Miguel Acosta Saignes: Estado, petróleo y latifundio en Venezuela (1936-1941). Un proyecto nacional Una Mirada Corría los años noventa del siglo pasado

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Miguel Acosta Saignes: Estado, petróleo y latifundio en

 Venezuela (1936-1941). Un proyecto nacional

Una Mirada

Corría los años  noventa  del siglo pasado 





Ramón Rivas Aguilar



El planeta Tierra está vive  cambios significativos como producto de la expansión de la democracia, del mercado, de la globalización, de la interdependencia, de la regionalización y de la federalización. Es decir, la transición histórica de las viejas creencias de la utopía, del estatismo, del nacionalismo económico y del proteccionismo hacia una sociedad más liberal y global. Y, como consecuencia, se debate en el seno de la geografía mundial el destino de los procesos civilizatorios de Occidente y Oriente a través de dos grandes corrientes del pensamiento universal: la cultura estatal y la cultura liberal. Ambas tendencias están movilizando el espíritu de millones de hombres y mujeres en el mundo internacional.


Venezuela no ha escapó a dichos acontecimientos mundiales. Su camino es contradictorio y paradójico, permeado por las fuerzas de la mundialización económica y política. No obstante  se pregunta  ¿Existe una conexión significativa entre estas reflexiones y el pensamiento agrario y petrolero de Miguel Acosta Saignes? ¿Tendrá alguna trascendencia dicho pensamiento en el nuevo proceso civilizatorio? ¿Para qué recordar lo que está oculto en el pasado? ¿Por qué el hombre devuelve de vez en cuando su mirada inquietante al pasado?


El hombre intenta desesperadamente una mirada atrás porque ya no tiene claridad sobre el porvenir y sobre el futuro. Y como diría Ortega y Gasset al respecto: 


El recordar, el volver la cara atrás, el mirar al pasado, no es algo espontáneo que por sí acontece sino porque, sin medio seguro ante enorme indecisión del porvenir, ante esta terrible indecisión que es el futuro la cual nos oprime en cada instante, buscamos en torno nuestro qué medios tenemos para afrontarla, y arsenal de nuestros medios es lo  que nos ha pasado ya por eso volvemos la vista atrás, porque lo primero es mirar hacia delante (Ortega y Gasset, 1969, p. 49). 




No cabe la menor duda que Venezuela vive una profunda crisis histórica. Está sufriendo en su seno una muerte creadora. Por un lado, declina históricamente el estatismo rentista y la democracia de partidos; y por el otro, emerge en forma dispersa y difusa las nuevas fuerzas sociales de naturaleza global, federal y  regional. 



Por ello, recordar la obra intelectual de Miguel Acosta Saignes es reconocer el significado de la conciencia histórica para iluminar el sendero de los nuevos tiempos. Este insigne antropólogo, etnólogo, historiador, economista, geógrafo, periodista y ensayista se le puede considerar como una figura fundamental  que produjo un conocimiento histórico en la construcción de la Venezuela moderna del siglo XX. Su pensamiento y su acción política se orientaron hacia la modernización económica y cultural de la nación venezolana.

Los gobiernos de Venezuela desde 1936 mediante un conjunto de políticas económicas orientaron los ingresos petroleros hacia la creación de una economía nacional. En este proceso histórico se erradicó el latifundio y se le devolvió al Estado la soberanía sobre los recursos naturales del hierro (1975) y el petróleo (1976), respectivamente. Por lo que la reforma agraria, la nacionalización de la industria del petróleo y la industrialización del país fueron una conquista política de profundo significado para los venezolanos. En ese orden, marxistas, nacionalistas, patriotas y otras corrientes ideológicas vieron cristalizadas las viejas aspiraciones históricas de origen antifeudal y antiimperialista. Tenían conciencia de que el latifundio y el monopolio del petróleo en manos de las compañías petroleras extranjeras, constituían un obstáculo para forjar una nación a la altura de los nuevos tiempos. En definitiva, captaron la contradicción fundamental del momento histórico: imperialismo vs. Nacionalismo.


