Otoniel
Morales: Amigo de la Vida y de
la Academia
El maestro que enseñó la grandeza y la miseria histórica
Del imperio más poderoso de
la historia
De la humanidad: Los EEUU
Ramón
Rivas Aguilar
Un
atardecer cuando el relámpago del Catatumbo y el arco iris se ocultaron en la
sabana de los bosques misteriosos, los dioses y los guerreros del mundo antiguo
carvajalense vieron como cruzábamos los Alpes de Los Andes, buscando nuevos
horizontes en la Mérida del gran Emperador Augusto. En un pequeño autobús de
madera, con todas las comodidades del mundo moderno, partimos desde las siete
colinas para recorrer los páramos maravillosos de la geografía andina hasta
llegar a la esquina de Amador. Fue la esquina de las grandes batallas políticas
y musicales en la década de los setenta. Descubrimos con nuestros ojos
angelicales y primitivos el tránsito visual del mundo persa a la Antártida de
las bellas nevadas. De los mechurrios del fuego al sol de los venados. Era la
Mérida que se escondía entre sus cordilleras y montañas, dormitando entre sus
nubes; la Mérida con sus cántaros húmedos y escurridizos entre charcas y
lagunas; la Mérida de sus pajonales verdosos con sus exquisitos frutales; la
Mérida en la que su silencio despertaba entre las crecidas tumultuosas del Nilo
de los Andes El Chama; la Mérida en la que su geografía recoge la diversidad y
las distintas tonalidades de hombres y mujeres, flora y fauna. En esa Mérida,
llena de campanarios, golondrinas y neblinas, conocí a ese amigo maravilloso y
extraordinario, fiel con su espíritu y la amistad: Otoniel Morales. Por esos
días, con él nos entregamos a conquistar con la palabra y la pasión el más
grande sueño de la historia universal. La utopía, la edad de oro, el paraíso
del viejo Amador. Fue la época de los sueños revolucionarios. Una época
romántica, idealista y hermosa. Una época en que los ideales movían nuestras
almas para combatir al más grande imperio de la historia de la humanidad: los
Estados Unidos. Allí estaba Otoniel Morales luchando y combatiendo a muerte al
imperialismo norteamericano. Inicié mis estudios en la Facultad de Medicina.
Creía
tener vocación para esa profesión que le pertenece a los dioses y a los
cementerios. Otoniel Morales, al que llamé silenciosamente el vikingo de los
Andes, siguió el camino de las humanidades. Esa inclinación natural, en el
espíritu de Otoniel Morales, no era más que descubrir la debilidad de aquel
imperio que se atrevió a encoger geográficamente al territorio de México, como
muy bien señala él, en sus clase de Estados Unidos I y II. Por esos días, en la
esquina de Amador conocí a dos revolucionarios de la geografía tachirense: Luis
Caraballo Vivas y Gerardo López "El pastelito", grandes amigos para la eternidad. Utilizábamos el recurso
neolítico contra las armas más poderosas del imperio: tanques, cañones,
ametralladoras. Ilusiones del lenguaje. Por cierto, el autobús cuyo nombre les
sorprenderá a todos ustedes "La ganga de Moñoño" nos dejó cerca de la
Facultad de Medicina, bajamos nuestras maletas, nos miramos y preguntamos
¿Ahora qué hacemos? En ese instante, recordé una frase del líder de la Revolución
China Mao, frase que la pronunció en los años treinta cuando fue derrotado su
ejército revolucionario por la contrarrevolución, destruido y desmoralizado,
alguien preguntó al líder Chino ¿Qué hacemos? Su respuesta fue sabia y
asiática: caminar, porque en el camino veremos qué podemos hacer. Esa sola
frase dio origen a la Gran Marcha, la leyenda épica más extraordinaria, después
que Aníbal atravesó con sus elefantes Los Alpes. Dirigimos nuestros pasos hacia
la avenida dos. Tropezamos con un bar y una melodía de todos los tiempos: mi
viejo San Juan. Entramos a tomarnos un par de cervezas; al fondo, en una mesa
escuchamos una voz de la revolución. ! Viva Cuba!, !Patria a muerte
venceremos!; !La patria es América! Quien lo iba a creer: Otoniel Morales.
