Hegel: Nadie aprende de la historia ¿Se aprende algo de la historia? Una mirada

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Hegel: Nadie aprende de la historia

¿Se aprende  algo de la historia?

Una mirada 


Ramón Rivas  Aguilar


Collingwood, historiador inglés,  en su autobiografía,  en el capítulo IX, Los cimientos  del futuro, en una de sus páginas señala que “ La antiquísima  esperanza de utilizarla  como escuela de sabiduría  política era vana y Hegel  lo sabía así  al hacer su famosa   observación  de lo que se podía aprender  de la historia  es que nadie  aprende  jamás nada de ella”(¡1974, pág. 98). En otras palabras,   la historia como aprendizaje un esfuerzo  inútil en la mirada  del filósofo alemán.  Asimismo,   los eventos históricos  más que sucesos  son procesos difíciles de determinar su origen y su fin.

Por eso, para el historiador inglés  “En la   historia no hay principios ni finales. Los libros de historia principian y acaban, pero los sucesos  que describen no” (1974, pp.100).

Volvamos  a la pregunta inicial ¿Se aprende algo  de la historia? Sobre este punto,  qué nos dice Hegel el más grande filósofo de la era moderna. En su monumental  obra   Lecciones  sobre la filosofía de la historia universal (1808),  de más de setecientas páginas. En esas páginas  revela   la  visión de un pensador sobre   el examen  de  los fenómenos históricos   desde una  perspectiva  de la filosofía.  Lo   Histórico   más allá  de las fechas, de las cronologías, de los documentos  y de otro tipo   de  detalle sin la menor importancia.   

El pensamiento filosófico de Hegel, es el intento intelectual  de mayor  alcance  de la historia de la humanidad para  abordar la historia y determinar  la génesis  y la proyección de las civilizaciones  desde  el mundo Oriental  hasta el mundo Occidental.  Así,  la evolución  y la variación  de los hechos históricos  como el resultado  del despliegue  del espíritu ha dado  origen al universo, a las sociedades y a las civilizaciones. Una hazaña intelectual  única en el campo de la historiografía universal.  





Lo sorprendente de ese esfuerzo  intelectual para  explorar el origen  y el destino  de  la historia universal, como fruto  del espíritu, es  que el fundamento último   de la variación  de  los  procesos históricos es el cambio. De allí,  la mirada  del filósofo puede ocasionar desconcierto y confusión al describir las figuras y los eventos históricos bajo la mirada de un pasado desolador. Lo que puede deprimirnos- dice Hegel- es que la más rica figura, la vida más bella encuentra su ocaso en la historia. En  la historia caminamos ante las ruinas de lo egregio.

La historia nos arranca de lo más noble  y  hermoso, que tanto interesa. Las pasiones lo han hecho  sucumbir. Es perecedero. Todo parece pasar y nada permanecer. Todo viajero  ha sentido esta melancolía ¿Quién ante  las ruinas de Cartago, Palmira, Persepolis  o  Roma  no se ha  entregado a consideraciones sobre la caducidad de los imperios y de los hombres,  al duelo por una vida pasada fuerte y rica. (Ortega y  Gasset, 1998, p.38).

En síntesis, Hegel,  el pensador alemán, nos dice que: cuando volvemos la mirada hacia el pasado  lo primero que vemos  es solo… ruinas. La historia  pertenece  a la categoría de cambio.

Según Ortega y Gasset, las ruinas forman parte  de la íntima  economía de la historia. Las  ruinas ciertamente son terribles,… Pero más terrible  sería que la historia  no fuese capaz de ruinas…No tendríamos lugar  donde poner nuestros pies”. (Ortega y Gasset, 1998, pp.38-39).

No obstante,  para Ortega   las ruinas y las catástrofes  hay que tomarlas   con dignidad y  elegancia y de  alguna manera sacarle  algún provecho. Es  una de las caras de las monedas, la historia como ruina, como cementerio. La otra cara  de importancia vital que se desprende de esa manera de comprender e interpretar los eventos históricos desde una perspectiva filosófica,  es que  para Ortega  “la categoría del  cambio, de la mutación- la categoría  de esencia en la historia- tiene, según Hegel, un reverso. Tras  de las ruinas  se oculta el rejuvenecimiento”  (Ortega y Gasset, 1998, p.39).

Una hermosa reflexión  filosófica  sobre la naturaleza  de los  eventos históricos,  en una dinámica dialéctica de la negatividad  que revela   la unidad de los contrarios (ruinas y rejuvenecimiento)   como  fundamento último de   la  evolución y la variación  de los procesos civilizatorio  sobre la base  del cambio y de la mutación.  Eso es  lo que se puede   aprender  de  la historia, en   la dimensión del pensador alemán.  





En esa perspectiva hegeliana,  cómo   estudiar  el proceso  venezolano, como una historia   de crisis, de ruinas,  de devastación y de rejuvenecimiento  desde que  apareció   el primer homínido  en tierras precolombinas hasta los momentos actuales.  Es  examinar la historia, la geografía, los hombres, su  cultura, su evolución, su mutación y cambio en una línea de tiempo en un juego  dialectico entre ruinas y resplandor. Es decir, la historia de Venezuela entre ruinas  y catástrofe ha dejado  en el  ánima de la nación una imagen absoluta e  inmutable: la grandeza, la belleza  y la fuerza  de su espíritu republicano,  liberal, civilista. Ese es el reverso  de las ruinas: el rejuvenecimiento  que    emerge    en el ocaso  de nuestro quehacer histórico.

En esa  perspectiva  la de  explorar lo histórico   desde la filosofía,  en la que  Hegel,   es uno    de sus más estudiosos,  un venezolano, un   periodista,  un ensayista,   de una  pasión  y de un  conocimiento   por    su patria,    su Venezuela, Enrique Bernardo Núñez retrata  con  un   estilo  poético, histórico  y filosófico  maravilloso   el que hacer vital   del proceso   histórico nacional, su ser, su esencia que permanece  en forma absoluta   en el ánima    de la nación: la ruta de la libertad.  Entre  ruinas y destrucción,   entre  las cenizas  la Venezuela  civil. Por ello: 

Hoy como ayer  se libra una batalla entre  el pasado  y el futuro. Hoy como ayer se trata de la libertad. Pero  la libertad no es la  anarquía. No es mortal disgregación. La libertad  ha de tener   un objetivo  y una conciencia  para defenderla. Libertad es la conquista de la tierra abandonada. Es pan,  campos labrados, industria, arte, ciencia, trabajo, desenvolvimiento  de las facultades humanas, voluntad de vivir, preparación del futuro, lucha  y continuo deber. La libertad  solo puede ser obra de un pueblo, esa fuente  magnifica  de historia. Este ideal de libertad  es la historia misma de Venezuela. Y he aquí que nosotros  debemos proseguirla (Enrique  Bernardo Núñez. Novelas y Ensayos. Biblioteca  Ayacucho. Número  124. 1987. Pág.228).




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