La conciencia de tales procesos requería de un proyecto de nación con el propósito de organizar a las muchedumbres hacia la nueva dinámica que demandaba la patria de Bolívar.

En este contexto, fue vital el papel de la burguesía criolla con el firme propósito de impulsar el desarrollo económico y social del país. De esta manera, FEDECÁMARAS, Pro Venezuela y otras organizaciones industriales y agrarias cumplieron su cometido: la construcción de una economía nacional. 


En ese orden de ideas, es innegable la importancia teórica y política de Miguel Acosta Saignes en despejar desde una perspectiva intelectual y de la praxis social el camino de Venezuela hacia un proceso agrario e industrial moderno. Su obra El latifundio (1937) y El petróleo en México y Venezuela (1940) sintetizan un proyecto político que engloba las bases de la Venezuela moderna.


Por ejemplo, no fue casual que Pro Venezuela, un movimiento empresarial fundado en 1958 para estimular, fortalecer y consolidar los factores industriales y agrarios del aparato productivo del territorio nacional, jugará  un papel importante las reflexiones del insigne antropólogo e Miguel Acosta Saignes.




Gustavo Pérez Mijares, empresario venezolano, y uno de los fundadores de Pro Venezuela, sobre este aspecto señaló: 



El 17 de julio de 1958, como consecuencia de la inquietud de una serie de venezolanos buscaban el desarrollo industrial y agropecuario del país, entre los cuales se encontraba Mariano Picón Salas, Miguel Acosta Saignes, Alejandro Hernández Solís, Carlos Irazábal entre otros, nace Pro Venezuela (Élite, LXII, 3763, Caracas 14-07, 1998, p. 24). 


No obstante, desde los años ochenta y noventa en el planeta Tierra ocurrieron transformaciones económicas, políticas, sociales y tecnológicas producto de la globalización y su impacto en el debilitamiento del nacionalismo económico, del estado benefactor y del esquema proteccionista en el panorama internacional. Venezuela no fue ajena a esta dinámica de planetaria. Durante sesenta años mediante una voluntad política canalizó la renta petrolera hacia el desarrollo nacional industrial y agrario. 



Pues bien, Miguel Acosta Saignes fue parte significativa de este proceso histórico que se gestó durante sesenta años. Fue un hombre afortunado en nuestra historia contemporánea: captó la crisis del liberalismo decimonónico europeo, el nacimiento del pensamiento estatal y de las grandes revoluciones sociales del  siglo pasado. Al mismo tiempo, percibió el derrumbe de la utopía, del nacionalismo económico, del proteccionismo y del estado nacional. Y, seguramente, descubrió a final de su vida el proceso de globalización planetaria.


A lo largo de su trayectoria política e intelectual forjó un pensamiento de significado histórico en torno a dos estructuras sociales que afectaron la vida económica y política de la nación: el latifundio y el petróleo. Es decir, ambos factores: la concentración de la tierra en manos de los latifundistas y el dominio del petróleo por parte de las compañías petrolera extranjeras provocaron atraso, pobreza y estancamiento en la mayoría de los venezolanos. Por lo que era ineludible generar cambios esenciales en tales estructuras para revertir el proceso en beneficio de la nación.

Su obra El latifundio fue editada en la clandestinidad en el año 1937. Esta obra posee un conjunto de rasgos que vale la pena resaltar. En primer lugar, es el primer intento de análisis marxista sobre el tema agrario en Venezuela. Esto desde el punto de vista historiográfico constituye un  aporte fundamental a la literatura venezolana sobre el estudio de las clases sociales y su conexión con la tierra. El latifundio fue la expresión de una clase social que durante siglos mantuvo el dominio político y económico sobre la tierra. Así, la tierra se fue concentrando y consolidando a lo largo de la colonia y de la república culminada con el más grande latifundista de la historia económica y políticas de nuestra patria: Juan Vicente Gómez.


En Venezuela llegó el acaparamiento de la tierra, en los últimos años del gobierno de Gómez a límites increíbles (Latifundio, 1985. edición especial de la Procuraduría Agraria Nacional, p. 57).


