Santa Rosa de Carvajal, la Sabana de los Dioses y el nuevo milenio: La intrahistoria

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Santa Rosa de Carvajal, la Sabana de los Dioses y el nuevo milenio: La intrahistoria

 

                                                                                                 Ramón Rivas Aguilar

 

 Santa Rosa de Carvajal,  la Sabana de los Dioses, emerge entre mis sueños como un enjambre de islas, cordilleras, bosques y cadenas montañosas. Las características geográficas, geológicas y morfológicas dan esa ligera sensación. El Quijote del siglo XX planetario, Jorge Luis Borges, con sus ficciones nos alumbra el atajo para descubrir tan hermosa dimensión (Alep). Por tanto,  esa bella sabana  requiere de historia y fantasías. Veamos.

 

La bipolaridad, durante setenta años, marcó el destino de los fenómenos históricos mediante dos poderosas ideologías: capitalismo y comunismo. Estas corrientes ideológicas suprimieron de sus análisis al hombre de carne y hueso. En fin,  la crisis   de los grandes relatos históricos en manos  de los imperios. Así,  se asoma la mirada de la pequeña historia, la mirada del hombre de carne y hueso, el hombre  que labra su destino vital  en el correr  del espacio  y el tiempo  histórico.

 

 En ese sentido, la crisis de la bipolaridad abrió la posibilidad de promover  nuevos enfoques históricos: la intrahistoria y su inspirador fue Miguel de Unamuno. Y, ésta la define como la historia oculta y silenciosa de millones de hombres y mujeres que actúan en el ámbito de la cotidianidad. Los documentos y los archivos, lamentablemente, no revelan la naturaleza y la complejidad de tales situaciones. En palabras del filósofo español:

 

Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia de todo el presente momento histórico no es sino la superficie del mar, una superficie que se hiela y cristaliza en los libros y registros (…). Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas las horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna, esa labor cotidiana y eterna, esa labor que como la madréporas suboceánicas  echan las bases sobre que se alzan los islotes de la historia (Esteban Tollinchi. La ontología de Unamuno. Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1978, p. 58).

 

Aún más: Miguel de Unamuno considera que la historia es el medio que hace posible alcanzar la intrahistoria:

 

Para llegar, lo mismo un pueblo que un hombre a conocerse, tiene que estudiar de un modo o de otro su historia. Estudiando la historia de un pueblo se llega a lo intrahistórico de él (Esteban Tollinchi. La ontología de Unamuno. Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1978, p. 58).

 

Este enfoque permite la revaloración de lo cotidiano como hecho histórico,  narrado en los caminos, ríos, montañas, cordilleras, velorios, cementerios, iglesias, esquinas, bares, prostíbulos, fiestas, etc.; como lo hacían los antiguos griegos: entre el vino y el tono delicioso de la música hombres y mujeres, embriagados por la memoria, recordaban los ciclos maravillosos del día y la noche. La historia solo es rigurosa y científica en el marco de la ficción y la fábula. Todo esto es una necesidad vital del lenguaje para satisfacer los apetitos profundos del hombre que se mueve entre  los cielos y la  tierra. Fellini, el más grande cineasta del cine italiano, decía en una oportunidad que lo contado era más real que lo vivido. Por lo que evocar los fenómenos históricos a través de la imaginación es un requisito vital para el hombre afirmar su propia existencia. Por ejemplo, Camba, el mago de las montañas, considera que esa visión es correcta. Fue  un personaje conocido a lo largo y ancho de la geografía trujillana. Fue  toda una historia en su pequeño bar, oculto entre las delicias de la loma de Carvajal. Encarnó el verdadero sentido empresarial de un hombre de trabajo. Intentó hacer de tan hermoso bohío un centro turístico para los venezolanos. Sin embargo, la perversión y persecución del estatismo impidió el desarrollo de esta actividad tan importante para la cordillera andina. . En ese bohío, durante años, se escuchaban las múltiples representaciones sobre la historia de Carvajal. Se habla que fue descubierta por Baltazar de Carvajal, un conquistador hidalgo español que trajo apellidos como los Aguilar, los Nuñez, Briceño y Valecillos, estos colonizaron la gran sabana de las divinidades. Se dice allí que las tropas de Gómez y Castro se enfrentaron a los oligarcas del centralismo caraqueño. Se habla también de los primeros indígenas, creadores de una industria artesanal, proveniente de una materia prima llamada cocuiza extraída del sisal. Ella fue heredada por nuevas generaciones a los largo del siglo XIX, creando unas cuantas empresas productoras de sacos, donde llevaban el aroma del mundo persa a los aristócratas europeos. Carvajal a través de sus caminos y cuestas fue creando una red comercial, conectándose con las Siete Colinas, Sabana de Mendoza, Mérida y Maracaibo. Es decir esa dinámica mercantil formó parte de la complejidad de capitalismo mundial.

