Nacionalización del petróleo
y creación de
petróleos de Venezuela (agosto de
1975)
Ramón Rivas
Aguilar
Corría el mes de agosto de 1975. El mes de
las brisas. En efecto.
El 29 y 30
de agosto del año de 1975, dos días que
cambiaron para bien o para mal el
futuro de la industria petrolera
nacional. Sí. Fue el momento histórico
de la nacionalización del petróleo como
resultado de un conjunto de
circunstancias internacionales y
nacionales. En el espíritu de la
nación la firma
del Presidente de la República, Carlos Andrés Pérez ( 29 de agosto
de 1975), denota dos símbolos
históricos y geográficos que
marcaron el inicio y la proyección de
la industria petrolera hacia el mundo: El Zumaque (1914) y
La Rosa(1922). Así, pues, luego el 1 de enero
de 1976, una fecha histórica que
marca el inicio y el fin de un proceso
histórico que comenzó con el gobierno de Cipriano Castro y
terminó ese día cálido en la cuidad de Cabimas. Una
aspiración histórica, como fruto de una lucha política ideológica de una
nación, dueña de su petróleo en contra el capital petrolero mundial. En ese contexto, una conciencia nacional y el
nacionalismo petrolero con sus consignas clásicas antiimperialista y anticapitalista,
una narrativa que logró penetrar los
ámbitos culturales y espirituales del
país en contra las corporaciones del petróleo
extranjeras. Es decir, el fin de una etapa histórica y el inicio de
otra. Asimismo, el 30 de agosto de ese
mismo año, durante el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, se fundó
Petróleos de Venezuela. En
ese breve tiempo,
el Estado propietario, soberano y
empresario en una nueva perspectiva
histórica. Ello representó un cambio estructural. Un giro histórico. Un cambio de gigantescas consecuencias para el porvenir de la República y con
implicaciones de importancia
capital para la cuestión petrolera en la esfera internacional. Por un lado, el fin del Estado rentista y su transformación en un Estado empresario, en un estado productor de petróleo, que ahora
tiene que competir
con su petróleo en
el mercado petrolero mundial. En
ese dimensión vital, petróleos de
Venezuela, una empresa capitalista, propiedad del Estado bajo los parámetros de una política petrolera promovida por el Poder Ejecutivo mediante el Ministerio
de Energía y Minas a partir de 1977. En
otras palabras, Estado y negocios en una compleja unidad de contrarios
y paradojas.
Petróleos de Venezuela (PDVSA) a
partir de su creación tuvo la responsabilidad de transformar una industria
petrolera acorde con las
necesidades del país y el mundo
petrolero. Así, se convirtió en una
corporación de energía mediante su mundialización a través de la internacionalización y la apertura
petrolera (1983-1998).
No obstante, la clase
política, de mentalidad y praxis
estatista, frustrada y resentida
con un desprecio profundo contra
el éxito y la meritocracia trajo consigo
todo el esfuerzo político e
ideológico para avivar de forma artificial el nacionalismo petrolero, el enfoque rentista y la retórica
anticapitalista y antimperialista para combatir a muerte
la importancia histórica de la nacionalización del petróleo. De allí, la perversa y
nefasta frase de “la nacionalización chucuta” y el
artículo 5 de la Ley de Hidrocarburos
que reflejaba según ellos, el espíritu entreguista del
gobierno de CAP, cuyas consecuencias
políticas todos conocen (1975-1999). Una oposición radical contra PDVSA que la calificó como un Estado dentro
del Estado, unas minorías de tecnócrata
neoliberales y entreguistas al servicio del capitalismo mundial. Hoy, no existe un país petrolero; sin nacionalización
y sin PDVSA. Todo en total bancarrota.
Desde la izquierda, la derecha y todos los partidos políticos avivaron el
espíritu de venganza, de destrucción, de envidia y de frustración con los efectos negativos
que provocaron el fin de una obra
histórica, cuyo mérito político
recae en la figura de Carlos
Andrés Pérez. Un mérito histórico que no le pondrán arrebatar.
Por tanto, la
nacionalización de la industria Petrolera ha sido el evento
histórico de mayor
trascendencia que se haya producido en Venezuela, desde la independencia, en palabras del prestigioso historiador
Germán Carrera Damas. Una afirmación
de tal importancia capital para
comprender desde su
justa dimensión intelectual el
significado histórico de tan extraordinario acto (1975-1976). El
petróleo el tema central del proceso
histórico venezolano. En esa perspectiva,
se abre el camino historiográfico
para una mirada distinta de cómo y de qué manera se podrá abordar en el
futuro por los historiadores una nueva historia del petróleo no convencional. Es decir, una línea de
tiempo a partir del 1 de enero de 1976. En ese proceso histórico para alcanzar la nacionalización del petróleo, sin duda alguna junto al papel estelar la fundación de la OPEP que aceleró
la dinámica del nacionalismo petrolero en el Tercer Mundo con un impacto
gigantesco en la expansión de la descolonización
que había comenzado desde 1945.
Asimismo, la creación de distintas
organizaciones mundiales en defensa de otros recursos naturales. En ese
marco histórico, la Conferencia del Mar,
celebrada en el año de 1974, en Caracas,
en el primer gobierno de CAP(1974-1978), una iniciativa de política internacional, cuyo resultado se tradujo en la conquista de 200 millas de Zona Exclusiva económica para las naciones del mundo. Un
duro golpe histórico a las grandes potencias en defensa de la tesis de la
explotación libre de los recursos
naturales, ubicados en el mar. En esa misma dimensión histórica, la
creación de petróleos de
Venezuela, una empresa capitalista,
propiedad del Estado, fue una de las gigantes corporaciones de energía del planeta, una
hazaña histórica, intelectual,
científica y tecnológica producto de la inteligencia y la ingeniería venezolana con lo mejor de la civilización Occidental. Todo ello
resultó ser una bofetada
intelectual a los
etnocentristas y a los trasnochados
de la izquierda marxista,
voluntaristas e ingenuos que
estuvieron convencidos que el negocio petrolero era
extraer de un
pozo un barril y venderlo. Una idea medieval basada en la ignorancia infinita
de esa izquierda tercer mundista impregnada
del mundo germano y andino.