Igualmente, el tema agrario fue abordado con detenimiento en los distintos escenarios de América Latina y el mundo. El problema de la tierra –era un problema vital en los acontecimientos económicos y políticos de América Latina (1936). En la América latifundista que minaba los elementos materiales y culturales del campesino, del indígena este fenómeno se  puede observar con mayor intensidad, según el autor, en la Revolución Mexicana. Según Miguel Acosta Saignes, el latifundio tenía una serie de características que impedían el desarrollo pleno de las fuerzas productivas y de relaciones de producción modernas  en el campo: atraso técnico, explotación tradicional, bajo rendimiento económico, conservatismo político, miseria del campesino, improductividad de grandes extensiones de tierra, economía poco monetizada, despoblación, sistema de aparcería, tienda de raya, pago de fichas e inseguridad jurídica. Y en segundo lugar, para revertir la dinámica se requería una profunda reforma para cambiar las relaciones de producción del latifundio con el propósito de forjar una economía agraria moderna mediante una reforma agraria. 


Para este antropólogo, esta reforma no debería seguir los esquemas de las grandes revoluciones agrarias del mundo por cuanto el Estado poseía tierras y renta petrolera, lo que permitiría un proceso de modernización en el campo sin los niveles de conflicto social como por ejemplo, se desató en la Revolución Mexicana. Sin una reforma agraria no era posible un proceso de industrialización en el país. Por lo que era necesario a través de ella la expansión del mercado nacional. Por supuesto, no negó los esfuerzos institucionales del gobierno de Eleazar López Contreras para alcanzar tal propósito. Sin embargo había que estimular un proceso social a través de la creación de un partido político agrario para movilizar los campesinos hacia el logro de tal meta. Asimismo, consideró necesario el desarrollo de sindicatos y cooperativas agrarias. En fin, se trataba, en el fondo, de estimular una revolución democrática de carácter anti- feudal y antiimperialista. 


En otro orden de ideas, el petróleo manejado y controlado por las compañías petroleras fue un impedimento para la modernización del campo y la ciudad. Eran empresas capitalistas que obedecían a los designios de los grandes imperios. Su interés único era el de acumular capital a costa del empobrecimiento de nuestro recurso energético y el maltrato, la humillación y discriminación del venezolano. Esto significó prosperidad para esas naciones y pobreza para nuestros pueblos, según este extraordinario etnólogo. El capital petrolero internacional estaba aliado con los latifundistas, la burguesía importadora y se sustentaba en el poder político del caudillismo, sobre todo, del ejercido por Juan Vicente Gómez.


Para Miguel Acosta Saignes, había que transformar esta situación de injusticia y atropello sociales que sólo favorecían a los latifundistas y a los capitalistas extranjeros. Para esto se requería un Estado democrático que asumiera la responsabilidad histórica de controlar, vigilar y fiscalizar la industria petrolera nacional. De esta manera, se obtendrían los beneficios que serían incorporados al desarrollo del país. Para alcanzar tal propósito era fundamental movilizar vastos sectores obreros y campesinos.

Su libro Petróleo en México y Venezuela (1941), constituye un aporte esencial a la literatura petrolera del país. Allí se observa un profundo conocimiento histórico sobre los orígenes y perspectivas del petróleo en México y Venezuela. Se recoge en el texto las semejanzas y diferencias sobre la industria petrolera en ambos países. A lo largo de sus páginas se percibe el carácter cualitativo y cuantitativo del petróleo en México y Venezuela. 

El autor considera a Juan Vicente Gómez y a Porfirio Díaz dos dictadores que asumieron una conducta entreguista ante las compañías petroleras extranjeras. De la misma manera, señalaba que eran las mismas compañías y subsidiarias que monopolizaban el petróleo tanto en México como en Venezuela. Estas compañías maltrataban y humillaban al nativo, pagaban poco al país y acumulaban grandes extensiones de tierras. Para cambiar este cuadro dramático, era necesario una legislación petrolera que estableciera los parámetros técnicos, económicos y fiscales para el beneficio de la patria de Bolívar. Llegó a señalar que las leyes de hidrocarburos de 1936 y de 1938 constituían un paso positivo para el país lo que significaba fortalecer y consolidar el desarrollo nacional.



