La Provincia de Venezuela, la pequeña Venecia y su Petróleo:
El tema de Nuestro Tiempo
Vuelta al Oro Negro
Ramón Rivas
Aguilar
El petróleo, una fuente
de energía que marcó y sigue
marcando el destino vital de la
Civilización Occidental. Una
fuente de energía, el oro negro, el estiércol del diablo, que alimenta la base material y cultural de las naciones, desde su aparecimiento en los Estados
Unidos en el año de 1859. Las más diversas fuentes de
energía desde hace miles de
años, fueron desplazada por esa nueva riqueza que transformó radicalmente, la vida
económica, social y cultural de los pueblos, a lo largo y ancho de la geografía mundial. El petróleo, para bien o para mal, la fuente de la paz y la guerra, de la geopolítica
de los vastos imperios, de la grandeza, de los alcances, de los límites, de las
contradicciones y las paradojas que derivan de sus implicaciones y
repercusiones en todos los ámbitos de la sociedad en general. El petróleo y la
magia de los hallazgos de Tomás Édison
con su célebre bombilla dio fin a la
sombra y la oscuridad de las viejas
civilizaciones que vivían de las dádivas luminosas del astro gigante y su bella durmiente: la
luna plateada. No obstante, entre
la década de los ochenta, los noventa
y las primeras del
tercer milenio, se configuró una
matriz de opinión, alimentada por
políticos, intelectuales,
científicos y toda una modalidad cultural y las ideologías del progresismo y el
Wokismo en contra el petróleo
y la bestia del capitalismo como
los responsables de los males que se han
producido en la tierra. En tal
sentido, la teoría del Antropoceno. El hombre y el oro negro, están llevando al planeta
hacia el fin de los tiempos. El
fin de la Arcadia, la tierra prometida, el paraíso, el edén, los
bosques florecientes y cautivantes
de la poética de Virgilio. El
recalentamiento global, los cambios
climáticos y otros efectos del oro
negro, devastando la vida en la tierra. Para
estos profetas del ecologismo,
la salvación es una vuelta a la madre naturaleza, sagrada, misteriosa y mágica y viva en su
espíritu que enaltece la belleza de todo lo misterioso que ella
lleva en su seno. El planeta en su interior, en cada ser humano,
un pequeño jardín y un huerto sin
el hálito de las brisas contaminadas por
ese mineral endemoniado con
las fuerzas degradantes de la materia en las imágenes del
filósofo Plotino. El petróleo, una eneada, el uno,
que emana una fuerza oscura y se transforma en lo más
degradante del orden natural. Un minotauro en el ánima del escritor y novelista Arturo Uslar Pietri. En fin, el petróleo, una fuerza diabólica que está socavando
la riqueza material y espiritual
de la civilización Occidental. Es
una tesis, en boca de los hombres y las grandes corporaciones tecnológicas y financieras, protagonistas del manifiesto del progresismo y del wokismo. Ellos, como enemigos radicales del imperio del oro negro hacen
esfuerzos gigantescos para financiar y divulgar a través
de las academias y la ciencia, de la burocracia política, intelectual y
científica del mundo la nefasta y
perversa idea del fin del antropoceno y como
alternativa el camino del post-humanismo
y transhumanismo como formas no humanas que podrán vivir sin el petróleo.
Pues, bien. Venezuela
no escapó al influjo del vasto imperio del oro negro y
se convirtió en el centro fundamental del engranaje petrolero del Hemisferio Occidental, después de los EEUU, A lo largo de un siglo. En efecto.