 

 Además, nuestros pobladores impulsaron actividades agrícolas y pecuarias; pequeños fundos, los huertos se fueron configurando a lo largo y ancho de la geografía de Carvajal y así una economía rural importante para sus pobladores. Por cierto, en esta economía del campo había dioses, demonios, fantasmas que vigilaban y protegían el fecundo de la tierra. Contaban los viejos de aquella época, como se inventaron  el salto diablo, la llorona y otros diablillos para espantar a los representantes del poder público, y de esa manera pasaban su contrabando de miche, tabaco, café, etc. Por lo que Carvajal se fue complejizando y civilizando. Así, fueron llegando los primeros carros, camionetas como el camión de mi tío Hugo Aguilar: la ganga e Moñoño y el arca de Noé. Los primeros telégrafos, teléfonos, televisores y parabólicas nos conectaron con la vida nacional e internacional. Fueron apareciendo los primeros cines donde nos deleitábamos con las películas mexicanas y norteamericanas (Santos el enmascarado de Plata, Resortes, Tintan, Clavillazo, Borola, El Fantasma; Los Peligros de Ñoca, Cantinflas). Hoy por hoy, Carvajal es el tercer municipio más importante del estado Trujillo. Esta urbanizada y planetizada. Pertenece a los vaivenes del imperio cósmico. Desde el bohío de Kamba somos parte de la aldea global; basta una palabra y una fantasía para estrechar lazos  en segundo con el planeta tierra. Como no recordar la historia de la iglesia de nuestro pueblo, la escuela María Dolores, el liceo privado Cecilio Acosta, las casualinas, las fiestas de San Rafael de Carvajal con sus carruseles, con su típica música colombiana y mexicana, las corridas de toro, donde se lucía el mago taurino, el Cordobés, el Manolete, el Curro Girón de nuestro entorno, el amigo y lujurioso perro lobo; tanto él como el toro y la vaca recibían la bendición del padre Viloria, el sacerdote que tenía el don de la belleza, la generosidad y la espiritualidad de los místicos del siglo XVI.

 

Personajes como Pablo Anaya, carne fresca, el yogui Berra de nuestro béisbol, fue uno de los pioneros más importantes para impulsar las actividades deportivas en nuestra región. Se vino de los campos petroleros, Campo Rojo, enseñándonos béisbol, natación, ciclismo, tenis, gaitas etc. Gran amigo de nuestro pueblo que merece el reconocimiento de las autoridades públicas y privadas no solo de Carvajal sino del estado Trujillo. Ahora es un gran empresario: controla más del ochenta por ciento del territorio del puente Jiménez, tierra, ganado y caninos son sus mejores amigos. Rita Nuñez (mi tía Francisca) desde niño nos contaba como era el árbol genealógico de nuestra familia. Nos decía de donde provenían los oleajes de inmigrantes que se fueron incorporando en nuestra tierra, configurando y dando fisonomía a nuestro paisaje. Pedro Aguilar, mi abuelo, quien dotó a Carvajal del acueducto. Por vez primera comenzábamos a beber de las grandes montañas la delicia de Poseidón. Durante años funcionó eficazmente ese acueducto, ubicado en la cabecera de Carvajal. Don Mariano, el Hipócrates griego, que con la sabiduría de los dioses les calmaba el dolor a los ingratos mortales con el ungüento misterioso. Tito Pérez, el mago de las aventuras,  en esos cuarenta años de democracia deleitó a sus amigos y amigas con sus aventuras y danzas culinarias.

