pasajes  naturales de su  tierra,  que evoca   su vieja  casa,  su santuario, allá en  Isnotú, una  tierra de   relámpagos,  de colores mestizos  que se desprenden  del arcos iris y se reflejan con la luz del astro gigante  y en el atardecer se  desvanece en   las  aguas del  Coquivacoa.


El hombre, el mortal,  en la  búsqueda  de Cristo, el  hijo de  Dios,  que desplegó  con su amor   todo  su  poder para redimir a la humanidad  del pecado original. Así,  José Gregorio  Hernández recibió   la fe cristiana, la bondad  y la piedad del eterno celestial regándola  por aquellas  tierras  de santos, sabios y caudillos.  Sus padres, las primeras palabras del sendero divino,  sobre esa figura histórica y celestial que  cambió el curso de la historia universal dejando  en este  noble y humilde  ser humano el  camino de la trascendencia.  El amor por  Cristo  y el hombre, hechura del   creador.


Nació en el año de 1864,  cuando   la Provincia de Venezuela, la  pequeña Venecia,  parecía llegar a  un clima  de paz y  tranquilidad. Y, murió en el año de 1919,   en   un lamentable  accidente,  cuando Europa  salía   de una gigantesca catástrofe,  que provocó  en el corazón  de millones de hombres y mujeres  de esta tierra desconcierto,  confusión y desesperanza para alcanzar la paz tan deseada.  No obstante,   este  maravilloso hombre,  hombre  de fe,   de esperanza,   de ilusión, de luz significó un resplandor de divinidad  y de generosidad por estas tierras,  bendecidas por el creador.  Sin duda alguna, sus padres  moldeador   la personalidad de aquel  niño, de aquel joven, de aquel adulto,    su amor  por Dios, por Cristo, por la religión  católica y por el otro, desamparado en su estado material y espiritual,  El médico de los  pobres. Así, la oración, la palabra sagrada y la medicina, la farmacopea,  los medios para aliviar  al afligido acosado por las enfermedades del trópico.   La entrega   infinita  al hombre, en este valle de  lágrimas y alegría. Una vida, una vocación, una trayectoria vital,   un compromiso  religioso y moral   para   calmar   el dolor  para aquellos en la búsqueda del bien  para salvar su alma  del pecado.   En ese  recorrido vital,  el hombre y su vida,  su existir y su  temporalidad potenciando su vocación sacerdotal,  filosófica  y científica,  por atajos difíciles y complejos,  avatares  del mundo cotidiano, para alcanzar su consagración ante la mirada de Dios, de  Cristo,  con fe,  fervor y voluntad soportó   en Europa,   con toda dignidad,  el sacrificio  sobre el  reto que le impuso   el señor, desde las inmensidades.  Lo asumió   con fuerza   moral y religiosidad. Una vuelta   a su patria.  La entrega   a los  más necesitados, a los pobres, con caridad y amor. 


El hombre ante su finitud, su mortalidad y con  la fe de lograr   la inmortalidad en una bella  aventura histórica  asumió el desafío  estudiar en la  Universidad  Central  de Venezuela la carrera de   medicina con espíritu  científico, académico, pedagógico y filosófico bajo la impronta de su profunda religiosidad.  La ciencia, la enseñanza  y la filosofía  al servicio de Dios, de Cristo  y del  hombre, el mortal que  ríe el que sufre, el que llora, el que se enferma física y  espiritualmente.  El hombre   en el día y la noche revelando   su gran amor   por ese  Santo  que entregó   su existencia   a Dios  y al pobre.  Prudencia, serenidad  y sabiduría,  en aquellos  ambientes   académicos donde  se debatía   sobre la importancia del positivismo,  de la teoría de la Evolución, nada que ver con el enfoque sino con la fe  sobre   la teoría  del creacionismo.   Se mantuvo  al margen  con el mayor  respeto   y tolerancia. Sí. Una  conducta ejemplar. Un sabio. Mi camino   es el camino  de Dios,  de Cristo y de la fe católica. Vivió en la academia, en la ciencia, en los laboratorios   y  con ese   don de servicio,   en el   hospital,  atendiendo   a sus enfermos,  con todo su corazón.  El maestro, el científico,  el filósofo, el religioso,   con su mirada   hacia   los pobres. Recorrió caminos para socorrer a tantos enfermos y dolientes. Mi madre Libia  Aguilar, en la  eternidad,  conservó como una reliquia religiosa una estampita en la mesa  de noche  de su cuarto   con la imagen  de  este  santo curando a un enfermo.


Hoy,   los venezolanos   reciben   con   entusiasmo  la santidad,   del médico   de los pobres,  José  Gregorio   Hernández,  como  regalo   sagrado    de la   Santísima Trinidad,   los  misterios    de la sabiduría divina.  El susurro divino   en aquella  tierra que lo   vivió nacer y crecer   hasta alcanzar  el reino de Dios.   En su   alma  estas palabras   sagradas, cultivadas  por su madre,  que perduraran   por los siglos,  siglos, amén: “Mi madre que me  amaba, desde la cuna me enseñó la virtud,  la ciencia de Dios,  y puso de guía  la santa caridad”.


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