La Venezuela del siglo XX, la Venezuela
del petróleo, sentó las
bases de la Venezuela urbana e
industrial y jugó un
papel estelar en el marco
de la geopolítica del petróleo de la
civilización Occidental. Dicho de otra manera,
el aparecimiento del petróleo en
Venezuela, el evento histórico de mayor trascendencia que se haya
producido desde que surgieron las primeras sociedades tribales, hace quince mil años hasta
el día de hoy. No hay otro evento después de la aparición del petróleo de
tal naturaleza, con la importancia, con las implicaciones y con las repercusiones históricas en la vida nacional y
en la esfera internacional. Ni el proceso
emancipador, ni la figura gigante del libertador y la guerra federal, no
se puede comparar históricamente con el
fenómeno petrolero y sus
inmensas transformaciones en la
nación y en el mundo. No hay
otro hecho histórico de tal magnitud. Sobre el tema en Venezuela, existen aproximadamente unas
10.000 referencias bibliográficas
que comprenden los más diversos saberes que abarcan aspectos naturales, técnicos,
históricos, económicos, sociales, culturales. No hay
otro acontecimiento histórico en Venezuela que alcance esa cifra.
No obstante, el pecado original: los historiadores poco o
nada sobre tan
significativo hecho histórico
que hizo de la nación una nación moderna y que ocupó un lugar de importancia geoenergética en el escenario mundial.
Así, pues, en
menos de un siglo dejamos
der ser un país agrario y pecuario,
para convertirnos con el petróleo en un país urbano e industrial. Un cambio estructural que
marcó para siempre el rumbo histórico
de Venezuela. Fue el periodo histórico más exitoso de nuestro quehacer vital desde que existimos como historia y como geografía. Una revolución única en la historia universal. Entre 1899, 1975 y 1976, un proceso
histórico que determinó una
relación vital entre el Estado, las compañías petroleras y la sociedad en general. Un largo
aprendizaje político, intelectual e institucional que sentó las bases del pensamiento nacional y de la
conciencia del país frente al capital petrolero mundial. Es decir, el
nacionalismo petrolero despertó el
hálito anticolonialista en el tercer mundo con la creación de la OPEP, hasta alcanzar el proceso
nacionalizador a lo largo de
los sesenta y los setenta.
Sí. 1976, una fecha histórica que
marcó el fin de un ciclo histórico y el nacimiento de otro. Un cambio estructural que significó, el fin
del Estado rentista, del nacionalismo
petrolero, del pensamiento
petrolero y la génesis de una nueva
relación entre el Estado y la sociedad, que se erigió como Estado productor y
empresario del negocio petrolero. Es
decir, ahora a competir como cualquier
empresa petrolera en el mercado mundial
del petróleo. Dejó de ser rentista para
convertirse en productor. Por lo tanto El Estado, el eje central para dirigir la cuestión del petróleo en el país y
cumplir un rol en
el mercado del petróleo
del mundo. Así, entre 1883 y
1998, una estrategia petrolera, a través
de Petróleos de Venezuela (PDVSA), una empresa capitalista del Estado, en un mercado petrolero complejo y difícil y
competidor. De allí, la
internacionalización y la apertura petrolera, entre 1983 y 1998: Competir, producir
y vender en el mercado mundial. No obstante, entre las primeras décadas
del tercer milenio, una
vuelta al Estado rentista, cuyas
consecuencias históricas, representaron por un lado, contradictoria y
paradójicamente, dejar de ser un país petrolero; y, por el otro, la pérdida estelar de su rol geopolítico en el mercado petrolero
en el escenario global. Sin embargo,
la pregunta es qué hacer en las nuevas circunstancias planetarias, donde el petróleo seguirá jugando un papel gigantesco en la
economía mundial. Hasta ahora, no hay sustituto posible que pueda reemplazar
esa fuente de energía que para bien o para
mal, transformó la historia
universal. Sin duda alguna, volver a convertirnos en un país petrolero
y abrirnos hacia
una perspectiva global para potenciar el
desarrollo nacional, con implicaciones
de importancia vital en el mundo de las
Américas. La situación del Medio
Oriente y Rusia, una situación
histórica que abre el camino para que América Latina se convierta en el nuevo emporio de las energías para nuestras naciones y el mundo. Venezuela,
bañada en oro negro, cuenta con la Faja petrolífera
del Orinoco, el nuevo dorado. De nuevo
un país petrolero. El petróleo
una bendición de los dioses.