Junto a él, estaba nada menos que el comandante Espíritu Angulo Morales, que
para esos días era dueño de uno de los circos más importantes de Tovar, en el
que trabajaba su papá como trapecista. En esa época, toda una generación disfrutábamos
de nuestros estudios, del mundo y todo lo divino. Otoniel Morales, fue
orientando sus lecturas hacia dos grandes pasiones. Los Estados Unidos y la
Revolución Cubana. No hay en América Latina ni en los Estados Unidos, alguien
que conozca la historia de Estados Unidos como Otoniel Morales.
Ello
me satisface profundamente. Y por él, mi admiración por su capacidad de trabajo, su capacidad
intelectual y por ser un gran amigo leal, solidario y fraternal. La bebida del
trópico: la cerveza Polar ha sido su acompañante en sus andares en distintos
caminos y en su lugar favorito el Restaurant La Mar. En Doña Flor, en el jardín
de la fresas, celebramos la despedida como jubilado de este amigo fabuloso que
ha encontrado su utopía en la tierra de Adán y Eva. Esto significa que un
trabajo sistemático, puntual y responsable durante veinticinco años tiene como
recompensa el ocio, la tranquilidad con este mundo que se despedaza entre
fantasías absolutas. Nuestros amigos y amigas te acompañamos en este bello día,
nos sentimos orgullosos de ti y de tu familia. Y para la revolución dejaste un
heredero: un cuñado que todo tiempo se la pasa revelando a los dioses, esta
frase que estremeció al imperio! La patria es América! (José Martí).
Un
recuerdo trascendente, en uno de esos días, del mes de diciembre, por allá en
la década de los setenta, desde la mañana decidimos visitar las rokolas del municipio Libertador. Entre
palos y palos, copas y copas, nos acercamos a la Plaza Bolívar y escuchamos una
gaita que fue el furor por décadas: Avovinet. Nos desplazamos por todas las
rutas y senderos de este municipio, entonando esa gaita hasta llegar en la
tarde noche al Colegio de Abogados. Comenzamos otra vez con la frase: avovinet.
Y entonces el poeta Paraima se nos
acercó y nos dijo ¡Coño están jodiendo mucho: ¡tomen esta caja de miche y se me
van ya! Agarramos la caja de miche sanjonero y nos dirigimos hacia Santa Anita,
llegando a la casa de Humberto Araujo (Cochina Blanca), subimos la azotea y
allí nos encontramos al gran Machera, con una canción del poeta mexicano Pedro
Infante. Sólo recordamos esta parte de esa nota musical "entre copas y
copas se va mi vida". El silencio de machera fue absoluto. Respetaba la
revolución.
Para
este amigo que queremos, admiramos y respetamos, dejó para las futuras
generaciones estas frases de Otoniel Morales que fui recogiendo durante
veinticinco años, en las distintas rokolas de nuestro estado, que muestra su
vocación y autenticidad:
Sus
grandes pasiones: la revolución cubana, la Revolución Norteamericana, Fidel
Castro, Ernesto Che Guevara y José Martí. Sus frases favoritas: !Viva la
revolución!; !Viva Fidel!, !Viva el MIR!; !Patria muerte venceremos!; !La
patria es América!
Su
evocación musical: Avovinet
Su
cantante favorito: El virtuoso de todos los tiempos Héctor Lavoe
Su
frase romántica y favorita en los estados más estrepitosos del dios Baco:
"yo lo quiero mucho a usted"
Finalmente,
sólo se atrevió a bailar conmigo una nota musical que enloquece a este vikingo
de Los Andes: “ayayay Micaela se botó, que se botó, ayayay Micaela se botó, cuando yo bailé con ella Micaela se
botó, el bugalú lo bailó y yo sé que
ella es candela. Ayayay Micalea se botó, Micalela cuando baila el bungaló arrebata”…
A Otoniel Morales.