Es importante que las nuevas generaciones promuevan  trabajos, ensayos, monografías sobre los personajes de nuestro pueblo; sobre la historia de nuestra iglesia y sus sacerdotes más importantes; sobre el proceso de urbanización, sobre la historia del cine, del deporte, de los músicos, de los partidos políticos, de los brujos y brujas, del espiritismo, de la masonería, de los rosacruz, de los cementerios, de los mitos, dioses, representaciones religiosas, creencias e instituciones. Ello se puede hacer  a través de museos, fotografías, películas, historia oral. En tal sentido, es innegable la labor significativa de Benito Perdomo (cronista del Municipio Carvajal) Omar Araujo (Ingeniero Civil) y otros, etc., en la tarea de hilar con habilidad y destreza los senderos de unos de los pueblos más singulares de la tierra de Santa  Rosa de Carvajal.

 

Carvajal, mosaico de bosques y cordilleras, durante millones de años permaneció sumergida entre lluvias y grandes lagartos marinos y terrestres. Eso contaban los dioses a los  abuelos, según la versión de algunos personajes muy característicos de nuestro pueblo: Reinaldo Castellano, Sanca larga, memoria excepcional, Camba, Cacá, Mil máscaras, Tolomeo, Raqueta, Rasca eterna, Zapirón, Pecho e´ buque, Sacaracatua, Mamaia, el Chivo, Ombligo Chivo, Porky, Mojón rodado, Jimmy, Maguila el gorila, Chico perrera, el Largo, Peluquillo, Molio, Cuero arrastrao, Siete Colores, Palillo eléctrico, Perro lobo, Cara pintada, Palo seco, Cachete de nalgas, Ratón Pérez, pare de contar. Cada uno de estos personajes en sus andares por generaciones fue transformando estas imágenes que los dioses susurraban a los  abuelos. Asimismo, el Imaginario de nuestro querido amigo Leopoldo que desde niño nos decía que un día lluvioso y nebuloso en el pozo del pescado, calle el serrucho, apareció un gran tiburón bailando mambo con el loco José; y quien ponía la música era Teipe negro con su hermoso violín. Juan Oscar, cazador de fantasía; contaba a otros fabuladores sus delirios quijotanos, disfrutando todas las noches con sus hermosas quimeras. El viejo Nava (Miracielo), todas las tardes durante cuarenta años nos ponía al tanto de los misterios montañosos de la geografía de Carvajal. La esquina de Carvajal dominada por los gigantes de la fábula: Adelmo Juárez, Pedro Mogollón, Omar Araujo, el señor Cestari, Victorino, etc., eran los entrenadores de la noche.

 

En fin, que otros continúen en esas andanzas como mi tío Henry Aguilar  (Neneo), que  un día en el cementerio  a medianoche,  dijo: sobrino, estas palabras son para la eternidad, escúchelas con atención: transformar la fábula en gozo, en alegría eso es el arte, un milagro de los misterios. Me lo he inventado todo para luego poder contarlo: una infancia y  una juventud  con nostalgias, sueños, recuerdos. La vida contada es más cierta que  la vivida. Todo lo que acontece es alimento para la historia que va  a narrar todo lo que es pasado. Un pasado que hay que recordar con anhelo y que ello es necesario para liberar los recuerdos de un pasado límpido. Hablar de un realizador, alguien que podría ser yo mismo.

 

Valera,  un 20 de diciembre de 1999

 

 


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