La economía venezolana se ha desvigorizado, haciéndonos cada vez dependientes del petróleo. Para libertarnos de su tutela es indispensable la creación de una industria y una agricultura intensas. Tales cosas no se podrán realizar mientras no se aumenten los impuestos de las  compañías petroleras, medida justísimo, y mientras no se realice, por otra parte, una reforma agraria (Miguel Acosta Saignes. Petróleo en México y Venezuela. Ediciones Morelos, México, 1941, p. 63).  


Para el autor, México poseía una profunda consciencia histórica lo convirtió en una fortaleza nacional frente a las agresiones del imperialismo petrolero.


Ahora bien: estas reflexiones económicas y políticas de Miguel Acosta Saignes contribuyeron a cimentar un proyecto nacional de carácter antifeudal y antiimperialista en el ámbito de una revolución democrático-burguesa, cuyas raíces provenían de la Tercera Internacional Comunista, fundada en Moscú en el año 1919.


Según Miguel Acosta Saignes, estas sociedades semicoloniales, semifeudales y semindependientes urgían de grandes transformaciones en sus estructuras sociales para impulsar el Estado democrático, la reforma agraria, la industrialización y el control gradual de la industria petrolera por parte del estado. En todo caso, se trataba de la creación de una sociedad capitalista que contemplara las libertades burguesas, la abolición del latifundio para la modernización del campo y el desarrollo industrial. Este proceso conduciría necesariamente a una nueva etapa de la evolución de la sociedad: el socialismo. 


Sin duda alguna, este proyecto nacional con un programa que contenía consignas antifeudales y antiimperialistas fue  una realidad histórica en Venezuela. En otras palabras, se modernizó el campo, se industrializó el país y se nacionalizó la industria petrolera. La segunda fase de esta revolución democrático-burguesa (socialismo) expiró a escala universal con la caída del Muro de Berlín en 1988. 


Sin duda alguna, el pensamiento político y económico que produjo Miguel Acosta Saignes entre 1936-1941 significó para la nación una contribución fundamental en el origen, consolidación y fortalecimiento de un proyecto nacional.  Sus reflexiones se reflejaron en sus obras y en la prensa y fueron parte de un debate nacional.



Legado de Miguel Acosta Saignes


Hoy por hoy, su obra cultural es de importancia intelectual por cuanto el país necesita una nueva posibilidad histórica para estar en sintonía con los nuevos tiempos. Asumir el destino de una nación ante los retos y los desafíos de la globalización. Para no perderse ante los abismos de los poderes imperiales,  se exige volver a las raíces del hombre venezolano, lo que representa  enaltecer su espíritu histórico para ocupar un lugar privilegiado en el concierto de las naciones. Miguel Acosta Saignes como estudioso de los procesos culturales descubriría hoy el tema de nuestros tiempos: globalización versus las tendencias culturales nacionales.



Además, el tema de la tierra y el petróleo asumen nuevas dimensiones económicas  y  políticas ¿Qué haría Miguel Acosta Saignes  sobre esta nueva realidad con nuevos enfoques teóricos y culturales sin perder su naturaleza antropológica y etnológica?


En consecuencia,   terminó   este  artículo sobre  sobre Miguel Acosta Saynes con una reflexión  que  nos   brinda  el poeta  y economista Orlando Araujo:


Es un brujo, y sobra decir que es un sabio. Historia, sociología, lingüística, folklore, geografía, etnología, economía, variables que son de la gran unidad antropológica que este hombre inició en Venezuela, sin negar los esfuerzos de Lisandro Alvarado, Cecilio Acosta, Gil Fortoul, sino enlazado a una tradición ilustre con toda una renovación científica ( Miguel Acosta Saignes. Edad cualitativa, Caracas, 1984 [prólogo Orlando Araujo]). 








 


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